No es que nadie sepa situar a la ciudad de Osuna en el mapa, pues estoy seguro de que, al menos, entre muchos de los andaluces occidentales podríamos, más o menos acertar. Ya en la zona oriental, y de Despeñaperros para arriba, sólo algunos lograrían situarla en el mapa. Sin embargo, pese a ser una ciudad totalmente agraria, su tamaño es bastante respetable (unos 18.000 habitantes), y su casco histórico, de los más completos que he conocido. Y no son pocos los que he visto a conciencia. De la localidad habría que destacar su impresionante Colegiata, y su austera, pero bella, Universidad, la primera de Andalucía en ser fundada, y hoy instituto de secundaria. De los restos arqueológicos romanos e íberos, que dieron origen a la ciudad de los osos (de ahí el nombre de Osuna, Urso en latín) aún quedan restos abandonados, y muy descuidados, en una loma cercana a dichos monumentos. Ningún habitante de la ciudad se los va a recomendar, ni siquiera en la, siempre cerrada, Oficina de Turismo. Pero merece la pena subir a verlos.
Sin embargo, de lo nombrado no voy a hablar hoy, pues serán objeto de otra entrada, y cada una por separado, pues ya en solitario darían para veinte entradas. Tampoco voy a hablar de los múltiples monasterios e iglesias, porque haría un artículo interminable. Solo comentaré, y de modo muy general, la belleza de las muchas fachadas palaciegas que existen en la ciudad, y que son desconocidas para aquellos que no visitaron la localidad. Pero que impresionan a todo el que se moleste un poco en conocerla. Todo comienza en el Renacimiento, cuando los caballeros calatravos ceden la ciudad a Don Pedro Téllez de Girón, cuyos descendientes recibirán el título nobiliario de Duques de Osuna en pleno reinado de Felipe II. Todos ellos serían unos mecenas, y en el llamado Siglo de Oro español, a caballo entre el XVI y el XVII, la ciudad será mimada con multitud de obras de arte. La arquitectura barroca y renacentista se aplicará con caprichosas formas en sus fachadas. Y multitud de palacetes empiezan a jalonar las calles de la localidad. Es la etapa de esplendor irrepetible de una localidad que llegó a competir con la propia Sevilla.
Todos los palacios merecen la pena, pero destaca entre todos el del Marqués de la Gomera, de impresionante fachada barroca y materiales nobles. Justo al lado, en la calle San Pedro, se pueden encontrar encadenados unos tras otros, varios palacios barrocos, entre los que destaca la fachada de la Cilla del Cabildo, con una pequeña Giralda en relieve, donde se debiera encontrar un frontón, para mayor juego de volúmenes, dentro de un barroquismo en una fachada que es todo movimiento. Por detrás del Ayuntamiento es de destacar el palacio del Marqués de Cepeda, con dos figuras dieciochescas, y que sirvió como juzgado. Hoy día, como la mayoría de los palacetes, se encuentran en un estado de abandono lamentable. Como una pequeña torre palacete, que se encuentra en la estrecha calle Martos, más propia del norte español que del sur. Por último, destaco el edificio donde se encuentra la mencionada Oficina de Turismo, que era el antiguo Pósito de la ciudad.
Podría continuar, pero el empacho de arte y buena arquitectura termina por llenarnos a todos. Es como una suerte de pequeña Florencia en medio de la interminable campiña sevillana. Pero ésta, a diferencia de la italiana, está abandonada a su suerte, y mientras tanto, los palacios se caen a pedazos. Un arco, como no, renacentista, nos despide del casco histórico, pero creánme, que volveremos. No obstante, se nos hace necesario un descanso. Un saludo desde el sur.
PD: Ahí van varias fotos de varios palacetes y calles de la localidad, algunos son repetidas (cuestiones caprichosas del Linux).
chapeau
ResponderEliminarMuchas gracias, Don Manuel.
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