domingo, 25 de noviembre de 2018

Monumentos flotantes.

 Estos días ha atracado en el muelle de Cádiz el submarino de clase Galerna Mistral (S-73) con base en el Arsenal de Cartagena. Evidentemente la expectación local es notoria, pues no es muy común la presencia de una de estas naves en esta zona, a pesar de su gran tradición naval, y menos aún, que se pueda visitar por dentro en jornadas de puertas abiertas. Hay que decir ante todo, que amen de la vocación por la Armada, para trabajar dentro de un submarino hay que ser de una pasta especial, pues lo claustrofóbico que tiene que ser navegar dentro de un espacio tan reducido, y más aún, sabiendo que se está bajo superficie, debe impresionar bastante. No obstante, como ya he mencionado antes, nuestra tierra, y en concreto, San Fernando, la presencia de la Armada, así como su industria asociada, llevan largos siglos entre nosotros, y además de la arquitectura y las tradiciones, aquí se han gestado buques que han marcado la historia española, e incluso de la humanidad. Y por ello, escribo esta pequeña entrada a modo de reseña de dos naves que nacieron en el Arsenal de la Carraca, el más antiguo de los existentes en nuestra nación. Uno aún sigue en funcionamiento, mientras que el otro lógicamente, es pieza de museo. Una vez más, como es costumbre en mí, ahí van, como la sota de bastos:

  • Juan Sebastián Elcano: El buque escuela Juan Sebastián Elcano es un bergantín goleta para la formación de los futuros oficiales de la Armada Española, y fue botado en el año 1.927 en los astilleros gaditanos de Horacio Echevarrieta, coincidiendo con la conocida Exposición del año 1.929 de Sevilla, ciudad a la que la nave fue dos años antes, en una primera escala para una navegación de prueba. Posteriormente, entre el 28 y el 29, el buque hizo su primera circunnavegación, en dirección contrarias a la que realizaran tanto Magallanes como el propio Elcano. A lo largo de todos estos años ha realizado multitud de travesías en los que o bien se ha cruzado el Atlántico de norte a sur (los más frecuentes), o se ha circunvalado el mundo. Como curiosidad, destacar que el buque en cuestión tiene un hermano gemelo chileno, de similares proporciones, unos 113 metros más o menos de eslora, son tercero y cuarto veleros mayores del mundo. Cabe destacar que el chileno fue construido por el mismo astillero en el año 46, como sustituto del Galatea, pero fue cedido en pago al país sudamericano por las deudas contraídas por la Guerra Civil española. Muy vinculado a nuestra ciudad, el navío descansa todos los años durante meses en los astilleros de su puerto base, cual es el Arsenal de La Carraca. 

  • El submarino torpedero acorazado de Isaac Peral: Cuesta creer que España lleva teniendo submarinos desde el XIX, pero en efecto así fue. Nuestra nación fue pionera en la creación del arma submarina acorazada, y nuestra ciudad, San Fernando, se encuentra muy vinculada a este hito, que si bien se debe al cartagenero Isaac Peral, quien lo diseñó, y cuya casa se conserva aún junto al Callejón de Cróquer. Además, fue construido y botado en el Arsenal de La Carraca, y dio su primer paseo e inmersión en las aguas de la bahía de Cádiz entre el júbilo de todos los presentes aquel día de 8 septiembre del año 1.888. No obstante, y una vez más, las envidias personales entre oficiales, los sobornos a políticos y militares por parte de otras Armadas enemigas poco interesadas en que nuestra nación desarrollara una nave que pusiera a España en un lugar ventajoso, influyó en el cierre de un proyecto que hubiera cambiado el devenir de nuestra historia, como así afirmó el almirante norteamericano Dewey, quien entró en Cavite en la Guerra del 98. Posteriormente, España compró (después de haberlo creado, y no patentado), distintos torpederos submarinos a las Armadas francesa, norteamericana o inglesa entre otras, así como alguno alemán en tiempos del Eje. Hoy día hay que desplazarse al Museo Naval de Cartagena para poder verlo, mientras nuestra ciudad la invención del submarino permanece en el más absoluto de los olvidos.

     Termino esta pequeña entrada, con dos pequeñas, y muy breves reseñas de dos hitos navales muy vinculados a nuestra ciudad de San Fernando, por uno u otro motivo, y es que en una localidad como la nuestra tan vinculada a La Armada, no todos los monumentos son de piedra o ladrillo, sino que pueden ser de metal y madera. Un saludo desde el sur.

Arsenal de La Carraca, punto muy importante para la historia de La Armada.

  

domingo, 11 de noviembre de 2018

Paisajes naturales de Conil de la Frontera.

Puntalejo.
 ¿Quién dice que las playas gaditanas, y más en concreto de Conil de la Frontera, pueden disfrutarse sólo en verano?, pues tanto otoño como invierno pueden llegar a ofrecernos algunas de las estampas más espectaculares y melancólicas de una costa que es capaz de disfrazarse de puro Atlántico norte en muchas ocasiones, y de Mediterráneo en otras, pero lo cierto es, que estamos ante la inmensidad de un océano, en muchas ocasiones bravo y en un rincón ventoso, y que gracias a eso, se ha podido formar en las costas gaditanas algunos de los paisajes más espectaculares del sur de España, si la especulación urbanística no lo destroza todo. La costa de Conil, es uno de los sitios más frecuentados por turistas y lugareños en búsqueda de sol y agua, así como de tranquilidad para aquellos nudistas que busquen alguna cala escondida y recóndita. Pero todo ese paisaje, vacío de público el resto del año, esconde una naturaleza generosa que muy pocos se paran a observar, el problema una vez más, es la antropización excesiva y la urbanización de un pequeño rincón de costa que aún se puede salvar, si se empieza a valorar como es debido. 

 La costa conileña puede dividirse en dos, siendo el propio pueblo la línea divisoria de dos tipos de paisajes contrapuestos
  • La zona norte, desde el propio pueblo hasta el Cerro del Puerco, ya en Chiclana, es una costa de pequeños acantilados, y pequeñas y bellas calas que se han hecho famosas a nivel nacional, siendo las más conocidas, la del Aceite, y las de Roche. Pero no son las únicas, también podemos encontrar la de Puntalejo entre otras muchas. La altura de los acantilados es escasa, alcanzando a lo sumo los cinco o diez metros, siendo generoso, y con una textura completamente arcillosa en el que es fácil que tanto mar como viento vayan deshaciendo trozos de acantilados y roca, como si fueran azucarillos en el café. En cuanto a vegetación, domina la clásica formación costera de Andalucía occidental, de pinos piñoneros (p.pinea) acompañados por sabinas (juniperus phoenicia), enebros (juniperus macrocarpa), palmitos (chamaerops humilis) o el lentisco (pistacia lentiscus) entre otros. Además en algunos tramos se pueden ver formaciones de eucaliptos rojos (eucaliptus camaldulensis) así como pies sueltos de pinos negrales (p.pinaster) cipreses (cupressus supervirens), éste último en las zonas que bordean a Puntalejo o Fuente del Gallo. También conviene destacar la presencia de la planta carnívora Drosophyllum lusitanicum. Entre la fauna podemos destacar al camaleón común en los pinares y al fartet en el río Roche. Ahora en otoño esta zona boscosa al pie del mar ofrece estampas preciosas en la multitud de senderos existentes por la zona. Protegida por la Red Natura 2000 a nivel europeo, debería de completarse con otro grado de protección como el Paraje Natural entre otros. 

Cipreses salvajes.

Interior del bosque de Roche.

Río Roche.

Palmitar.

Enorme enebro rastrero.

Las raíces llegan al borde mismo.

Efecto del viento sobre la vegetación.


Enebro marítimo.

  • La zona sur, por el contrario, es absolutamente llana, al nivel del mar, y despejada en absoluto, sin apenas arboleda alguna. Hablamos de un enorme playón atlántico, en el que hay que andar bastante hasta llegar a la orilla, así como del prado anterior a la misma. También hay que tener en cuenta al río Salado, que desemboca justo al lado del pueblo, y donde se pueden ver fauna de ribera, así como de marisma en su desembocadura. Además hay algunas pequeñas lagunas y marismas que vienen a completar el paisaje. Pero lo más importante, aparte de la playa, como ya he mencionado es el bello pastizal, verde en época de lluvias, ocre en verano, y multicolor en primavera. Siempre lleno de reses retintas, ofrece una de las estampas más bellas de nuestra provincia. Aquí podemos encontrar especies de aves tanto marinas, como frailecillos, pardelas o araos entre otras, y sobre todo en invierno, así como de marismas y sistemas lacustres, espátulas, garzas o garcetas, y para finalizar, como no, con aves esteparias, como el sisón, el alcaraván o la canastera. Desgraciadamente, solamente el tramo del río Salado se encuentra protegido como ZEC por la Red Natura 2000, el resto, queda desprotegido, sólo salvado por PGOU de la localidad conileña, y que puede estar sujeto a cambios rápidos con cualquier cambio de gobierno. Sería conveniente proteger esta franja costera, así como la contigua del Palmar, y Zahora, tan sujetas actualmente a las presiones turísticas. La ruta más aconsejable, sale del mismo paseo marítimo del pueblo y se recorre en el límite entre la playa y el propio prado. 

Sectores de marisma.

Desembocadura del río.

Sendero.

Prado de Castilnovo.

Sector lacustre.

Prado, laguna y playa.

Riqueza herbácea.

Búnker semienterrado.

Ganadería retinta.

 Como hemos podido observar, por desgracia, un paisaje tan bello, y semisalvaje, puede verse afectado por un nuevo proceso urbanizador, que estoy seguro ocurrirá, tal que se levante de nuevo otra burbuja inmobiliaria que tanto padecemos en España, es hora de proteger este rincón y el del Palmar, antes de que la economía ladrillera y el dinero fácil hagan como han hecho con la costa chiclanera o la de Costa Ballena, tanto destrozo, para tan poca rentabilidad económica y laboral, en un pueblo necesitado de una economía auténtica, y sostenible. Un saludo desde el sur. 

sábado, 15 de septiembre de 2018

Baños árabes.

 Hoy he optado por una entrada de carácter recopilatoria, de esas a las que tanto recurro para mostrar algunos de los lugares extraordinarios que he visitado, y una vez más, apostillo que no es necesario ni coger un avión ni viajar largas distancias para ver grandes obras arquitectónicas en nuestra tierra. Andalucía debe así mismo su monumentalidad, y el enorme tamaño de sus centros históricos, comparados con los de otras comunidades autónomas, a una de las culturas más luminosas y ricas culturalmente de Europa, como lo fue Al Andalus. Gran parte del legado urbano y arquitectónico que hemos heredado se debe a ellos, junto a la civilización romana, y entre las obras que aún pueden observarse, encontramos a los baños árabes, a los que eran tan aficionados los andalusíes,  todavía se encuentran repartidos varios ejemplos de éstos por distintas ciudades y pueblos. Todos contaban con tres salas: una de agua fría, otra cálida y una templada, en las que los distintos usuarios se relacionaban socialmente entre ellos, pudiéndose hablar de cualquier cosa, desde negocios hasta temas más mundanos entre otros. Desgraciadamente, no puedo incluir los baños árabes de Jaen, famosos y espectaculares, pero al carecer de medios gráficos propios he decidido no incluirlos, por otro lado, aunque actualmente no se encuentre en suelo español, he añadido un pequeño apartado sobre los de Gibraltar, situados en el museo local, cercano a Main Street, ésto es así, porque en aquellos tiempos, la ciudad perteneció a los reinos de Córdoba, y hasta al de Granada, en el siglo XIV, tiempo en el que la plaza fue conquistada por los castellanos. Una vez más, ahí van como la sota de bastos:

  • Jerez de la Frontera: Dentro de nuestra provincia encontramos uno de estos recintos dentro del Alcázar jerezano, y que formó parte del palacio del gobernador o wali de la localidad en tiempos almohades. Ello se puede ver en su típica y sobria arquitectura de ladrillo visto cocido similar a las construcciones norteafricanas procedentes sobre todo de lo que hoy es Marruecos, y que también se puede observar en la Giralda sevillana. Sin más adornos que las típicas estrellas (lucernas) que se dibujan en el techo para que entre la luz, los baños árabes jerezanos aún así impresionan por su armonía y belleza de una cultura proveniente del desierto.  

  • Gibraltar: Muy cerca de nuestra provincia, en el territorio británico de Gibraltar podemos encontrar una de las mejores muestras dentro de lo que fue Al Andalus, conservados dentro del museo local, ponen una muestra aún más exótica en un museo que conserva un claro sabor británico. Dicho edificio se sitúa en lo que fue el terreno del palacio del gobernador de la dinastía merinida, siendo éstos utilizados de establo durante un largo periodo de tiempo, hasta principios del XX, cuando se institucionalizó el museo. 

  • Ronda: La localidad rondeña conserva uno de los mejores y más completos ejemplos de este tipo de edificios, situados en la parte más baja de la ciudad, no son fáciles de localizar, y su horario es escaso, y por tanto difícil de visitar para los que podemos visitar la ciudad en un fin de semana solamente. Pese a todo, recomiendo la visita a este recinto que permite comprender como funcionaban gracias a su sofisticado sistema hidráulico, su sala central es sencillamente impresionante. Originario del XIII, se construyó en los primeros tiempos de la dinastía nazarita. 

  • Córdoba: En la capital cordobesa encontramos uno de los escasos ejemplos de baños califales que aún nos quedan en pie. Como es costumbre en dicha dinastía, las columnas de mármol suelen sostener unos arcos de herradura bastante cerrados, el resto de salas sorprenden por su enorme tamaño, pues fueron usados por los califas y toda su corte; el recinto conserva un jardín, un pequeño museo, así como parte del sistema hidráulico utilizado. 

  • Granada: La bella localidad conserva, como no podía ser de otra manera, de más de un ejemplo, en dos de los sitios más emblemáticos de la ciudad, como son el barrio del Albaicín y el recinto palaciego de La Alhambra, de carácter claramente distinto en su función pública o privada a lo que se refiere no dejan de impresionar de distinta manera:
    • La Alhambra: Como no podía ser de otra manera, el mayor recinto palaciego de Al Andalus que se conserva en la actualidad, se encuentran dentro del palacio de Comares, destacando su azulejería y sus mármoles que decoran las distintas salas entre tanta sobriedad, aunque mucha de su decoración procede de las distintas restauraciones cristianas posteriores. En los laterales se conservan los espacios destinados al descanso y a los vestuarios, y una galería superior desde donde se dice que el monarca observaba a sus mujeres. 
    • El Bañuelo, en el Albaicín: Uno de los tres que se conservan, es no obstante el más conocido y mejor conservado; de época Zirí, se conservan perfectamente. Como curiosidad, destacar la reutilización de capiteles romanos, visigodos y califales en una política recicladora muy típica de los musulmanes españoles. Sin apenas decoración, toda arquitectura consta de ladrillo visto, salvo en las columnas y muros, que son de hormigón. 

  • Ceuta: Fuera de nuestra comunidad autónoma y continente, pero cerca de nuestra provincia, encontramos uno de los ejemplos más desconocidos de nuestra nación. Junto a los de Gibraltar uno de los pocos ejemplos de arquitectura merinida de la zona.  De ladrillo visto y arcos de herradura mayormente, se conserva milagrosamente gracias a una concienzuda labor de restauración de principios de este siglo. Como curiosidad destacar la presencia de letrinas, no muy cómodas como se puede adivinar. 


 Termino esta entrada disculpándome una vez más por todos aquellos ejemplos que faltan, muchos de ellos magníficos, pero la falta de material gráfico me obliga, una vez más a acortar una entrada que podría ser más larga, pero también más pesada. Un saludo desde el sur. 

miércoles, 15 de agosto de 2018

Saudade...

 Saudade, es un sentimiento de difícil explicación, que sin embargo encontró una clara definición entre nuestros vecinos portugueses, y no, no creo particularmente, que sea nuestra gallega morriña, algo que tiende a la nostalgia de tiempos pasados, o tierras que nos vieron nacer y que ahora se encuentran lejanas. La saudade es algo con lo que se respira cierta angustia, un jarro de agua fría en una realidad que puede encontrarse edulcorada por nosotros mismos, es como un aceptar de manera resignada los golpes del destino, un adiós que duele, una tristeza controlada. Tal vez no lo entiendan si no visitan Portugal, y prueben a hablar con sus habitantes, y comprobar que tras una sonrisa y una espléndida educación que muchos quisiéramos para nuestra tierra, existe una sensación de anhelo y triste realidad que se expresa en su manifestación folclórica más conocida, el fado; un canto desgarrador de dolor y pena, que muchas veces también expresamos nosotros con nuestro flamenco. Aunque en el caso portugués, a diferencia del andaluz, se diferencia en que nos encontramos ante un concepto más abstracto, y que no versa sobre un hecho en concreto, sino sobre una percepción de la realidad que a veces podemos a llegar a maldecir, porque se ha llevado algo que teníamos, y ahora nos falta, puede ser el mar, o el destino, simplemente, como podemos comprobar en O mar, de Madredeus. 

 Hace ya un buen puñado de años que visité el Algarve portugués, casi por estas fechas, y hace un par, que fui para Lisboa, epicentro de la saudade mundial, y pude observar, y tal vez contagiarme, de una sensación de ahogo sin sentido alguno en el que uno se conforma con lo que le viene, y necesita en cierto modo como una droga, pero que en el fondo detesta como una prisión sentimental que uno pisa sin haber condena ni culpa de por medio. Y es que casi hay que decirlo son más de las veces en las que las ilusiones se desvanecen en el tiempo como la arena o la ceniza en el aire. Hay días tan tristes en los que uno nota como el alma se rompe en mil pedazos, y hoy puede ser ese, en los que uno ve el futuro venidero se convierte en un otoño sin colores. Y por ello, siempre es recomendable visitar nuestra nación vecina, donde una estrecha y solitaria carretera te lleva a una playa desierta o un cabo ventoso con un alto acantilado, como San Vicente, donde uno puede olvidar o recordar cualquier cosa o momentos mejores, y tener la sensación de encontrarse en el fin del mundo. O visitar un pueblo blanco a la sombra de un castillo, de calles desiertas, vacías, cuyo silencio sólo se ve roto por el canto incesante de las chicharras bajo un calor tan aplastante como puede ser la propia vida en muchas ocasiones. O pasear por la noche en las viejas calles adoquinadas de la Alfama lisboeta, con sus antiguas casas decoradas de azulejos ruinosos, y sentarse en una espartana fonda en la que sólo hay un mobiliario de madera, y un ventilador y un televisor, que llevan ahí desde hace cuarenta años. 

 Portugal, y muchos pueblos del Algarve, aún esconden ese alma poeta tan propia de nuestros vecinos, incluso en aquellos en los que el turismo de masas ha roto su esencia tan pura, como sucede en el litoral del Mediterráneo español. Pero recuerdo como ayer, cuando el último día de mis vacaciones en Carvoeiro, visité por última vez el pequeño supermercado de Miguel, un hombre que nos cayó bien a todos los que lo conocimos en aquel viaje. Y cuando me despedí de él, comentándole que era nuestro último día, hizo un gesto de resignación, y un pequeño chasquido con la boca, y nos dijo: Todo se acaba, todo se acaba... pura saudade, pura resignación portuguesa. Y es que muchas veces las palabras pueden ser más contundentes y útiles para el desahogo que las lágrimas. Un saludo desde el sur. 







domingo, 5 de agosto de 2018

Playas con búnkeres.

 Es plena temporada de playa, y muchas de las áreas litorales de nuestra provincia se encuentran adornadas por búnkeres abandonados en el olvido más absoluto de las administraciones locales y autonómicas. No son aquellas, las fortalezas estéticas y románticas medievales o modernas que luchaban contra piratas e invasiones normandas por ejemplo; de hecho, en prácticamente ninguno de estos edificios de hormigón se ha efectuado un solo disparo, al menos en tiempos de guerra. ¿Pero por qué se encuentran en nuestra provincia, y en muchos otros litorales españoles o territorios fronterizos este tipo de fortificación contemporánea? Hay que retrotraerse a los tiempos en los que Francisco Franco se encontraba claramente alineado con el Eje Italogermano en la II Guerra Mundial, pese a que declarara una poco disimulada neutralidad con espera de ver como acababan los acontecimientos. El dirigente español piensa que España sea uno de los puntos de entrada de los Aliados o que una vez vencidos Hitler y Mussolini, el Caudillo sea el siguiente en caer. No obstante se trata de un pensamiento esquizofrénico y paranoico, pues España bien poco importa a las potencias anglosajonas. No obstante, se efectúa toda una linea de fortificaciones a lo largo de la costa española, especialmente en Cádiz, que incluye distintos búnkeres, nidos de ametralladoras, torres, y demás tipos de edificios hormigonados y protegidos. Así pues como una curiosidad que puede visitarse en uno de los paseos playeros que puedan ustedes efectuar este verano, sea algunas de estas fortificaciones, algunas ya vencidas por el paso del tiempo, y la bravura del mar. No están todas, pero sí algunas destacadas; ahí van como la sota de bastos:

  • Camposoto, San Fernando: Empiezo por la de mi propia ciudad, donde en su playa podemos encontrar dos búnkeres en relativo buen estado, aunque con una conservación que va de mal en peor por años. La imagen de los dos edificios en la orilla con el fondo de la isla con el castillo de Sancti Petri es una de las más icónicas de la localidad. Además, se pueden encontrar semienterradas varias fortalezas modernas, como la de Urrutia en la Punta del Boquerón.





  • Puntalejo, Fuente del Gallo, Conil de la Frontera: Nos trasladamos a una esquina acantilada situada entre dos playas, la primera es una pequeña cala familiar mientras que la segunda es bastante amplia, y bastante familiar. En medio de ambas, literalmente empotrado se encuentra el pequeño búnker, de relativo fácil acceso y visita. 

  • Castilnovo, Conil de la Frontera: Justo detrás de la playa, colindando ya con el prado posterior, se encuentra semienterrado un búnker de grandes proporciones y dificultosa visión para los enemigos que intentaran tomar la playa. Alrededor del mismo, pastan con mayor tranquilidad, que aquellos soldados que montaron guardia, la ganadería retinta tan típica de la tierra nuestra.

  • Carteia, San Roque: Situada justo en una pequeña cala, en la bahía de Algeciras, junto a una torre almenara, y dentro del recinto de las ruinas romanas de Carteia, en este caso, apuntando claramente hacia Gibraltar. Es todo un ejemplo a seguir en recreación y restauración por parte de las autoridades y expertos como modo divulgativo y de conservación, pues dentro se pueden observar escenas y mobiliario de los tiempos de la posguerra. Es visitable dentro del circuito de las ruinas romanas, y su interior es asombrosamente amplio. 





  • Los Lances, Tarifa: Justo en el límite del centro urbano de la ciudad más meridional de la península podemos encontrar un búnker de respetable tamaño, situado junto a una loma cercana a la playa y a la isla de las Palomas, como forma de control del estratégico Estrecho de Gibraltar; justo encima del mismo, se encuentra el castillo de Santa Catalina, una obra romántica neogótica del XIX.



  • Playa de los Alemanes, Tarifa: Justo antes de llegar a dicha playa, y junto a unos acantilados pertenecientes a la sierra de la Plata, situados entre Zahara de los Atunes y dicha playa, podemos encontrar éste búnker extraordinariamente bien conservado, pese a que se enfrenta a diario con los envites del mar, pues se halla situado entre las rocas en la misma orilla. La espectacularidad de los verdes acantilados, de frondosa vegetación y el mar, hacen del lugar una de las estampas más adoradas de la provincia. 

Termino la pequeña lista de playas con búnkeres existentes en la provincia, estoy seguro de que hay más, pero no dispongo de material gráfico para ello. No obstante, espero que disfruten de su visita a la playa, y aporte ésta entrada, un pequeño conocimiento más del lugar. Un saludo desde el sur.  

domingo, 29 de julio de 2018

La palmera humilde.

Ejemplar de palmito.
 Que España es un país con gran tradición en el cultivo y naturalización de las palmeras no cabe duda, de hecho, se encuentra incrustada dentro de la propia cultura popular de la nación, como ocurre, por ejemplo en los Domingos de Ramos. Sin embargo, aunque parecen llevar toda la vida ahí, palmeras canarias y datileras, llegaron posteriormente a la conquista de los árabes en el caso de la segunda, y de la exploración y conquista de las Islas Afortunadas las primeras. Del resto, ya se sabe, fueron traídas con mucha posterioridad, lo más pronto a mediados del siglo XIX, aunque en su mayoría, como las washintonias, se harían común por el sur, al principios del XX, y las coco plumífero típica de todas las rotondas, casi ya, para finales del mismo, principios del XXI. Curiosamente, circula por la red una serie de noticias, asociada al parecer a la Comunidad Valenciana, en la que se habla de una palmera autóctona similar a la datilera, y que antaño fuera común en todo el levante y sudeste peninsular, llamada phoenix iberica, aunque desconozco si esto, entra más dentro de la leyenda, lo científico o lo pseudocientífico. Y por lo tanto, prefiero no opinar. 

Frutos del palmito.
La especie tolera poco los arenales.
 No obstante, sí que hay una pequeña palmera, del tamaño de un matorral, cuyo nombre científico confirma el título de ésta entrada, Chamaerops humilis, y que sí que es natural de la península, distribuyéndose a lo largo de toda la costa mediterránea, desde Gerona hasta El Estrecho, y la franja atlántica andaluza, además del valle del Guadalquivir hasta Córdoba más o menos, y El Algarve portugués. En concreto en nuestra provincia gaditana, la presencia de estas palmeras llegan a alcanzar incluso cotas superiores a los 1.000 metros en Grazalema. Además, famosos fueron los palmitares cercanos a la laguna de La Janda, donde residían las últimas poblaciones de Torillo andaluz, una pequeña avecilla con aspecto a una codorniz, y que se cree actualmente extinguida en España. Nuestras tierras, y en concreto las espesuras de los palmitares permitieron tener su último refugio en nuestra tierra, junto a Doñana. Otra curiosidad de estas pequeñas palmeras es como su cogollo sirve de recurso gastronómico en la zona, y es frecuente en las ventas y restaurantes las ensaladas de palmito, ello impide la presencia de ejemplares de gran porte, salvo en las zonas escarpadas y de montaña, donde la mano del hombre tiene complicada su llegada, y donde llegan a adquirir un porte arbustivo o casi arbóreo. Además, a diferencia del resto de palmas que crecen en muchas ocasiones en solitario, nuestro palmito, suele hacerlo en grupos espesos, que además, suelen tener un punto de origen común, lo que permite un rico sotobosque donde se pueden refugiar multitud de pequeñas especies como ya mencionamos anteriormente con el extinto torillo andaluz. Su fácil adaptabilidad le permite crecer tanto en suelos arcillosos (aunque puedan inundarse con facilidad) como calizos, y es posible observarla en serranías compartiendo ecosistema con algunos abetos pinsapos, así como con pinos piñoneros o carrascos en las áreas costeras. Precisamente, en los acantilados forma una curiosa asociación junto a la sabina o al enebro. No obstante, parece resistírsele las zonas de arenas sueltas y dunas, prefiriendo que las mencionadas especies de juníperos o los pinos de diversa clase le abran el camino, edafológicamente hablando.

La especie se adapta a sitios inundables
 Así pues, hablamos de una especie de palma de lo más curioso en éste planeta, y la única netamente mediterránea y europea, junto a la palmera de Creta (Phoenix theophrasti), un matorral que cubre amplias extensiones de nuestra provincia, y que acompaña a todas las especies arbóreas, desde acebuches y alcornoques, hasta a distintas clases de pinos. Una de las estampas más típicas de nuestra tierra, y que como todo aquello que es humilde, sólo se le echa en falta cuando ya no está. Un saludo desde el sur.

Ganadería retinta y palmitos, típica estampa gaditana.
Magnífico ejemplar en la sierra de San Bartolomé.