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lunes, 20 de marzo de 2017

Rincones ocultos de la provincia de Cádiz.

 Ayer fue el día de San José, y en términos históricos tal día como hoy se constituyó la Constitución de Cádiz en 1.812. Y como reconocimiento a tan importante evento, se escogió tal día como nuestro día provincial. Y es que aunque todas las provincias de España son preciosas (todas las de Europa diría yo), a cada uno le tira su tierra, y la mía, suele además, tener la buena cosa de juntar paisajes, naturaleza, monumentos, restos arqueológicos, y un sol que brilla incluso en los días de lluvia. No quiero hacer un texto largo, ni nada que diga algo nuevo que a todos asombren. Esta entrada es solo un homenaje a la provincia en la que he nacido, me he criado y en la que aún vivo, por ello escojo algunos rincones, a modo personal y totalmente subjetivo, para el disfrute de algunas de las mejores postales de nuestra tierra, eso sí, casi todos son rincones poco conocidos para los foráneos. Ahí van, y un saludo desde el sur. Por anticipado.

  • Alameda Apodaca. Cádiz. Aunque conocida para los locales, no es la estampa que más se vende de la ciudad de cara al turismo, y en cambio, para mí es de las más bonitas de la capital, mucho más que otras promocionadas. Se juntan aquí murallas, baluartes, cañones, garitas, jardines decimonónicos con árboles impresionantes (algunos con metros de diámetro), azulejerías y fuentes regionalistas sevillanas, palacetes de evocaciones americanas, muchos con leyendas de fantasmas, y estatuas grandiosas, como la del Marqués de Comillas. Si a eso le añadimos un atardecer como el de la foto, la elegancia y la coquetería que siempre caracterizó a la localidad están garantizados.

  • Playa de Punta Cantera. San Fernando. Un rincón muy poco conocido, que se encuentra muy cercano al centro comercial Bahía Sur. Por lo tanto, apenas a unos pocos cientos de metros se pueden observar la mayor de las aglomeraciones y la más absoluta soledad de una de las playas más recónditas de la ciudad. Interior a la bahía, como la de la Casería, tiene al igual que ésta, carácter fangoso. Pero no obstante, la fortaleza dieciochesca, los polvorines (del XVIII al XX), el espigón, la playa y la avifauna, como los correlimos de la foto, dan lugar a una estampa desconocida y única de La Isla.

  • Tajo del Águila. Algar. No es un lago escocés, los olivos lo desmienten, es el embalse más grande de la provincia, y que abastece a la poblada zona de la bahía y Jerez. Es un regalo a medias entre el hombre y la naturaleza, el ser humano contuvo las aguas, pero éstas, desde mucho tiempo antes, crearon el desfiladero y el tajo algareño, donde se pueden alquilar casas rurales, navegar a vela en el pantano y ver sobrevolar a los buitres leonados desde una cercanía que sorprende. En la foto podemos observar lo bello de sus atardeceres, y más con tiempo revuelto como es el caso.

  • Calle Cuna. Arcos de la Frontera. Pocas veces se puede encontrar una calle de un pueblo en dos lugares muy distintos y muy distantes. Es una de las curiosidades de esta provincia. Esta misma vía fue una de las elegidas para representar a Andalucía en el Pueblo Español, en Montjuic, para la Exposición Internacional de 1.929, donde hay una réplica exacta. Hay otra escogida para la misma exposición de la localidad de Tarifa. La de aquí, es muy anterior, y fue judería en tiempos medievales, de hecho, a media altura, se conserva, en unas viviendas, los restos de una sinagoga gótica.

  • Barrio Alto Nazarí. Benaocaz. Es curioso escoger la única calle donde no vive nadie del pueblo. Sin embargo, es uno de los rincones más bellos de la pequeña localidad serrana, y el núcleo fundacional y más antiguo, de origen medieval, pues testimonia la presencia de los últimos habitantes musulmanes de la dinastía nazarita en la península. Es un sitio tranquilo, solitario, sencillo y silencioso, de casas de piedra y calles de adoquines invadidos por el verdín.

  • Palacio de los Ribera. Bornos. Toda una sorpresa en la provincia, pues salvo los paisanos del lugar, pocos conocen, incluso en la provincia, uno de los mejores palacios de la zona. Ligado en origen, a los mismos dueños del Palacio de Pilatos de Sevilla, en el cual se conservan algunas detalles que se llevaron de aquí. Es el mejor ejemplo, de largo, de renacimiento italiano en la provincia, al igual que el resto del pueblo. Llama la atención de las gárgolas de las arcadas de la foto, donde se pueden ver elementos de influencia prehispánicas de América, tales como un jaguar o un águila. En dicho patio, da la sensación de que puede salirte Alatriste o Malatesta a desafiarte. Su visita es gratuita, y en enfrente se come barato y bueno.

  • Torre del Rocadillo de Carteia. San Roque. Torre vigía típica del sur español, propia del XVI, de tiempos de Felipe II, y que servía para la vigilancia de las costas para advertir de los frecuentes ataques piratas que sufría la zona, ya fueran berberiscos o ingleses. Aparte del interés arquitectónico, tiene el paisajístico, pues desde ella se observa toda la Bahía de Algeciras. También el histórico y el arqueológico, pues se encuentra situada en el yacimiento de Carteia, con restos romanos principalmente, pero también púnicos y bizantinos entre otros. Justo al lado, se puede encontrar un búnker (bastante bien musealizado) que se preparó para una eventual entrada de España en la II Guerra Mundial, por supuesto, mirando hacia Gibraltar. Cerca, los restos de un pequeño castillo nazarita y meriní, la torre de Cartagena, siendo éste uno de los pocos ejemplos arquitectónicos de esta dinastía norteafricana en nuestro país, junto a los restos de Algeciras y las murallas ceutíes. 

  • Balcón del castillo. Castellar de la Frontera. Todo el pueblo viejo, encerrado en el castillo, es una joya, pero dentro de la belleza de sus calles, sus plantas, flores y torres nazaríes, hay una estrechísima y dificultosa calle, pues baja en muy dura cuesta, pero no se preocupe, es corta, y el premio es más que generoso, pues al terminar ésta, se abre a un balcón que da vistas a el embalse del Guadarranque y al parque natural de Los Alcornocales, una de las mayores reservas de bosque mediterráneo del mundo.

  • El bosque que se inunda. Chiclana de la Frontera. No ocurre todos los años, pero sí la mayoría de ellos. No es tampoco un sitio escondido, es en la conocida, por algo, Carretera de las Lagunas, que sirve para ir a la famosa playa de La Barrosa. Por lo tanto es un punto muy transitado por el tráfico. Pero me apuesto lo que sea, a que sólo un pequeño porcentaje se fija que este pequeño bosquete de pinos y eucaliptos, se suele inundar entre diciembre y febrero (según la generosidad de las lluvias). Y menos, que en ella habitan ardeidas como garcetas grandes y comunes, garcillas, y otras zancudas como las cigüeñas comunes. Todo se debe a la vecindad del bosque con la laguna de la Paja, endorreíca, que puede permanecer seca meses, pero se desborda en tiempos de precipitaciones.

  • Acantilados de Roche. Conil de la Frontera. Si por algo es conocida la localidad es por sus playas, pues son espectaculares, y las hay de todo tipo, playones como la de los Bateles o Castilnovo, pero también es conocida por sus pequeños y bellos acantilados areniscosos, que esconden pequeñas calitas recónditas como las de Roche, muchas de ellas de carácter nudista. La carretera que bordea los acantilados, ofrece uno de los mejores paisajes de la provincia: con sabinas, enebros, palmitos, y pinos con forma de bandera a causa del fuerte viento marino e incluso torres vigías del XVI. Las aves marinas, completan una bella estampa de un lugar con el que uno ha soñado siempre.

  • Puerto del Boyar. Grazalema. Aunque la estampa engañe, no es Alaska, es el sur de Andalucía. Y aunque el pueblo sea una belleza, he optado por la espectacularidad de la naturaleza montañosa de uno de los rincones más lluviosos de España. Donde la frondosidad de los bosques de pinos, quejigos, encinas, acebuches, cedros, y abetos pinsapos, entre las frecuentes nieblas, contrastan con los grises farallones de las rocas calizas que dominan el paisaje. 

  • Plaza del Mercado. Jerez de la Frontera. Una estampa que aún conserva pura medievalidad y renacimiento. El lugar parece anclado en el XVI, si la vista de los coches de la foto no nos chivaran tiempos actuales. Es el centro de un barrio monumental que tuvo tiempos mejores, con numerosos y ruinosos palacios del XVI al XVIII, e iglesias góticas y mudéjares, algunas, del siglo XIV. El origen medieval de la plaza ya se lo da el nombre, por tanto, sobran las explicaciones, a la izquierda, la gótica y mudéjar iglesia de San Mateo, a la derecha, el renacentista palacio de los Riquelme, también renacentista es la fuente de mármol central, procedente de la Cartuja, y aunque no se vean, dos palacetes más, uno del XVIII, donde está el museo arqueológico, y otro de origen gótico, el de San Blas, tristemente abandonado. Las palmeras, terminan de completar un paisaje muy sureño. 

  • Baños de la Reina Mora. Jimena de la Frontera. Aquí destaco el bello y verde paisaje de Los Alcornocales que se puede observar desde el castillo del pueblo (toda una joya a visitar). En el centro de la imagen, uno de los pocos ejemplos provinciales de arquitectura mozárabe rupestre que quedan en la provincia, y del que se conservan unos pocos restos ruinosos. En tiempos perteneció a la comunidad cristiana en tierras musulmanas allá por el siglo IX, y que se rebelaron contra el emirato omeya cordobés, capitaneados por el caudillo godo Omar Ben Hafsun, creando el señorío independiente y cristiano de Bobastro, que duró casi un siglo.

  • Ermita del Marqués de Larios. Los Barrios. La influencia de Gibraltar en la comarca no sólo se nota en ciertas palabras y expresiones de origen anglosajón que han quedado en la zona. También en la arquitectura, especialmente, la del XIX, donde hay claros ejemplos de intercambio cultural. Las soluciones tomadas son de estilo colonial inglés, similar al que se puede ver en otros lugares tropicales, que estuvieron bajo soberanía británica en el siglo decimonónico. Nació para servir como templo para los trabajadores que trabajaban en las fincas del Marqués de Larios. Aunque se encuentra dentro del recinto de un hotel, hoy en día, se puede visitar, e incluso se da misa para los vecinos de la zona.

  • Castillo y Alcazaba. Medina Sidonia. De la localidad se conoce mucho de su monumentalidad, bien promocionada por el ayuntamiento asidonense. Pero pocos se aventuraban hasta hace poco a subir a la fortaleza, que a juzgar por los restos excavados, es una de las mayores de la provincia, una de las que más historia ha tenido y una de las más disputadas. La razón de ello es su pura centralidad provincial, desde donde se puede observar todas las ciudades de la Bahía de Cádiz, Jerez de la Frontera, Alcalá de los Gazules, y hasta Arcos de la Frontera entre otros. Por lo que quien poseía la fortaleza tenía la llave para controlar gran parte del territorio provincial actual. Su origen es romano, como certifican sus grandes sillares, posteriormente fue alcazaba árabe, como muestran su tapial de ladrillo visto de tipo almohade, luego en la parte más baja se construyó un castillo en periodo cristiano, en la que en una de sus torres se dice que fue encerrada la reina Doña Blanca de Borbón, esposa que fue del llamado rey Don Pedro I el Cruel, tras su primera noche de matrimonio. Y por último, conserva una fortaleza francesa, de cuando el asedio a Cádiz y San Fernando en el XIX. Tanto la historia como las vistas merecen la pena, de día como de noche. 

  • Santuario de los Remedios. Olvera. La localidad serrana merece destacar por muchos motivos. Pero he decidido escoger un recóndito rincón junto a la carretera que la une a Torre Alhaquime y a Setenil. En un principio, fuera del recinto, el templo apenas llama la atención, una santuario más, junto a una venta, en lo más rural de Andalucía, sólo las vistas del pueblo coronado por su castillo nazarita y su iglesia neoclásica en la lejanía nos entretienen algo. Pero una vez dentro la cosa cambia. El interior es de una riqueza asombrosa, solo explicada por la absoluta devoción de los lugareños. El interés es arquitectónico y artístico, pues tanto la iglesia y el claustro se encuentran llenos de frescos barrocos que nos trasladan a otros países como Portugal o Italia, por su calidad plástica y horror vacui. La cantidad de macetas y plantas del mencionado claustro aporta más frescor y belleza al lugar, y en éste, una pequeña habitación, donde los devotos a la Virgen depositan fotos y recuerdos (algunos de muchos años) de aquellos por los que se piden. El sitio concentra toda la emoción e interés posible, y al ver aquellas imágenes, uno cabe preguntarse que fue de la vida de aquella gente, deseando que su suerte fuera a mejor.

  • Palacio de los Medina Sidonia. Sanlúcar de Barrameda. La ciudad del Bajo Guadalquivir, fue un puerto importante tras el descubrimiento de América, de aquí salieron las naves en las que Magallanes y Elcano dieron la primera vuelta al mundo. También fue por ello ciudad ducal, y son dos los palacios aristocráticos que compiten en la localidad en belleza e importancia (además de la infinidad de palacetes burgueses de comerciantes de las Américas): el de los Montpesier o Duques de Orleans, y el de los de Medina Sidonia. El primero es del XIX, y sirvió para poner las bases de la arquitectura neomudéjar que dominaría el cambio de siglo en Andalucía, siendo heredero directo Aníbal González. El segundo, que es el que escojo, tiene un carácter tradicional andaluz, y su antigüedad se remonta, al menos a tiempos árabes, de los que se conservan distintos arcos de herradura, algunos apuntados, además de algunas otras estancias medievales. En el resto domina la arquitectura renacentista y barroca del XVI al XVIII, destacando en la fachada una rejería manuelina portuguesa. El palacio, para completar, también tiene sus historias de fantasmas, como no podía ser de otra manera.

  • Calles de las Cuevas y río Guadalporcún. Setenil de las Bodegas. Todo un clásico de nuestra provincia, y sin embargo, no por ello menos embaucador. Aunque realmente no sea el centro histórico de la ciudad, pues éste se encuentra en torno al castillo y a la iglesia principal, las dos calles de las Cuevas de la Sombra y la del Sol, no dejan indiferente a nadie con sus casas cuevas dentro del tajo o pequeño cañón que el río Guadalporcún ha excavado. Zona muy animada de la población, llena de bares y vida. En cambio, unos kilómetros más allá, mirando hacia Torre Alháquime encontramos uno de los pequeños parajes naturales más desconocidos de la provincia: el de los Escarpes del río Trejo. Continuación del mismo Guadalporcún (ambos nombres son para el mismo río), y continuación del mismo cañón, ya en plena naturaleza.

  • Plaza del Ángel. Tarifa. La localidad más sureña de la España peninsular no podía faltar, gracias a su riqueza paisajística e histórica que la han hecho famosa. Sin embargo, no he optado por ninguno de sus monumentos más conocidos, de los cuales, algunos nos trasladan a la misma Tánger. En cambio de nuevo he preferido destacar uno de sus templos más discretos, en una recogida y coqueta plaza llena de enredaderas y flores que destacan entre sus destelleantes casas blancas. La belleza del templo (siglo XVIII) es indiscutible, no obstante, destaca la originalidad de su solución arquitectónica, en una portada que no recoge el típcio barroco gaditano, sino que por el contrario adopta fórmulas portuguesas, sin un motivo claro en concreto que se sepa.

  • Calle de la Silla Vieja. Vejer de la Frontera. Es ésta una escondida y recóndita vía, que se encuentra fuera de los circuitos tradicionales turísticos de la población, ya que realmente, no pertenece al centro histórico. No obstante, es de las más bellas de la localidad, pues se encuentra adornada por macetas y parterres llenas de flores que contrastan con el blanco de sus casas. Asimismo, ha sabido conservar su auténtico aire a pueblo. De belleza reconocida, ha ganado varios certámenes de patios andaluces, en una comunidad, donde estos, se cuidan hasta la saciedad. La calle, sin salida, desemboca en los Jardines del Califa, un hotel y restaurante de comida magrebí que se encuentra situado en una serie de edificios que van desde el siglo X al XVII.

  • Cabo de la Plata. Zahara de los Atunes. Aunque la población es una pedanía de Tarifa, y no una entidad independiente, he decidido incluirla aparte, pues ya es conocida de sobra en los circuitos turísticos nacionales. La localidad destaca por la belleza de sus playas, como la de los Alemanes o la de Atlanterra, entre ambas, se encuentra una serie de pequeños y verdes acantilados a causa de la sierra de la Plata, que viene a desembocar justo en el mar. Entre las rocas batidas por el océano, se encuentra un solitario búnker, entre los muchos construidos en la provincia, por si acaso España entraba en la II Guerra Mundial, evitar un desembarco aliado. El nombre de la playa vecina, de evocaciones germánicas, también tiene al parecer orígenes en tan aciago conflicto. Demasiado urbanizado todo en los últimos años, resultó bochornoso la demolición del hotel abandonado y toda la farándula política en los medios, para al final, haber acabado peor que en los años noventa. Aún así, quien tuvo, retuvo, y la sierra y el mar, conservan el verdor y la belleza por las que se hicieron famosas.

sábado, 27 de junio de 2015

Paisajes rojos.

Lago en la Peña del Hierro.
 No es esta una entrada de grandes profundidades, ni muy técnica, ni histórica si quiera. Tiene un poco de todo, pero más que nada, de admiración. Uno se puede quedar horas asombrado mirando un paisaje desangelado, desolado, apocalíptico, pero precioso en su sobriedad. Hay rincones que bien podían haber sido un escenario de Juego de Tronos o del Hobbit, son edificaciones extrañas, abandonadas que se sitúan en las entradas de las minas. Y usted se preguntará que rincón de nuestra región reúne todo ésto, pues las Minas de Riotinto. Aunque más de la mitad de los parajes se encuentra en terreno de dicho pueblo, que nació al amparo de las propias extracciones, comparte paisajes mineros con Nerva, entre otras poblaciones.

Trenes abandonados.
Río Tinto.
 Sin olvidar al propio pueblo de Minas de Riotinto, al que ya le dedicaremos la entrada propia que se merece, es recomendable visitar el propio parque minero de Rio Tinto, desde un tren antiguo propio del XIX o principios del XX, restaurado para los turistas, y que ofrece una buena panorámica de las propias minas. En el propio viaje podemos observar las escombreras de desechos minerales, las propias excavaciones, a un joven río Tinto sortear los barrancos, vías y trenes "olvidados" en este rincón del fin del mundo...El propio bosque que rodea a la mina es artificial, repoblación de principios del XX para hacer más respirable este microcosmos. Todo ello en un viaje de una hora y media, en un antiguo ramal de la vía que unía Rio Tinto con la propia Huelva, y cuyo viaje terminaba en el llamado Muelle del Mineral. El final del actual viaje termina, como no podía ser de otra manera, en el propio río, el Tinto, que da nombre (y paisaje marciano) a la zona. Se puede uno acercar a la orilla y hacer fotos, pero hay que tener cuidado con mancharse con el agua del río, porque el óxido no sale de la ropa. La cantidad de sulfuros de metales pesados que lleva es la que da color. Pese a lo que se piense, la contaminación del río no se debe a ningún proceso humano (por lo menos hasta la llegada a Huelva capital), sino al propio lixiviado de los minerales en la montaña en la que nace. Y lo que es más curioso a la oxidación microbiológica por unas bacterias que son las únicas capaces de vivir aquí, y que de hecho son las únicas que lo han logrado a lo largo de los tiempos, pues no hay fósil de ningún animal que se haya encontrado en el lecho del río, lo que da veracidad a que todo es un proceso natural, extraño, pero natural, sin  que la mano del hombre haya intervenido, al menos en un principio. Hasta la propia NASA se ha acercado a estudiar las bacterias que viven en el lugar, para sus estudios relacionados con el planeta Marte. Y es que esto es un trozo del planeta rojo en la Tierra. Algo único en el mundo. 

Minas y Canteras.
 Otro rincón digno de destacar, es algo más contemplativo, y menos científico o apocalíptico. Es la famosa Peña del Hierro, a la cual acuden múltiples pintores y fotógrafos desde los distintos lugares del mundo, gracias a su cromatismo. Se entra por unas minas abandonadas, su exterior es digno de un relato fantasioso como El Señor de los Anillos, se accede por una galería (hay que ponerse casco), y se atraviesa tan solo unos doscientos metros, para llegar a una especie de balcón que da lugar a un pequeño lago inserto en una antigua cantera a cielo a abierto, de aguas, como no, rojas. La tierra también es roja, y solo el verde de los pinos rompen con tanto predominio rojizo. Aquí es donde todo el mundo se para a admirar las maravillas que la naturaleza (y en este caso la mano del hombre) nos puede deparar. Una sorpresa más, un lugar único, en una provincia donde el medio nos depara verdores serranos a un par de kilómetros y humedales a una hora y media de carretera, del mundo rojo en el que ahora nos encontramos. Un saludo desde el sur.


Mina de Peña del Hierro.

Paisaje marciano.

Aguas rojas del Tinto.

Paisaje del Tinto.




domingo, 26 de abril de 2015

El parque natural como alma de San Fernando.

 Antes de empezar, he de decir que nací aquí, y además, siempre me he sentido orgulloso de mi ciudad. Siempre me ha gustado, su historia, sus monumentos, su alegría, su ambiente, etc... Cada uno escoge una ciudad a su medida, y la mía concuerda con mis gustos. Sin embargo, si tengo que escoger, para mi entender, hay algo que distingue a La Isla del resto del mundo: su paisaje, y su naturaleza, mitad salvaje, mitad transformada. Actualmente, la bahía de Cádiz, es reconocida como Parque Natural por la Junta de Andalucía, zona Ramsar y Zona de Especial Protección para las Aves (ZEPA) por los organismos internacionales como la ONU, y Lugar de Interés Comunitario dentro de la Red Natura 2.000. Tal vez, pocos espacios naturales puedan presumir de tanto curriculum en tan poco espacio, aunque también sus amenazas son notables. También, en nuestra tierra, se puede presumir de facilidad para avistar aves, sin que éstas se escondan demasiado, mostrándose, a veces en extremo, confiadas con la presencia humana.

 Puedo decir sin riesgo a caer en la exageración, ni en la nostalgia, que de no haber nacido aquí, jamás hubiera sido aficionado a la naturaleza, ni me hubiera preocupado por ella, pues aquí el que no avista un ave es porque no mira para arriba...o para el frente. Desde el mismo puente que salva el caño del molino de Zaporito, donde siempre "vive" una garceta común, en plena ciudad; o desde el paseo marítimo de Bahía Sur, donde se acercan garcetas, garzas, limícolas, e incluso flamencos. O desde el centro de la ciudad, uno puede observar, según que horas, distinta avifauna: por la mañana, recién amanecido, en invierno es posible ver volar por encima de las casas a los cormoranes; al atardecer, los que vuelan por encima son los flamencos. Dentro del mismo ecosistema urbano, no hay barrio sin cernícalos primillas, y en las zonas del Parque, o del Observatorio, si uno está atento en la noche, es posible observar la fantasmagórica y blanca impoluta figura de la lechuza, en alguna de sus cacerías nocturnas. Eso sólo sin salir de la ciudad, pero si uno coge el camino del "colesterol", y decide irse a "andar" por algunos de los senderos del parque que salen desde nuestra ciudad, podrá perder una mañana o una tarde observando fauna. Casi todos están a un cuarto de hora o veinte minutos andando, casi ninguna ciudad de nuestro entorno, o incluso, de nuestro país, puede decir eso. Y eso es lo que diferencia a San Fernando del resto, en que uno puede estar en el ruidoso y estresante ruido urbano, y bajar una calle, para encontrarse en el silencio más absoluto, sólo roto por el canto de alguna cigüeñuela, o del buitrón. Desde la lejanía, se observa la ciudad como otro mundo, sin embargo, basta dar dos pasos para volver a nuestra realidad. Pero si la avifauna no le atrae mucho, el parque natural le seguirá dando sorpresas de todo tipo, porque el patrimonio histórico y etnográfico también es digno de visitar. Nunca minusvalore las "tres piedras" o las casas abandonadas que vea en frente, pues allí seguramente se vivieron momentos históricos, decisivos para la historia de España. Y aunque vuelva a lo mismo, tal vez, escuche algún chillido extraño, o algún susurro, no se equivoque, no hay ningún alma en pena, sino aves, como las lechuzas y otras rapaces (de extraños y estridentes cantos), que habitan en estas viejas piedras abandonadas. Como una lección de que todo lo que construye el ser humano acaba tragándoselo la naturaleza. 

 Me he explayado más de lo que pensaba, pero debía contar cual es lo más importante para mí de nuestra ciudad, y es nuestro parque natural, nuestro paisaje, y su fauna, que han dibujado como un telón de fondo, visible, desde cada calle de nuestra ciudad. Y son demasiadas cosas, las que he dejado en el tintero. Me quedaron los correlimos corriendo por una de las últimas playas vírgenes de España, donde habita, además, entre sus retamas y dunas, una de las también últimas colonias de camaleones. También me quedó para otra ocasión, el mosaico multicolor de miles de aves en los esteros, el gracioso movimiento de las espátulas, el escándalo de los ánades con sus polluelos en primavera, el silencio absoluto cuando las rapaces como el milano negro o el ratonero se disponen a cazar...son muchas cosas que pueden llegar a asombrarnos. Y yo, todavía me quedo ensimismado, con la misma ilusión y curiosidad, que la de aquel primer día, en la que mi padre me llevó a las marismas de Camposoto para ir a ver aves. UN saludo desde el sur.





domingo, 22 de diciembre de 2013

Asta Regia y Tartessos.

 Imagínense una inmensa llanura, polvorienta en verano, y aún, inundable algunos inviernos, yerma, cultivada de cereales, pero sin un sólo árbol. Y una pequeña loma, verde, que rompe la monotonía del paisaje. Están viendo una zona desolada, no obstante, a tan sólo once kilómetros de la principal urbe (por tamaño) de la provincia gaditana, que es Jerez de la Frontera. Pero aún, cuesta más imaginar, en la soledad y en la decadencia que podremos encontrar, una de las zonas con mayor esplendor de la península. Sino la que mayor si ciertas teorías de que aquí se encontró la capital tartésica se llegan a corroborar.

 ¿Que razones llevan a pensar en ello?, pues el profesor y catedrático de la Universidad Autónoma de Madrid, Manuel Bendala, expuso varios puntos en el programa radiofónico Ser Historia, de Nacho Ares, hará algún tiempo ya. Entre ellos está:

 - Arqueología del paisaje: Ahora el aspecto del lugar difiere con el de entonces, la isla (hoy cerro), en el que se encontraba Asta Regia, estaba rodeada por un estero principal que comunicaba con toda la marisma, el Lago Ligustino (hoy Doñana); y el interior con la costa.

 - Nomenclatura del lugar:  El apellido de "Regia" (de época romana), indica que había un apelativo propio de un lugar en el que tradicionalmente se reconocía una vieja, y clásica, monarquía local.

 - El tamaño de un yacimiento: del que aún no se sabe casi nada. Su terreno es de dimensiones grandes, unas 40 hectáreas, lo que da una noción de su importancia. Para hacerse una idea, el yacimiento de Baelo Claudia ocupa unas 10 hectáreas. En ellos podremos encontrarnos restos tartesicos, romanos, e incluso árabes. (Este dato no vino reflejado en el programa, pero sí lo he recogido de otros textos).


  Incomprensiblemente, el yacimiento se encuentra abandonado a su suerte, y no hay siquiera un proyecto serio para ponerlo en valor de cara al público, ni tampoco un posible estudio por parte de los expertos. Pobre futuro, como presente, se ve en el horizonte de un yacimiento que hubiera merecido más. Un saludo desde el sur.

Imagen de Celtiberia.net