Imaginaba un pueblo silencioso, en el que al andar por la calle solo escuchara mis pasos; pero me equivoqué, y por muy manchega que sea, Almagro es una localidad bastante animada, con sus calles llenas de gente, y con bastante gusto para el teatro. Hay un Museo del Teatro, hay un teatro a la italiana, como cualquiera de los actuales en todas nuestras urbes, y que es del siglo XIX. Bastante recomendable de visitar, por cierto. Y por último, está su famoso Corral de Comedias, probablemente, el último que quede tal cual, del XVII, en nuestra nación. O sea que la vida cultural está garantizada, y la gastronómica también. En el plano religioso, abundan las iglesias y conventos, y en el urbano los palacios del Siglo de Oro se reparten alrededor del centro neurálgico de la localidad. Este punto es la Plaza Mayor, construida en el siglo XVII, en la época de mayor esplendor de la urbe.
La plaza, como todas las plazas principales, nacieron de forma planeada, para albergar el mercado, cuyos puestos se ubicaban debajo de los soportales. En el siglo XVII, cuando se construyen la mayoría de plazas mayores de España, en su mayoría porticadas, no existían lo que hoy denominamos mercados de abastos. Eso es un concepto posterior, del XIX. Pero había que habilitar un espacio para la compra de los ciudadanos que venían a cubrir sus necesidades. La Plaza Mayor de Almagro no es porticada, ni siquiera cerrada por los cuatro lados. Sino que es rectangular, y abierta por sus dos lados más estrechos, donde se pueden encontrar, en el lado Este, al propio Ayuntamiento del pueblo, cuya última restauración fue en el siglo XIX; la iglesia del Convento de San Agustín, y un palacete bastante sobrio. En el lado Oeste, se levantan unos jardines donde antiguamente existía la antigua iglesia de San Bartolomé, y el Palacio Maestral, bastante tranformado. Sin embargo, lo más llamativo de la plaza son los dos lados mayores, donde se puede admirar la típica arquitectura manchega de vigas de maderas y ladrillos. Pero con la peculiaridad de que la plaza tiene ochenta y cinco columnas de piedra de orden toscano, que sirven de apoyo a los soportales; y sobre todo, lo que llama poderosamente la atención son sus dos pisos acristalados, algo más propio de la arquitectura del norte que del sur. Este tipo de acristalamiento es muy propio, por ejemplo, de lugares como La Coruña. Aunque eso sí, en un principio, los balcones fueron abiertos, como cualquier plaza manchega. El cerramiento vino más tarde, tal vez, en recuerdo de los Fugger, banqueros alemanes de Carlos V, a quienes arrendó las minas de Almadén, dando lugar al despegue de Almagro. Siempre se dice que el acristalamiento viene de los recuerdos germánicos de aquellos que vinieron para quedarse . Un trozo de Alemania, en el centro de España.
Muchos operadores de viajes organizan la visita a Almagro durante una tarde. Que en mi opinión, se antoja escasa; con un día se puede disfrutar del amplio patrimonio de la ciudad. No obstante, el resto de los pueblos cercanos también tienen grandes monumentos, dignos visitar, y el tiempo, siempre es escaso. Pero al menos, si uno acude a su imaginación, y la deja volar, verá por aquellos callejones manchegos a siniestros espadachines, buscadores de fortunas, y gente de mala vida, de aquella España del Siglo de Oro. Y en Almagro, las calles parecen haberse quedado ancladas en aquellos tiempos. Solo los coches, nos despertarán del letargo. Un saludo desde el sur.