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domingo, 18 de marzo de 2018

El castillo de Jimena de la Frontera.

Castillo de Jimena de la Frontera.
 Casi todos los pueblos andaluces se organizan en torno a un castillo, normalmente situado en lo más alto del mismo, éstos además, concentran en distintos estratos todos los periodos históricos por los que ha pasado. Este es el caso de la fortaleza de uno de los pueblos menos conocidos y más escondidos de nuestra provincia y Andalucía. Me refiero a Jimena de la Frontera. Técnicamente, y en línea recta, si hubiera una carretera, no distaría más de veinte o treinta minutos de Alcalá de los Gazules, pero lo cierto es que por cuestiones orográficas esa vía no existe, y para ir dicho pueblo desde la capital o San Fernando, hay que coger la autovía de Jerez a Los Barrios, y de ahí enlazar por San Roque con la carretera de Castellar y Jimena, con un total de una hora y cuarenta minutos más o menos de viaje, casi tanto como a Ronda o Carmona.

Restos y alcazaba al fondo.
  En el caso de la fortaleza jimenata cumple además todos los estratos desde la época romana a la actual. De los primeros quedan interesantes restos en los laterales opuestos, tanto occidental como oriental, la puerta de la primera fortaleza o bastión, así como partes de un templo augústeo del que queda un pedestal así como unos sillares de grandes proporciones ambos. Sobre el siguiente periodo histórico, la alta Edad Media, se pueden observar las ruinas de lo que algunos expertos opinan que pudo ser una iglesia mozárabe rupestre, similar a las existentes en Bobastro, de la época de Omar Ben Hafsun, caudillo que logró un pequeño reino en las serranías rondeñas en tiempos del Califato. Aunque fuera del recinto de la fortaleza, se encuentra cercana a ésta, y desde la misma pueden verse como sus restos destacan entre la arboleda del boscaje circundante. En ella quedan una pileta, que le da el nombre de "Baño de Reina Mora" al antiguo templo, que todavía se discute si fue una pila bautismal o por el contrario un aljibe para un puesto de avanzada o una torre albarrana, la otra posibilidad que los historiadores barajan como la edificación que pudo ser. Arriba de ésta, una pared con cuatro grandes nichos, tres triangulares y uno cuadrado.

Aljibes almohades.
Torre del homenaje.
 Sin embargo, fue en la época almohade, cuando el castillo adquiere su aspecto actual, en aquellos tiempos se edifican los espectaculares aljibes, que posiblemente tuvieran origen romano en un principio, y que sirvieron para abastecer a toda la localidad. También de dimensiones respetables es la alcazaba, con un foso a la entrada, grandes muros, y sobre todo, una alta torre del homenaje circular, con una altura de trece metros, y que era el último bastión, o reducto de la fortaleza. Lo curioso de ésta es que, siendo normal en el mundo musulmán, como Siria o Irak (Samarra por ejemplo), no lo era precisamente en Al Andalus, donde eran más comunes las de tipo poligonal, al modo de la del Alcázar de Jerez o la Torre del Oro de Sevilla, por ejemplo.  La alcazaba, gracias a dicho foso y a su amurallamiento que le separaba del resto del castillo podía aislarse como una entidad independiente. Sin embargo, el emblema del conjunto, así como de la localidad, son la torre albarrana del Reloj y sus arcos de entrada, torre avanzada e imponente, donde residían el alcaide y la seguridad del castillo, fue bautizada con este nombre a principios del siglo XX, cuando se instaló en él un reloj en su parte más alta. En cuanto a las puertas, también son espectaculares, la propia de entrada en sí, es de herradura apuntada, enmarcada en un alfiz, y con dovelas de ladrillo visto, típicamente almohades; por encima, destacan los estucos de motivos geométricos formando estrellas de seis puntas en colores blanco y rojo. A ésta le precede otro arco, de mayor altura, e igualmente con dovelas de ladrillo visto, encima de ésta el paño de muralla se encuentra almenado y con saeteras.

Iglesia de la Misericordia.
 No obstante, tras la conquista de la fortaleza nazarita por parte de caballeros jerezanos, se harían aún más reformas, que si bien no afectaron esencialmente al castillo, si que lo hizo en el edificio religioso anexo, sustituyendo la antigua mezquita por la iglesia de la Misericordia, templo gótico mudéjar con elementos renacentistas, como su fachada. En el interior, quedan aún la bóveda de crucería, el arco gótico, así como algunas columnas con capiteles jónicos, que señalan el típico mudéjar del occidente andaluz. Desacralizada por ruina en 1.934, y hoy felizmente restaurada, es un pequeño museo que expone la historia del castillo y la población de Jimena de la Frontera. Pero aún así, la fortaleza tendría más usos, y como es común en muchos pueblos con castillos en nuestra tierra, ésta se emplearía en su parte superior como cementerio, cuyo uso aún sigue, al igual que sucedió por ejemplo con Torre Alhaquime. Como también sucede con el depósito de agua, aprovechando estructuras anteriores, como ocurre también en el castillo de Medina Sidonia. Y es que la historia de las localidades andaluzas pueden verse en sus monumentos principales por estratos, y esto es algo que se observa a las mil maravillas en el castillo de Jimena de la Frontera, el cual, recomiendo que visiten. Un saludo desde el sur.

Puerta y torre del Reloj.

El pueblo desde el castillo.

Puerta y restos romanos.

Silueta de la alcazaba.

Restos del templo romano.

Alcazaba y torre del homenaje.

Foso de la alcazaba.

Baños de la Reina Mora.

La iglesia mozárabe desde el castillo.

Aljibes y patio del castillo.

Restos de murallas romanas.
Silueta del castillo desde Jimena.


sábado, 29 de noviembre de 2014

Me encanta Madrid.

 Hace ya, dos largos años que pisé la capital española, y mi sorpresa fue mayúscula. He de confesar que fui como un provinciano, puro y duro; con cierto susto en el cuerpo de no saber que me iba a encontrar  en la gran ciudad. Me imaginaba una urbe inabarcable y llena de malhechores en cada esquina. Al poco de empezar a pasear por las calles, mi impresión empezó a cambiar. Y al final del viaje, unos cinco días en los que unos amigos locales se dejaron la piel para enseñarnos, como nadie, su ciudad, pude comprender que pocas ciudades me iban a gustar tanto como Madrid. Es una gran ciudad, que tiene todo lo que uno pueda buscar, historia, zonas tranquilas con aire de pueblo, grandes parques, sitios de juerga, grandes avenidas, calles llena de musicales, etc. Es, además, lejos de lo que pensaba, una ciudad bastante acogedora, que nunca duerme (cosa que no se ve en ninguna otra capital europea) y con gente muy amable. Pero sobre todo, pude comprobar que está muy poco valorada entre los ciudadanos españoles. Por ejemplo, para los británicos o los franceses, Londres o París, son las ciudades mejor considerada entre los ciudadanos de sus países. España en cambio, aunque se empeñen en decir que es una nación bicéfala (de dos grandes ciudades, la otra es Barcelona), hay que decir que es más bien policéntrica, con varias urbes que dominan varias regiones: Barcelona, Sevilla, Valencia, Málaga o Bilbao, entre ellas. Impidiendo el monopolio del gusto por Madrid.

 No obstante, todo este texto viene por la inclusión del Retiro (y alrededores) y del Prado en la lista de Patrimonio Mundial, antiguamente de la humanidad (otro tren que pierde Cádiz, para variar...pero eso será tema de otra entrada). Desde aquí me alegro que dichas joyas sean declarada de tal modo, pues no podría ser de otro modo. Lo sorprendente es, que en Madrid, no existiera nada de antes tal denominación, y que fuera de las pocas capitales europeas en no tener dicha distinción en ninguno de sus monumentos (que mira que le sobran). En ésta ciudad podremos encontrar palacios que no tienen que envidiar a ninguno de Europa, e incluso, superan artísticamente y arquitectónicamente a muchos de famas mayores. Podremos encontrar junto a una zona de rascacielos de casi un siglo, a un templo egipcio. Hay barrios que parecen anclados en el XVII, como el de las Letras o el de los Austrias, preciosas fuentes, estatuas y arboledas en el Retiro o en el Prado. Grandes museos. Zonas de rascacielos en la Castellana, y cerca, la casa de Sorolla, y por otro lado, una plaza modernista como la de Dalí. Todo ello muy, muy resumido para no hacer el texto excesivamente pesado. Todo un catálogo arquitectónico, de todos los tiempos desde el siglo XV, partiendo con la torre de Lujanes en la Plaza de la Villa, como el elemento más antiguo de la ciudad (sin olvidar las murallas árabes de la Almudena), y que continua en plena evolución. Por eso, ya digo, me sorprende el poco reconocimiento de la ciudad por parte de nuestros ciudadanos, e incluso, del propio extranjero, seguramente, debido a una mala promoción turística, que ha logrado que el número de los mismos haya ido a la baja en los últimos años. 

 En mi caso, y porque estuve muy bien (como turista, hay que decirlo), me gustaría desde este blog darle la enhorabuena a la ciudad por dicho nombramiento. Que entra ya, sin complejo, dentro de la lista de las ciudades con maravillas mundiales. Ya era hora. No entiendo que por otro lado, a la UNESCO, que tiene que estar repleta de pedantes, le cueste sangre y sudor, conceder la inclusión de algún monumento español dentro de la lista de Patrimonio Mundial, parece que nadie puede, ni debe, superar a Italia (España es segunda) en esta lista de maravillas, pues, al parecer, es pecado, o algo parecido. Como todo en la vida, en las altas esferas, solo se puede esperar politiqueo. Felicidades a la ciudad de Madrid, que se lo merece. Un saludo desde el sur.