Continuamos con las crisis económicas que han marcado, y cambiado, el rumbo de la historia. Ahora nos ocupamos de la época moderna, donde ya se perciben elementos comunes a los de hoy día, entre los que entran, por ejemplo, las famosas burbujas. Sin más, sigo enumerando.
- Crisis del Siglo XVII.
Antes de entrar en una crisis, con su burbuja propia, hay que pararse a describir la crisis globalizada que supuso el siglo mencionado, a nivel general. Entre los causantes se encuentra la denominada Pequeña Edad de Hielo, un periodo de varios siglos (hasta el XIX) en el que los inviernos fueron anormalmente fríos. Solo baste recordar la infinidad de pinturas con la imagen del Támesis helado. La peste bubónica hizo asimismo estragos. Y la población europea, recuperada en los dos últimos siglos volvió a reducirse. Otro asunto eran los interminables conflictos, que arrasaban, sobretodo Centroeuropa, y que costaban muchos recursos de las grandes naciones beligerantes, como era el caso de España. Se producen dos hechos claros, en el cambio de hegemonía: una primera, en la que la Francia de Richelieu, primero, y del Rey Sol, después, se convierte en potencia dominante. Y una segunda, y tal vez más importante, en la que el eje de poder económico pasa del Mediterráneo y el sur, hacia el Atlántico y el norte, es el principio del poderío holandés y del inglés. Pero la primera, aún tendría, una sorpresa desagradable, tratada en el siguiente punto.
- Crisis de los Tulipanes. Año 1637.
Estamos tal vez, ante la primera burbuja financiera de la historia, tal y como hoy día lo conocemos. Fue un exceso especulativo, que como en todas las burbujas posteriores, se ven a toro pasado como una locura. Todo empezó cuando acababa de nacer una de las primeras Bolsas bursátiles del mundo, la de Amsterdam. Se negociaba en ella de todo, incluida una flor traída por el embajador de Holanda en Turquía: el tulipán. La belleza de la misma empezó a ser una fiebre entre todos los ciudadanos, siendo el primero en pagar una cifra prohibitiva Carolus Clusius, botánico flamenco. Luego, la retirada española de Centroeuropa, y la brillante situación monetaria de la zona, concurrió para que existiera una euforia generalizada. Así pues, un bulbo pasó de costar unos veinte florines a unos 6.000, que llegó a costar la especialidad más cara. Lo mismo que una casa en el centro de la capital holandesa. Encadenando esto, hubo listos que se aprovecharon vendiendo derechos de adquisción de bulbos de un año para otro, cambiando los mismos, de una mano a otra, y a otra...multiplicándose más el precio, ¿les suena?. El estallido llegó el cinco de febrero de 1.637, cuando llegó el rumor en el mercado de Haarlem de que no había comprador alguno. Todo el que pudo se deshizo de lo comprado, y las ventas de derechos fluyeron de manera rápida, cayendo con ello el precio en picado. Aún hoy día, y desde 1.850, existe la mayor subasta de flores en el mundo, en Aalsmeer, desde donde se exporta el 80% de las flores que se venden.
- El Fraude de las Acciones. Año 1720.
Un enorme engaño que desestabilizó a toda la economía del momento. Y que fue creada, solamente por dos hombres: John Blunt y John Law. El primero desde Londres con su Compañía de los Mares del Sur, y el segundo, aunque escocés, cometió el enorme fraude desde París, con la Compañía del Mississipi. Pero todo empezó antes, cuando España tuvo que firmar el Tratado de Utrech, abriendo parte del comercio americano al resto de potencias. Entonces, ambas compañía lograron que tanto Inglaterra como Francia cedieran sus deudas públicas, y para colmo de despropósitos, ambos estados autorizaron a venderlas como acciones a terceros. Así pues, intencionadamente, se crean rumores sobre los enormes beneficios comerciales producidos en los intercambios en el nuevo continente, cuando la realidad, estos eran más bien escasos. Cayeron en la compra todos los estratos sociales, desde los más humildes, hasta el propio rey Jorge I. Y entre ellos, también, Isaac Newton quien perdió 20.000 libras. Lo enrevesado de los fines de estas acciones hacían imposible ver el valor final de las mismas. Law, fundó incluso, un banco con capacidad de imprimir papel moneda, y patrocinado por la Corona Francesa: el Banque Royale. En el citado año, los propios creadores del fraude empezaron a vender sus acciones en vista de que la burbuja no podía crecer más, junto con el ministro de Economía inglés, John Aislabie. El resto siguieron cayendo. Tanto en Londres como en París empezaron a circular rumores de que algo iba mal, y como en todo crack, las ventas de las acciones corrieron como la pólvora, cayendo estrepitosamente los precios, y ni compañías, ni bancos pudieron devolver el dinero de los accionistas, cayendo muchos en la ruina. Hubo quince suicidios en las puertas del Banque Royale. Al menos, Aislabie fue condenado y encarcelado por corrupción. No todas las naciones, ni juzgados pueden decir lo mismo.
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