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miércoles, 15 de agosto de 2018

Saudade...

 Saudade, es un sentimiento de difícil explicación, que sin embargo encontró una clara definición entre nuestros vecinos portugueses, y no, no creo particularmente, que sea nuestra gallega morriña, algo que tiende a la nostalgia de tiempos pasados, o tierras que nos vieron nacer y que ahora se encuentran lejanas. La saudade es algo con lo que se respira cierta angustia, un jarro de agua fría en una realidad que puede encontrarse edulcorada por nosotros mismos, es como un aceptar de manera resignada los golpes del destino, un adiós que duele, una tristeza controlada. Tal vez no lo entiendan si no visitan Portugal, y prueben a hablar con sus habitantes, y comprobar que tras una sonrisa y una espléndida educación que muchos quisiéramos para nuestra tierra, existe una sensación de anhelo y triste realidad que se expresa en su manifestación folclórica más conocida, el fado; un canto desgarrador de dolor y pena, que muchas veces también expresamos nosotros con nuestro flamenco. Aunque en el caso portugués, a diferencia del andaluz, se diferencia en que nos encontramos ante un concepto más abstracto, y que no versa sobre un hecho en concreto, sino sobre una percepción de la realidad que a veces podemos a llegar a maldecir, porque se ha llevado algo que teníamos, y ahora nos falta, puede ser el mar, o el destino, simplemente, como podemos comprobar en O mar, de Madredeus. 

 Hace ya un buen puñado de años que visité el Algarve portugués, casi por estas fechas, y hace un par, que fui para Lisboa, epicentro de la saudade mundial, y pude observar, y tal vez contagiarme, de una sensación de ahogo sin sentido alguno en el que uno se conforma con lo que le viene, y necesita en cierto modo como una droga, pero que en el fondo detesta como una prisión sentimental que uno pisa sin haber condena ni culpa de por medio. Y es que casi hay que decirlo son más de las veces en las que las ilusiones se desvanecen en el tiempo como la arena o la ceniza en el aire. Hay días tan tristes en los que uno nota como el alma se rompe en mil pedazos, y hoy puede ser ese, en los que uno ve el futuro venidero se convierte en un otoño sin colores. Y por ello, siempre es recomendable visitar nuestra nación vecina, donde una estrecha y solitaria carretera te lleva a una playa desierta o un cabo ventoso con un alto acantilado, como San Vicente, donde uno puede olvidar o recordar cualquier cosa o momentos mejores, y tener la sensación de encontrarse en el fin del mundo. O visitar un pueblo blanco a la sombra de un castillo, de calles desiertas, vacías, cuyo silencio sólo se ve roto por el canto incesante de las chicharras bajo un calor tan aplastante como puede ser la propia vida en muchas ocasiones. O pasear por la noche en las viejas calles adoquinadas de la Alfama lisboeta, con sus antiguas casas decoradas de azulejos ruinosos, y sentarse en una espartana fonda en la que sólo hay un mobiliario de madera, y un ventilador y un televisor, que llevan ahí desde hace cuarenta años. 

 Portugal, y muchos pueblos del Algarve, aún esconden ese alma poeta tan propia de nuestros vecinos, incluso en aquellos en los que el turismo de masas ha roto su esencia tan pura, como sucede en el litoral del Mediterráneo español. Pero recuerdo como ayer, cuando el último día de mis vacaciones en Carvoeiro, visité por última vez el pequeño supermercado de Miguel, un hombre que nos cayó bien a todos los que lo conocimos en aquel viaje. Y cuando me despedí de él, comentándole que era nuestro último día, hizo un gesto de resignación, y un pequeño chasquido con la boca, y nos dijo: Todo se acaba, todo se acaba... pura saudade, pura resignación portuguesa. Y es que muchas veces las palabras pueden ser más contundentes y útiles para el desahogo que las lágrimas. Un saludo desde el sur. 







domingo, 14 de febrero de 2016

Calles II.

  Continuo una segunda entrada con una selección de calles peninsulares más bellas que he escogido de distintas localidades que he visitado. Empezaré otra vez con la letra L, ya que se me olvidó una pequeña población, que es una belleza serrana y la murciana Cartagena, que tenía en otra tarjeta de memoria. Sin más dilación, comienzo enumerando más calles, y más pueblos:
  • Cartagena. Calle Mayor. La localidad conserva uno de los mayores patrimonio monumentales del levante peninsular, y de todo el país. Sin embargo, pese a que con todo mérito, es conocida por sus monumentos militares y arqueológicos, en el plano arquitectónico civil destaca por la abundancia de un modernismo de gran calidad. La calle escogida, es céntrica, comercial y peatonal, pero no por ello, uno no debe detenerse en mirar las bellas fachadas de gran maestría plástica. 

  • Laroya. Avenida de Andalucía. En este pequeño pueblo de los Filabres almerienses, no he escogido una calle tradicional, que las hay, pero sin duda, la belleza de la localidad está en su estampa misma. La avenida (en realidad calle), sirve de mirador del centro histórico, destacando la iglesia parroquial de San Ramón Nonato, joya renacentista del XVI; y con un fondo paisajístico serrano de bancales y altas montañas que nos trasladan a paisajes exóticos.

  • Macael. Calle Ejido. Siguiendo en los Filabres, en el pueblo vecino del anterior, la ciudad del mármol, conserva aún, rincones típicos de su centro histórico. De arquitectura popular filabresa, donde abundan los callejones recónditos, sinuosos y con porches de madera de pino, recordando, claramente, su pasado musulmán. La calle escogida, además, está adornada, y muy cuidada con macetas y plantas de todo tipo.
  • Madrid. Costanilla de San Andrés. En la capital española, hay miles de calles donde escoger, porque la localidad se caracteriza por tener distintos barrios, con diferentes caracteres. Hay un Madrid de gustos franceses, otro de financiero y de rascacielos, otro de los teatros... Pero sin duda, para mí, el más auténtico, el que conserva el alma de localidad, con aire a pueblo, por su tranquilidad y su paz; es el Madrid de los Austrias, donde en muchos callejones puedes tener la sensación de encontrarte a algún espadachín del Siglo de Oro. La calle escogida, es en pleno barrio, junto a una pequeña plazoleta, la bonita iglesia de San Andrés y un parquecito. Destaca como fondo la cúpula de la Catedral de La Almudena. Cerca de aquí se encuentra una de las iglesias más antiguas de la ciudad, la de San Pedro el Viejo, con su espectacular torre mudéjar.
  • Manresa. Paseo del Río. Era difícil escoger una vista de este grupo de calles espectaculares. La zona tiene tres de los más importantes monumentos de la localidad: el Puente Viejo, medieval, del siglo XII; la Santa Cova o Cueva de San Ignacio, joya arquitectónica de varios estilos, y sobre todo, la Colegiata Basílica de Santa María de Aurora o La Seu (en la imagen), como es conocida por los lugareños. Una joya gótica, que esconde también, algunos elementos románicos. El fondo de paisaje de las montañas de Montserrat añade más tipismo, si cabe. 
  • Málaga. Calle Alcazabilla. Otro rincón de difícil fotografía, pues de un lado, se puede observar las murallas de la espectacular Alcazaba, una de las mejores de Al Andalus, y justo debajo, el Teatro Romano, que aprovecha la pendiente de la montaña misma. No obstante, he escogido esta vista, donde se puede observar como fondo la Catedral Basílica de La Encarnación, apodada la Manquita, porque le falta por terminar una de sus torres. No obstante, es una bonita joya renacentista del XVI. Las callejuelas que separan la calle escogida y la seo, son dignas de ser recorridas.

  • Marbella. Calle Gloria. Con esta imagen me gusta romper el tópico que tiene la localidad de turismo de playa y grandes lujos. De ciudad fea, llena de urbanizaciones y corrupción. Nada más lejos de la realidad, la urbe esconde un curioso, y muy cuidado, centro histórico que sorprende a quien lo visita, pues se pueden encontrar típicas plazas, calles y callejones andaluces, adornados con macetas, plantas, y naranjos, entre palacetes e iglesias renacentistas. La vía escogida desemboca en la Iglesia de La Encarnación, de tipo barroco, que se construyó entre los siglos XVI y XVIII.

  • Marchena. Calle Palacio Ducal. Una ciudad injustamente desconocida por muchos, esconde algunos de los monumentos más sorprendentes de una provincia, de por sí rica en patrimonio. La calle escogida es la típica andaluza, blanca, estrecha, con arcos y adoquines. Si bien tiene la particularidad de que desemboca en el antiguo Palacio Ducal, cuyos restos se encuentran integrados en el viario urbano, y nos da fe de la magnificencia que tuvo tiempos atrás. En una primera impresión, uno tiene la sensación de encontrarse ante algún monumento Mesopotámico. Su techo aún se puede ver en el Palacio de la Condesa de Lebrija en Sevilla. Justo detrás de los arcos renacentistas, se encuentra la iglesia de Santa María de la Mota, gótico mudéjar del XVI, junto al Convento de Santa María de la Concepción del XVII.
  • Medina Sidonia. Calle Muro. Una localidad en la que ha sido difícil escoge una vía en concreto. Sin embargo, he optado por una de las más tradicionales, y que más define el rico pasado histórico de la ciudad. La calle  Muro, es una calle típica andaluza, estrecha, blanca, con patios y zaguanes, que desemboca en el conocido Arco de La Pastora, de tipo Califal, del siglo X, y que aprovecha dos columnas romanas como basamento. Además justo detrás, atravesando éste, se pueden ver restos de las murallas árabes, y una bonita fuente, adornado todo, con una espectacular escalinata.
  • Minas de Riotinto. Barriada Bellavista. Aquí no hay una calle en concreto, con un nombre definido, sino toda una urbanización de lujo, del siglo XIX, que se construyeron para los ingenieros y mandamases ingleses que venían a vivir, y a trabajar para las minas de Rio Tinto Company Limited. El barrio consta de pistas de tenis, piscinas, jardines, iglesia, club social, etc. Así como multitud de casas, de estilo inglés, que varían el tamaño según jerarquía laboral del momento. En la entrada de la urbanización la casa cuartel de la Guardia Civil, de la misma época, para mayor seguridad de sus habitantes.
  • Monchique. Rúa do Porto Fundo. Localidad serrana del Algarve portugués, que se encuentra rodeada de espesos bosques y donde cerca, se encuentran las mayores alturas de la zona. Conserva muy bien cuidada la arquitectura típica del sur portugués, así como sus iglesias. La calle escogida representa lo dicho, es en cuesta, con escaleras, y en cuyo fondo se puede ver la iglesia del cementerio.
  • Olhao. Rúa do Pinheiro. Seguimos en el Algarve portugués, en una localidad costera, que bien me recuerda a San Fernando, pues se encuentra rodeada de marismas. Y además, es una ciudad con arquitectura cúbica, más andaluza, y con azoteas en vez de tejados, a diferencia del resto de Portugal. Lo más típico es el Barrio de los Pescadores, de la cual, he escogido una como imagen, para dar cuenta de la belleza solitaria y silenciosa de las calles del centro de la urbe.
  • Olvera. Calle Calzada. Uno de los pueblos más conocidos de la serranía de Cádiz, y ésta, una de las estampas más tradicionales, pero también de las más bellas y pintorescas de la localidad. La vía es estrecha, en pendiente y escalonada, con el majestuoso fondo de la parroquia de Nuestra Señora de la Encarnación, joya neoclásica con proporciones de catedral. La rúa es en realidad, una continuación de la Calle Llana, donde se pueden observar varios palacetes de interesante arquitectura.
  • Osuna. Calle San Pedro. A pesar de la monumentalidad de la localidad, no me ha sido difícil escoger vía en esta ocasión. Porque hay muy pocas calles en nuestro país que puedan presumir de tal densidad palaciega y monumental, y ser a la vez, una auténtica desconocida para los no andaluces. Caigo en el pecado de que es una de las pocas del lugar que no tienen como fondo la Colegiata o la Universidad, pero sólo los palacetes de la misma, dan para un rato de fotografías. Destacando (en primer plano de la imagen) el del Marqués de la Gomera o la Cilla del Cabildo, entre otros. Todos de preciosistas y ondulantes fachadas barrocas, uno tras otros en cuesta, desembocando en la Calle Carrera, otra de grandes joyas arquitectónicas. Una suerte de Florencia andaluza.

  • Portimao. Avenida Tomás Cabreira. Ni la ciudad ni la avenida se caracterizan por su patrimonio, pues es el típico barrio de apartamentos y pisos a pie de playa, con multitud de restaurantes y pubs. Sin embargo, lo mejor se hace esperar, y al final de la misma, en una curva se encuentra la Fortaleza de Santa Catarina, del siglo XVI, para proteger el río Arade de las incursiones piratas. La panorámica desde la fortaleza es espectacular, por un lado la playa Da Rocha, una de las mejores y más bellas de Portugal, y del otro, el propio río con la acantilada costa de Parchal.
  • Priego de Córdoba. Calle Adarve. Otra localidad, monumental, y de difícil elección, pues tiene vías espectaculares. Pero he optado por una de las más típicas y famosas, y cuyo nombre viene a indicarnos su origen defensivo. Y que hoy es una suerte de balcón del propio pueblo a las serranías Subbéticas. Se encuentra adornada por varias fuentes, y bordea al Barrio de la Villa, de origen y estilo musulmán, similar a la Judería cordobesa, o al Albayzín granadino. La vía termina en el señorial Paseo Colombia.
  • Puerto Lápice. Calle El Molino. No es un callejón sinuoso, ni siquiera de lo más antiguo. Sin embargo, es de pura esencia manchega. Realmente, el pueblo creció alrededor de las ventas que existían a lo largo del camino a Murcia en el Siglo de Oro. Hoy día queda una, la llamada Venta de Don Quijote, donde se dice que el ilustre hidalgo pasó varias noches, y en ella, fue armado caballero, aunque realmente, la factura del edificio actual es del siglo XVIII. En frente la iglesia de Nuestra Señora del Buen Consejo, moderna, pero de interesante arquitectura neorrománica.
  • Ronda. Calle Real. Muy difícil escoger en la monumental localidad malagueña. No obstante, si tengo que elegir una calle, no tan espectacular como la del Tajo, sería ésta. Pues concentra una cantidad enorme de monumentos desde los orígenes medievales de la ciudad, hasta los renacentistas y barrocos. Todo ello en una calle enchinada y en cuesta. Se puede ver aquí tanto el Puente Viejo como el Nuevo, las murallas medievales, la Puerta de Felipe V, del XVIII, y siguiendo la calle la iglesia de Padre Jesús (en la imagen al fondo), gótica del siglo XV, así como en frente de la misma, la espectacular fuente de los Ocho Caños, del XVIII.

  • Rota. Calle Carmen. La costera ciudad gaditana, es famosa por su base naval, sin embargo, esconde un pequeño pero bonito centro histórico, que rodea al Castillo de Luna, y a la iglesia gótico renacentista de Nuestra Señora de la O. Es la misma que se ve en la imagen, desde un pequeño arco ojival de origen gótico, y que perteneció a las murallas medievales de la localidad. Hoy día se encuentra en un bonito paseo marítimo. La calle es estrecha en un principio, para ensancharse al final (con otro nombre) y acabar convirtiéndose en la plaza que da lugar tanto al castillo como a la iglesia.

  Continuaré ya, en una tercera y última entrega con un buen número de calles para visitar y fotografiar. Un saludo desde el sur. 

domingo, 31 de enero de 2016

Calles I

 He recorrido muchas calles, me encanta andar por ellas; y las he visto de todos los gustos: estrechas, anchas, con encanto, cuidadas, decadentes, limpias, blancas, oscuras, luminosas... ya les digo, en la variedad encuentra uno, la belleza de todo. He pensado en varias entradas dedicadas a seleccionar un grupo de calles de los distintos pueblos y ciudades que he recorrido, y que he podido fotografiar de la península, especialmente del sur. Tras éstas, haré una selección de plazas y parques, ya que también son elementos importantes del paisaje urbano. Las calles escogidas, lo están, por una decisión totalmente subjetiva, simplemente, porque son las más me gustan. Ahí van, por orden alfabético:
  • Albufeira. calle de la Iglesia Matriz. Pequeña ciudad turística del Algarve, que fue en origen un pueblo de pescadores. Conserva un mínimo, aunque bonito y popular centro histórico, con un par de iglesias, entre ellas, ésta Matriz, lo que en España sería Mayor o arciprestal. Es una calle sencilla, blanca, y escalonada, que conserva todo elemento típico de Portugal.

  • Alcalá de Guadaíra. Calle Cuesta de Santa María (subida al castillo): Es tal vez la vía más popular de la población sevillana. Una localidad, del todo influenciada en su concepción urbanística en su impresionante castillo. Como su nombre indica, es una calle que implica una subida al cerro donde se encuentra la fortaleza. La calle parte de la iglesia de Santiago (muy recomendable de ver), al principio se puede observar la alternancia de casas populares junto con otras de aspecto palaciego, en una rúa que se salva en muchos tramos con escalones. Hasta llegar a la Villa de San José, la estrella de las viviendas, y que es una obra de 1.927, a juzgar por el azulejo de su entrada. Luego, la calle se va despoblando, y aparecen cubos de la fortaleza, y las vistas se tornan espectaculares. La calle termina en la amplia explanada del castillo, que da a otra iglesia de típico mudéjar sevillano: la ermita de Nuestra Señora del Águila.

  • Algar. Calle Sol. Otra calle escalonada, aunque bastante más empinada que las anteriores. Y se debe al urbanismo racionalista típico del XVIII, siglo en que fue fundado el pueblo. Las calles son de carácter ortogonal, salvando directamente en cuestas los desniveles, huyendo de toda curva posible. Lo adornados parterres laterales terminan de conferir un aspecto popular.
  • Almagro. Plaza de Santo Domingo. Aunque tenga el nombre de plaza, realmente, es un ensanche de la calle Bernardas. Tiene el típico aspecto del Siglo de Oro español que se aprecia en casi todas las localidades de La Mancha, donde Almagro fue un centro de especial importancia. Austera, y rodeada de palacetes e iglesias barrocas, da la impresión de ser lugar de duelo de espadachines.


  • Almería. Calle Ramón Castilla Pérez: Vía que bordea el principal monumento de la ciudad, la Alcazaba, la cual es la de mayor tamaño de España. Las vistas que ofrecen las murallas, torres, y puertas de acceso, además de encontrarse rodeada de casas populares, cúbicas, y de distintos colores, que son junto al barrio de La Chanca, los paisajes más típicos de Almería. Un lugar, que una vez subido a las murallas permite una maravillosa vista de la ciudad y del mar Mediterráneo, en un paisaje, de lo más exótico, y que nos traslada a las poblaciones del norte de África. 

  • Arcos de la Frontera. Cuesta de Belén. Ha sido muy difícil escoger en una población, como ésta, donde su centro urbano es extraordinario, y un catálogo de calles preciosas, y de todos los estilos: paseos o calles al borde de los dos tajos, calles estrechas, en cuesta, escalonadas, con arcos...pero he escogido ésta, tal vez de las más anchas, y de entrada al centro histórico. La razón, aparte de su belleza, su monumentalidad, empieza en la iglesia de San Juan de Dios,y termina (en su prolongación) en la Basílica de Santa María de la Asunción, pasando por distintos palacetes, en el que destaca el del Conde del Águila.

  • Barcelona. Carrer del Call. En la ciudad condal son famosos el barrio de Gracia, Ribera o el Gótico, entre otros... Dentro de este último, y relativamente fuera de los circuitos turísticos, se encuentra la antigua judería, una de las mayores de Europa, y con la sinagoga más antigua del continente (alrededor del siglo IV). Como todo barrio judío es de calles estrechas y laberínticas, en una de las zonas que conserva la arquitectura más tradicional de la ciudad.

  • Benaocaz. Barrio Alto Nazarí. Para esta localidad he escogido su calle más famosa, que por cierto, no tiene porque estar habitada, pues se encuentra abandonada desde hace mucho. La calle tuvo origen los últimos siglos medievales, en la época del reino musulmán de Granada, como indica su nombre, en el que la serranía de nuestra provincia fue frontera entre dicho reino y el de Castilla.

  • Bornos. Calle San Sebastián. Calle rectilínea en una ciudad de gran riqueza renacentista. Dicha calle que va de la plaza de San Francisco (donde quedan los restos del convento del mismo nombre, y una bonita fuente de tipo regionalista) a la del Alcalde José González, preciosa plaza con la parroquia de Santo Domingo de Guzmán, y el castillo- palacio de los Ribera. Joyas del renacimiento, desconocidas en la provincia.

  • Cabra. Calle Puerta del Sol. Bonita calle tradicional de la localidad, de cuidada fisonomía y fachadas, adornada con multitud de macetas. y que se encuentra situada en el barrio del Cerro, Antiguo arrabal de la Villa Vieja. Donde destaca el arco neomudéjar que se sitúa donde se encontraba la antigua puerta medieval del barrio.

  • Cádiz. Calle Mesón. Una ciudad donde es muy difícil escoger una de sus muchas calles espectaculares. No obstante, he optado por el núcleo fundacional de la ciudad, el barrio del Pópulo, donde nació la que es la ciudad actual, encaramada a los restos del teatro romano. La calle Mesón es una calle cuidada y tradicional, con macetas, la Posada del Mesón, y el Callejón del Duende. Además de una preciosa perspectiva de la placita de San Martín y su barroco Palacio del Almirante. 

  • Campo de Criptana. Calle Barbero. En la localidad que representa la estampa más manchega posible, he escogido la última calle de la misma si se viene subiendo. Una vez terminada ésta, va a parar a los famosos molinos de viento donde se dice que el hidalgo Don Quijote luchó con ellos creyendo que eran gigantes. Todo un hito de la literatura universal, da las que pocas urbes pueden presumir. Lo molinos se pueden visitar, y tienen hasta un museo, así como uno de ellos dedicado a Sara Montiel.

  • Carmona. Calle Santa María de Gracia. Es muy difícil, verdaderamente, escoger una calle en una ciudad con tantos rincones tan bellos, y tan monumentales. He optado por esta calle de la parte más alta de la ciudad, cercana al Alcázar de Don Pedro. La pequeña capilla del antiguo Hospital de la Caridad, fundado por Miguel de Mañara, preside la calle. En un lateral se encuentra la doble fachada del Monasterio de las Clarisas Franciscanas. Si se vuelve la espalda, se verá el Convento de las Descalzas. Como todas las de la zona antigua de la ciudad, es una calle estrecha, y blanca, de tradicional arquitectura andaluza.
  • Castellar de la Frontera. Calles del Castellar Viejo. El castillo, donde se encuentra el antiguo pueblo anterior al actual, de 1.971. Donde las calles no tienen, actualmente, nombre que las identifique. Por ello, pongo una de las innumerables calles andalusies de uno de las últimas poblaciones en caer en manos cristianas.
  • Chipiona. Paseo Cruz del Mar. Uno de los paseos marítimos más famosos de la veraniega localidad chipionense, que parte de la parte más antigua (donde se encuentra la iglesia parroquial), y termina en una de las estampas más conocidas de la urbe: en el bonito castillo gótico, que perteneció a Guzmán el Bueno, y que lleva ya, la friolera de siete siglos siendo golpeado por las olas del Atlántico.
  • Conil de la Frontera. Calle Cádiz. Calle céntrica de esta costera localidad gaditana, donde el turismo, la pesca y la agricultura han sido sus motores principales desde hace años. Es ésta, una vía repleta de bares y tiendas, con casas adornadas con macetas, y portones abiertos para poder deleitarnos de sus patios. Para colmo de belleza, desemboca (o nace, según se mire) en la plaza de Santa Catalina donde queda la torre de Guzmán el Bueno, la iglesia de homónima advocación, el Museo de Raíces Conileñas y la pequeña capilla del Jesús.

  • Doña Mencía. Calle La Virgen. La calle más representativa de la localidad subbética cordobesa donde se conservan los recios y altos torreones y murallas del antiguo castillo árabe, que nació para defender el camino entre Cabra y Baena. Cerca se encuentra lo que queda de lo que fue una de las mayores joyas barrocas de la provincia: la portada de la iglesia de Nuestra Señora de la Consolación. Fue pasto de las llamas el 14 de septiembre de 1932, en un incendio, que se dice provocado.

  • El Bosque. Calle Sevilla. Tal vez una de las vías más originales de la entrada, pues da a un río y a su bosque de ribera. De hecho es la calle límite de la localidad con los bosques y dehesas que la circundan y que le han dado su nombre. Es una calle empedrada, no asfaltada, hecha más bien para los peatones, aunque puedan circular vehículos. Donde se pueden ver molinos y albergues que dan más belleza al lugar, así como un punto de venta directa de truchas.

  • El Puerto de Santa María. Ribera del Marisco. No podía pasar por El Puerto, sin mencionar su calle más universal, y casi diría que una de las más famosas de la provincia a nivel nacional. Pero independientemente de los restaurantes y locales de moda, la vía es todo un ejemplo de tipismo andaluz mezclado con el gallego. Aquí, las casas barrocas, de corte barroco o neoclásico, con merlones, azulejos, etc...se apoyan sobre soportales como si del norte mismo se tratara. Además, se puede ver la Fuente de las Galeras, y el bonito paseo, que junto con el río Guadalete conforman una de las estampas más bellas de nuestra tierra. 

  • El Toboso. Calle Monjas Franciscanas. Típica localidad manchega, patria de Dulcinea, amor de Don Quijote. Y donde uno puede respirar toda la paz posible, gracias a sus tranquilas calles. La escogida, va a parar al convento de Monjas Franciscanas Clarisas, donde se pueden comprar los dulces típicos llamados "Caprichos de Dulcinea". A pesar de la original fachada del siglo XVI, que puede llevar a engaño, el interior es del todo moderno, del siglo XX.


  • Faro. Rúa do Municipio. Bonita calle que comunica la ciudad moderna con la catedral medieval. Se accede, como no, por un bonito arco, que formaba parte de las antiguas murallas, y de las que aún se pueden ver restos. Está muy bien cuidada, y conserva todos los elementos posibles típicos del Algarve. Como he dicho, desemboca en la catedral, bonito templo de origen medieval, restaurada en parte, tras el terremoto de Lisboa. Se recomienda su visita.

  • Gibraltar. Lime Kiln Steps. Seguramente, para muchos que visitan la localidad, y que se quedan con las calles comerciales, esta estampa puede suponerles una sorpresa. La ciudad conserva rincones típicos y bellos donde se conjuga la arquitectura, sobre todo genovesa, con la inglesa y la andaluza. Las cuestas y los escalones, lejos de ser un impedimento, añaden belleza. Es el lado desconocido y más típico de la ciudad, y que se encuentra en las zonas más altas del centro urbano. Justo al lado, se encuentra la que es para mi gusto, la iglesia más bella (y enorme) de Gibraltar, Sacred Heart Parish Church, de arquitectura neogótica.

  • Granada. Carrera del Darro. Estamos tal vez, para muchas personas, en la calle más bonita de España. Y puede que sea cierto. Si Granada es una de las ciudades más bellas del mundo, la Carrera del Darro viene a confirmarlo. Casas típicas, unos baños árabes, calles en cuestas que suben al Albahicín, un par de iglesias: la de Santa Ana y la de San Pedro y San Pablo, palacetes, chopos y álamos que acompañan al río Darro, que pone un fondo musical con sus aguas. Todo ello bajo la sombra de la Alhambra y su montaña. Todo un no parar para aquellos que gustan de la fotografía. Explosiva en primavera, y melancólica en otoño. Lo tiene todo para presumir.

  • Grazalema. Doctor Mateos Gago. Postal muy típica de la localidad serrana de la provincia gaditana. Esta imagen refleja fielmente lo más típico del pueblo: calle estrecha, en cuesta y empedrada, paredes blancas, cierros y lluvia (es uno de los lugares con mayor índice de precipitaciones de España), con un fondo montañoso, rocoso y boscoso. Es una vía larga, relativamente ancha en un principio, donde comienza con la torre de la iglesia de San Juan, para ir estrechándose al final.
  • Iznájar. Calle Julio Burell.  Vía muy larga y sin nada que remarcar en un principio, lo interesante llega al final, en la que un arco de entrada da al recinto interior amurallado donde se encuentran el castillo y la iglesia parroquial de Santiago Apostol, renacentista. Todo absolutamente recomendable, y con preciosas vistas al paisaje de alrededor, ya que nos encontramos en un auténtico nido de águilas. Algunos palacetes adornan la calle antes de llegar a dicha villa; ya en el arco, una hornacina con una virgen  completa el conjunto.

  • Jerez de la Frontera. Calle Cordobeses. Las calles del barrio de San Mateo son una mezcla de preciosidad y decadencia absoluta. Aquí se puede admirar a muchos de los mejores palacetes de la ciudad, y los algunos de los más antiguos, que se pueden remontar a la edad media y al renacimiento. Pero muchos de ellos están o abandonados, o convertidos en patios de vecinos en el mejor de los casos. Con las bodegas podríamos decir lo mismo que de los palacetes, mezcla de señorío y ruina. Las calles, blancas, estrechas, absolutamente medievales, con el fondo majestuoso de la parroquia de San Mateo, es una estampas más bellas de una ciudad con un patrimonio histórico inigualable.
  • Jimena de la Frontera. Calle San Sebastián. Preciosa calle cuidada, cuesta arriba que presenta, en estampa, lo más típico de la localidad:  blancas fachadas adornadas con plantas y cierros. El castillo de la localidad, de los más antiguos de la provincia, y feudo nazarita, corona cada vía del pueblo, no siendo ésta una excepción. 
  • Júzcar. Calle Iglesias. Pueblo serrano malagueño, que si en un principio fue blanco ha terminado por ser azul a causa de la promoción de la película Los Pitufos. Gracias a este film, la urbe, denominada oficialmente como pueblo Pitufo, ha multiplicado exponencialmente el número de visitantes a lo largo del año. La calle escogida, como no, es azul, con flores, y con escaleras.
  • Lagos. Rúa Henrique Correia da Silva. La localidad algarviense tiene una maravilla de centro histórico, con murallas y castillos medievales y de época moderna, al igual que sus iglesias y calles. La escogida, une precisamente dos templos principales de la ciudad: la de Santa María y la de San Antonio, ambas de estilo barroco. La misma rúa es estrecha, tranquila y con una blancura impoluta.

  • Loulé. Rúa do Municipio.  Una de las más antiguas localidades del Algarve conserva una de las calles de origen medieval, como la expuesta en esta foto. Una calle blanca, estrecha, empedrada, con arco, que en uno de sus lados, más para arriba tiene restos arqueológicos de origen islámicos y cristianos medievales. El resto de la calle, es igualmente estrecha, y con todos los elementos portugueses posibles.

  • Lucena. Calle San Pedro. Bonita y ancha vía de la localidad subbética cordobesa. De grandes casas, blancas, con el fondo, siempre presente, de la iglesia de San Martín (antiguo convento de San Agustín). Una joya barroca del siglo XVIII. Pero no es la única joya, la iglesia de San Pedro Mártir, de arquitectura neoclásica, así como diversos palacetes, como el de los Condes de Santa Ana, que se encuentran repartidos por la calle. La calle desemboca en la primera iglesia mencionada, donde se encuentra una recoleta plazoleta, en el que la fachada barroca de San Martín ocupa un lugar destacado.


  • Continuará...Un saludo desde el sur.