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domingo, 27 de abril de 2014

Plaza Mayor de Almagro

Imaginaba un pueblo silencioso, en el que al andar por la calle solo escuchara mis pasos; pero me equivoqué, y por muy manchega que sea, Almagro es una localidad bastante animada, con sus calles llenas de gente, y con bastante gusto para el teatro. Hay un Museo del Teatro, hay un teatro a la italiana, como cualquiera de los actuales en todas nuestras urbes, y que es del siglo XIX. Bastante recomendable de visitar, por cierto. Y por último, está su famoso Corral de Comedias, probablemente, el último que quede tal cual, del XVII, en nuestra nación. O sea que la vida cultural está garantizada, y la gastronómica también. En el plano religioso, abundan las iglesias y conventos, y en el urbano los palacios del Siglo de Oro se reparten alrededor del centro neurálgico de la localidad. Este punto es la Plaza Mayor, construida en el siglo XVII, en la época de mayor esplendor de la urbe. 


 La plaza, como todas las plazas principales, nacieron de forma planeada, para albergar el mercado, cuyos puestos se ubicaban debajo de los soportales. En el siglo XVII, cuando se construyen la mayoría de plazas mayores de España, en su mayoría porticadas, no existían lo que hoy denominamos mercados de abastos. Eso es un concepto posterior, del XIX. Pero había que habilitar un espacio para la compra de los ciudadanos que venían a cubrir sus necesidades. La Plaza Mayor de Almagro no es porticada, ni siquiera cerrada por los cuatro lados. Sino que es rectangular, y abierta por sus dos lados más estrechos, donde se pueden encontrar, en el lado Este, al propio Ayuntamiento del pueblo, cuya última restauración fue en el siglo XIX;  la iglesia del Convento de San Agustín, y un palacete bastante sobrio. En el lado Oeste, se levantan unos jardines donde antiguamente existía la antigua iglesia de San Bartolomé, y el Palacio Maestral, bastante tranformado. Sin embargo, lo más llamativo de la plaza son los dos lados mayores, donde se puede admirar la típica arquitectura manchega de vigas de maderas y ladrillos. Pero con la peculiaridad de que la plaza tiene ochenta y cinco columnas de piedra de orden toscano, que sirven de apoyo a los soportales; y sobre todo, lo que llama poderosamente la atención son sus dos pisos acristalados, algo más propio de la arquitectura del norte que del sur. Este tipo de acristalamiento es muy propio, por ejemplo, de lugares como La Coruña. Aunque eso sí, en un principio, los balcones fueron abiertos, como cualquier plaza manchega. El cerramiento vino más tarde, tal vez, en recuerdo de los Fugger, banqueros alemanes de Carlos V, a quienes arrendó las minas de Almadén, dando lugar al despegue de Almagro. Siempre se dice que el acristalamiento viene de los recuerdos germánicos de aquellos que vinieron para quedarse . Un trozo de Alemania, en el centro de España. 


 Muchos operadores de viajes organizan la visita a Almagro durante una tarde. Que en mi opinión, se antoja escasa; con un día se puede disfrutar del amplio patrimonio de la ciudad. No obstante, el resto de los pueblos cercanos también tienen grandes monumentos, dignos visitar, y el tiempo, siempre es escaso. Pero al menos, si uno acude a su imaginación, y la deja volar, verá por aquellos callejones manchegos a siniestros espadachines, buscadores de fortunas, y gente de mala vida, de aquella España del Siglo de Oro. Y en Almagro, las calles parecen haberse quedado ancladas en aquellos tiempos. Solo los coches, nos despertarán del letargo. Un saludo desde el sur.













lunes, 21 de abril de 2014

Por los palacios de la desconocida Osuna

 No es que nadie sepa situar a la ciudad de Osuna en el mapa, pues estoy seguro de que, al menos, entre muchos de los andaluces occidentales podríamos, más o menos acertar. Ya en la zona oriental, y de Despeñaperros para arriba, sólo algunos lograrían situarla en el mapa. Sin embargo, pese a ser una ciudad totalmente agraria, su tamaño es bastante respetable (unos 18.000 habitantes), y su casco histórico, de los más completos que he conocido. Y no son pocos los que he visto a conciencia. De la localidad habría que destacar su impresionante Colegiata, y su austera, pero bella, Universidad, la primera de Andalucía en ser fundada, y hoy instituto de secundaria. De los restos arqueológicos romanos e íberos, que dieron origen a la ciudad de los osos (de ahí el nombre de Osuna, Urso en latín) aún quedan restos abandonados, y muy descuidados, en una loma cercana a dichos monumentos. Ningún habitante de la ciudad se los va a recomendar, ni siquiera en la, siempre cerrada, Oficina de Turismo. Pero merece la pena subir a verlos. 


 Sin embargo, de lo nombrado no voy a hablar hoy, pues serán objeto de otra entrada, y cada una por separado, pues ya en solitario darían para veinte entradas. Tampoco voy a hablar de los múltiples monasterios e iglesias, porque haría un artículo interminable. Solo comentaré, y de modo muy general, la belleza de las muchas fachadas palaciegas que existen en la ciudad, y que son desconocidas para aquellos que no visitaron la localidad. Pero que impresionan a todo el que se moleste un poco en conocerla. Todo comienza en el Renacimiento, cuando los caballeros calatravos ceden la ciudad a Don Pedro Téllez de Girón, cuyos descendientes recibirán el título nobiliario de Duques de Osuna en pleno reinado de Felipe II. Todos ellos serían unos mecenas, y en el llamado Siglo de Oro español, a caballo entre el XVI y el XVII, la ciudad será mimada con multitud de obras de arte. La arquitectura barroca y renacentista se aplicará con caprichosas formas en sus fachadas. Y multitud de palacetes empiezan a jalonar las calles de la localidad. Es la etapa de esplendor irrepetible de una localidad que llegó a competir con la propia Sevilla.

Todos los palacios merecen la pena, pero destaca entre todos el del Marqués de la Gomera, de impresionante fachada barroca y materiales nobles. Justo al lado, en la calle San Pedro, se pueden encontrar encadenados unos tras otros, varios palacios barrocos, entre los que destaca la fachada de la Cilla del Cabildo, con una pequeña Giralda en relieve, donde se debiera encontrar un frontón, para mayor juego de volúmenes, dentro de un barroquismo en una fachada que es todo movimiento. Por detrás del Ayuntamiento es de destacar el palacio del Marqués de Cepeda, con dos figuras dieciochescas, y que sirvió como juzgado. Hoy día, como la mayoría de los palacetes, se encuentran en un estado de abandono lamentable. Como una pequeña torre palacete, que se encuentra en la estrecha calle Martos, más propia del norte español que del sur. Por último, destaco el edificio donde se encuentra la mencionada Oficina de Turismo, que era el antiguo Pósito de la ciudad.

 Podría continuar, pero el empacho de arte y buena arquitectura termina por llenarnos a todos. Es como una suerte de pequeña Florencia en medio de la interminable campiña sevillana. Pero ésta, a diferencia de la italiana, está abandonada a su suerte, y mientras tanto, los palacios se caen a pedazos. Un arco, como no, renacentista, nos despide del casco histórico, pero creánme, que volveremos. No obstante, se nos hace necesario un descanso. Un saludo desde el sur.


 PD: Ahí van varias fotos de varios palacetes y calles de la localidad, algunos son repetidas (cuestiones caprichosas del Linux).






















sábado, 12 de abril de 2014

El Castillo de Silves.

 El Algarve es un territorio francamente bello, y relativamente monumental, pero ciertamente, mucho de su patrimonio medieval se ha visto afectado por dos hechos concatenados que vinieron a cambiar la fisonomía de las ciudades. Una primera, es el famoso terremoto de Lisboa de 1.755, y el segundo, es su consiguiente maremoto, que fue, si acaso, más destructivo que el primero. No obstante, Sillves, precisamente, por estar en el interior, y en un otero, logró salvar gran parte de su patrimonio medieval. Y hoy día es la ciudad monumental, por excelencia,de la región.



 La ciudad conserva una catedral gótica, varias iglesias, murallas, palacetes, etc. Pero tal vez, su monumento más visitado y cuyos muros encierran más historia es su castillo. Que era el centro político del antiguo reino de taifa de Silves. Independiente del de Sevilla, hasta que el todopoderoso rey Al Mutamid la tomó, como terreno propio, en su miniimperio del sur. Todavía sigue existiendo el palacio donde vivía dicho rey, el llamado Palacio de los Balcones. También fue un célebre habitante el poeta Ibn Ammar. Tanto poeta como rey acabaron sometidos ante los Almorávides. Que siguieron fortaleciendo el amurallamiento. Sin embargo, los mejores días de Silves como capital de reíno taifa habían pasado. Desde que Al Mutamid dio importancia como centro administrativo a Sevilla, tanto almorávides como almohades, secundaron la capitalidad de la ciudad hispalense en detrimento de Silves, Arcos, Jerez y por supuesto Córdoba. Antaño centro de gloriosas estampas. El castillo, no obstante, sigue estando habitado, a decir por muchos lugareños, por el espíritu de una princesa árabe que se pasea por los jardines. Sin embargo, la figura más imponente se encuentra a la entrada: la enorme estatua de Don Sancho I, el primer monarca cristiano que tomó Silves.


 La subida es costosa, el mismo empedrado del centro histórico del pueblo es digno de estudio, pues forma como una serie de mosaicos en los que hay que distinguir que clase y color de adoquines no resbalan. Asimismo, la pendiente es considerable, sobre todo si se sube  con 40º de temperatura como las de aquel agosto del 2.013. Pero merece la pena poder observar el único palacio musulmán que se conserva en Portugal (no íntegro), y el mejor monumento de Al Andalus en el país vecino. Un saludo desde el sur.

















domingo, 6 de abril de 2014

Dos calles con tres mil años de historia.

Mattan.
 Aprovechando el tirón de la puesta en valor del yacimiento del Cómico, hemos aprovechado mi padre y yo, para observar los restos del Cádiz más antiguo que existe: el Gadir de los fenicios. Una leyenda que ha costado trabajo encontrar por los arqueólogos, y un título honorífico, el de ciudad más antigua de occidente, que se ha visto confirmado de hace unos años para acá, a la sazón de los restos encontrados, pero que ha sido un auténtico quebradero de cabeza para los historiadores. Durante años se han escrito libros y artículos con las más diversas teorías, siendo la más extendida (hasta ahora) entre los gaditanos, la del siglo XIX, en la que se afirmaba que los restos de la ciudad fenicia estaban bajo del mar. En parte, con razón, y en gran parte, sin ella. Veremos el porqué.

 Hasta mediados de la década pasada (del 2.000 al 2.010), sólo se habían encontrado en la ciudad diversas necrópolis, y un templo de tipo fenicio en la Casa del Obispo, con su lujoso anillo de oro sacerdotal incluido. El resto, eran exvotos, ánforas, y diversos objetos relacionados con la muerte, incluyendo a los famosos sarcófagos antropoides de mármol. Sin embargo, como ya hablé hace varios años en una entrada sobre los misteriosos asesinatos de Puertas de Tierra (relacionados con el mundo fenicio también. Ver: http://miramosalsur.blogspot.com.es/2011/10/los-misteriosos-asesinatos-de-puerta.html), se deduce a raíz de los restos encontrados que hubo un gran incendio en el siglo VI a.c. Si bien, como es lógico, no se sabe a que se debe, si a alguna batalla, o en cambio, pudo ser fortuito. Sea como fuere, arrasó la ciudad, llevándose por delante a bastantes víctimas. Los restos encontrados en el antiguo Teatro Cómico, actual de Títeres, vienen a confirmar la urbanización del antiguo Gadir, al menos, en lo que era el siglo IX a.c. Se pueden observar varias cosas curiosas, aparte de un cadáver  que se fracturó la pierna al intentar, asfixiado, huir del humo (se sabe que no murió quemado). También se encuentran los restos de un gato, la cabeza de una vaca; dos calles, una principal y más antigua, y otra más estrecha y en zigzag, que sortea la pendiente existente creada por una duna. También se pueden observar varias viviendas, de las cuales, dos conservan un horno de uso doméstico en sus respectivas cocinas. En el estrato romano, se pueden observar los restos de una fábrica de salazones, y una cisterna romana, que se conserva íntegramente, y sobre la que se apoya lo más curioso para mí: ¡una tubería de plomo!. Algo que jamás hubiera imaginado en la tecnología latina. Hay otra cisterna que se conserva bien y que se transportó íntegra al parque de Varela.


 Con ello se confirma la típica estructura fenicia en sus ciudades: una pequeña ciudad principal con su puerto en un islote o península (en aquellos tiempos había un canal que comunicaba la Caleta con la bahía), una ciudad en tierra firme (Doña Blanca) que cumplía la función de abastecer a la primera en lo que se refiere a agricultura y ganadería, y varios templos repartidos en varios promontorios o islotes, los cuales serían de Baal y Astarté en la Caleta, y el Melkart o Hércules en la actual isla de Sancti Petri. Queda por ver que papel cumplía la isla de San Fernando, donde se ha encontrado la mayor industria alfarera fenicia y púnica de la antigüedad, y de cuya isla, no se sabe el nombre, aunque se presupone que es Antípolis. He aquí un pequeño resumen de las conclusiones sacadas de los distintos yacimientos de la bahía. Pero es más que recomendable la visita in situ, pues podrán ver con sus propios ojos, y mucho mejor explicado, lo que aquí se expone. La visita es gratuita, con pases por grupos de hasta treinta personas. La visita, tras el vídeo, es libre, pero merece la pena escuchar las explicaciones de la arqueóloga que sirven para aclarar, de manera eficaz, lo que para los profanos, como nosotros, puede ser bastante abstracto. Un saludo desde el sur.