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domingo, 22 de septiembre de 2013

Casas gallegas en el sur.

 Hoy es una entrada sencilla, diáfana, sin complicaciones. Sólo voy a hablar, y de modo muy general, de urbanismo. Sin entrar a valorar más detalles, sin profundizar en nada, y siempre con conclusiones propias, pero sacadas de un contexto y de una lectura e informaciones pertenecientes a mi pequeña hemeroteca. Hace poco estuve en el casco histórico del Puerto de Santa María, bien conocido por muchos como "La ciudad de los cien palacios". 

 Sin embargo, he venido a pararme en la enorme influencia en la arquitectura local y más popular de una urbe que recibió auténticas masas de gallegos en busca del comercio con las Américas, y más tarde, de una vida mejor, en tiempos en los que en Galicia hubo menos industrias que aquí (ahora es al revés). El conjunto histórico de la ciudad del Guadalete es de claro origen moderno, posterior al siglo XV. Ello se ve en su trazado ortogonal: de calles rectas que se cruzan formando cuadrículas. Poco queda ya de la Edad Media, salvo el Castillo de San Marcos, el Monasterio de La Victoria, y la Iglesia Mayor Prioral. 

 El conjunto de casas mencionadas en el título, conservan graciosamente, una estructura de casa gallega: con soportales, algunos con arcos de medio punto y pilares gruesos, que bien recuerdan a los de Pontevedra o Santiago. Algunas balconadas de madera, e incluso en algunos tejados. Pero los adornos, decoraciones y pintura, responden al modelo típico andaluz: cal de blanco radiante, ribetes y salientes amarillos o añiles, azulejos e imágenes religiosas, entre otras cosas. No son abundantes, actualmente, este tipo de casas, y casi se circunscriben a la Ribera del Marisco y a las cercanías del río, donde los antiguos indianos levantaban sus casas de cara al comercio americano, ya que el mismo cauce, como entonces, era el muelle de la localidad.

 Hace tiempo que la gente del norte, Cantabría y Galicia, principalmente, no vienen para otra cosa que no sea turismo. Ya no hay futuro aquí. Queda sólo el pasado, y el recuerdo de mejores tiempos en los que aquí el comercio y la industria eran motores de una rica economía. Y El Puerto, una de las ciudades más ricas de España: sus cien palacios lo demostraban. Un saludo desde el sur.

Grupo de casas.

Al fondo a la derecha otro grupo de casas c.n soportales,

Plazoleta donde se observa una casa con soportal.

Antigua lonja.

sábado, 14 de septiembre de 2013

Una mirada al norte.

 Hoy vamos a cambiar de mirada, nos dirigimos al norte, a Galicia concretamente. Sé que es salirse de la norma en mis temáticas sureñas, pero el asunto lo requiere. El terrible verano, a nivel incendios, que tiene la comunidad gallega debe ser sin duda investigado a fondo. Y vamos a ver si la cosa, no llega a intereses de algún político con lucro en el monte. Porque tanta incompetencia, y tanto desmadre pirómano, tiene sin dudas tintes económicos.

 Quien no ha estado en Galicia, tal vez no lo entienda. Quien no ha estado, imagina una tierra verde (en eso no se equivoca) llena de robles carballos, y bosques en los que parecen que te van a salir un druida...pero no. Nada más llegar a la altura de Ponteareas, en las cercanías del Monte Aloia, uno se sorprende con la repoblación masiva de pinos marítimos (P. Pinaster), pero cuando se caen los pelos del sombrajo es a medida que uno se acerca a la costa: un monocultivo de eucaliptos blancos (E. Globulus) han acabado por robarle espacio a la vegetación tradicional. A la bella Galicia le han robado el alma, y ahora parece un remedo artificial de los alrededores de Sidney. Lo peor del tema es que la cosa se extiende cada año a más hectáreas.

 El monocultivo de eucalipto es el mayor negocio de mucho adinerado de allí arriba, dígase políticos, empresarios, e incluso, militares de alto rango de la zona de Marín o Ferrol. Un ejemplo es la isla de Tambo, en la ría de Pontevedra, que misteriosamente se queda calva cada equis años en los que los eucaliptos ya están "maduritos". La tala se convierte en masiva en dicha isla y en los montes de los alrededores, y donde antes había verde, ahora hay marrón. Y donde aún queda bosque autóctono, a quemarlo, que no es rentable. Han destrozado el Monte Pindo, Carnota y alrdedores, no hay perdón en ello, ojalá les caiga a los culpables un sentimiento de culpa proporcional al desastre que han creado. Merecen acabar con una vida llena de remordimiento, y con el mismo fuego en el alma, que ellos prendieron en el corazón de la tierra más verde de España. Un saludo desde el sur.

Actual paisaje gallego.