domingo, 7 de abril de 2013

Grazalema

 La primavera tan lluviosa que llevamos ha hecho que el diluvio de Noé quede como una llovizna al lado de lo que ha caído, por ejemplo, en la población con más índice de precipitaciones de España: Grazalema. La blanca población serrana ha registrado 1.000 litros sólo en el mes de marzo. Desde luego es algo que no es común, pero tampoco raro; no obstante, lo normal es una media de unos 2.200 al año, que suelen caer a lo largo del invierno, teniendo una larga sequía en verano. Lo que indica una alta torrencialidad. En algunos años las lluvias superaron los 4.000 litros, son el caso de los años 2.009 y 1.989.

 Pero Grazalema no es solo famosa por las precipitaciones, sino que con mérito expande su nombre por todo el panorama nacional. Uno de los principales (méritos) es dar nombre a una serranía, y su consiguiente parque natural, declarado en 1.989 por la Junta de Andalucía, y que además tuvo el mérito, junto con Ordesa y Monte Perdido, en ser la primera Reserva de la Biosfera que la UNESCO declaró en España. También estuvo a punto de ser parque nacional en época republicana, pero todo quedó en nada. El culto al abeto endémico, que es la joya del parque y del pueblo, queda patente en una de las plazas principales de la localidad, donde se puede observar con porte señorial, solitario, en paraje donde se pueden observar un bello ejemplar; y dos vistas interesantes: una primera desde un balcón donde se logra ver la serranía, y otra donde se ve al pueblo, junto a su montaña, y sus bosques. También la urbe destacó por ser zona de bandoleros famosos, al igual que cualquier serranía andaluza. Aquí destacó el Tempranillo, quien se movía por la zona rondeña amargando la vida a muchos de aquellos que se internaban por estas tierras. Ciertamente, el tiempo le hizo convertirse en mito.


  Todo no son lluvias, bosques y bandoleros. Y aunque centrado en la vecina población de Villaluenga, Grazalema también participa activamente en la producción de unos quesos que han ganado merecida fama en los últimos tiempos: el Payoyo. Variedad sacada de la leche de oveja payoya, endémica de éstas montañas. Pero es otro producto el que se lleva el estrellato: sus famosas mantas y ponchos. De calidad suprema, y que sirven para abrigarse en tan frías tierras montanas.


 También goza la localidad de un urbanismo de origen andalusí perfectamente conservado. Siendo una de los pueblos blancos más conocidos de la famosa ruta sureña. El encalado roza, en muchas ocasiones, la exageración, pero nos traslada a una suerte de Belén navideño. Recomendaría terminar viendo uno de los principales monumentos de Grazalema: la iglesia de la Aurora. De piedra vista, y que se mimetiza con el fondo montañoso. Con el sol, la plaza que sirve de antesala a la iglesia, se llena de terrazas de bares y bullicio. Con la lluvia, al atardecer, sólo se oye el golpeo de la lluvia contra el suelo. El silencio domina todo, la plaza, y las estrechas calles que la circundan. Un saludo desde el sur.








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