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sábado, 15 de septiembre de 2018

Baños árabes.

 Hoy he optado por una entrada de carácter recopilatoria, de esas a las que tanto recurro para mostrar algunos de los lugares extraordinarios que he visitado, y una vez más, apostillo que no es necesario ni coger un avión ni viajar largas distancias para ver grandes obras arquitectónicas en nuestra tierra. Andalucía debe así mismo su monumentalidad, y el enorme tamaño de sus centros históricos, comparados con los de otras comunidades autónomas, a una de las culturas más luminosas y ricas culturalmente de Europa, como lo fue Al Andalus. Gran parte del legado urbano y arquitectónico que hemos heredado se debe a ellos, junto a la civilización romana, y entre las obras que aún pueden observarse, encontramos a los baños árabes, a los que eran tan aficionados los andalusíes,  todavía se encuentran repartidos varios ejemplos de éstos por distintas ciudades y pueblos. Todos contaban con tres salas: una de agua fría, otra cálida y una templada, en las que los distintos usuarios se relacionaban socialmente entre ellos, pudiéndose hablar de cualquier cosa, desde negocios hasta temas más mundanos entre otros. Desgraciadamente, no puedo incluir los baños árabes de Jaen, famosos y espectaculares, pero al carecer de medios gráficos propios he decidido no incluirlos, por otro lado, aunque actualmente no se encuentre en suelo español, he añadido un pequeño apartado sobre los de Gibraltar, situados en el museo local, cercano a Main Street, ésto es así, porque en aquellos tiempos, la ciudad perteneció a los reinos de Córdoba, y hasta al de Granada, en el siglo XIV, tiempo en el que la plaza fue conquistada por los castellanos. Una vez más, ahí van como la sota de bastos:

  • Jerez de la Frontera: Dentro de nuestra provincia encontramos uno de estos recintos dentro del Alcázar jerezano, y que formó parte del palacio del gobernador o wali de la localidad en tiempos almohades. Ello se puede ver en su típica y sobria arquitectura de ladrillo visto cocido similar a las construcciones norteafricanas procedentes sobre todo de lo que hoy es Marruecos, y que también se puede observar en la Giralda sevillana. Sin más adornos que las típicas estrellas (lucernas) que se dibujan en el techo para que entre la luz, los baños árabes jerezanos aún así impresionan por su armonía y belleza de una cultura proveniente del desierto.  

  • Gibraltar: Muy cerca de nuestra provincia, en el territorio británico de Gibraltar podemos encontrar una de las mejores muestras dentro de lo que fue Al Andalus, conservados dentro del museo local, ponen una muestra aún más exótica en un museo que conserva un claro sabor británico. Dicho edificio se sitúa en lo que fue el terreno del palacio del gobernador de la dinastía merinida, siendo éstos utilizados de establo durante un largo periodo de tiempo, hasta principios del XX, cuando se institucionalizó el museo. 

  • Ronda: La localidad rondeña conserva uno de los mejores y más completos ejemplos de este tipo de edificios, situados en la parte más baja de la ciudad, no son fáciles de localizar, y su horario es escaso, y por tanto difícil de visitar para los que podemos visitar la ciudad en un fin de semana solamente. Pese a todo, recomiendo la visita a este recinto que permite comprender como funcionaban gracias a su sofisticado sistema hidráulico, su sala central es sencillamente impresionante. Originario del XIII, se construyó en los primeros tiempos de la dinastía nazarita. 

  • Córdoba: En la capital cordobesa encontramos uno de los escasos ejemplos de baños califales que aún nos quedan en pie. Como es costumbre en dicha dinastía, las columnas de mármol suelen sostener unos arcos de herradura bastante cerrados, el resto de salas sorprenden por su enorme tamaño, pues fueron usados por los califas y toda su corte; el recinto conserva un jardín, un pequeño museo, así como parte del sistema hidráulico utilizado. 

  • Granada: La bella localidad conserva, como no podía ser de otra manera, de más de un ejemplo, en dos de los sitios más emblemáticos de la ciudad, como son el barrio del Albaicín y el recinto palaciego de La Alhambra, de carácter claramente distinto en su función pública o privada a lo que se refiere no dejan de impresionar de distinta manera:
    • La Alhambra: Como no podía ser de otra manera, el mayor recinto palaciego de Al Andalus que se conserva en la actualidad, se encuentran dentro del palacio de Comares, destacando su azulejería y sus mármoles que decoran las distintas salas entre tanta sobriedad, aunque mucha de su decoración procede de las distintas restauraciones cristianas posteriores. En los laterales se conservan los espacios destinados al descanso y a los vestuarios, y una galería superior desde donde se dice que el monarca observaba a sus mujeres. 
    • El Bañuelo, en el Albaicín: Uno de los tres que se conservan, es no obstante el más conocido y mejor conservado; de época Zirí, se conservan perfectamente. Como curiosidad, destacar la reutilización de capiteles romanos, visigodos y califales en una política recicladora muy típica de los musulmanes españoles. Sin apenas decoración, toda arquitectura consta de ladrillo visto, salvo en las columnas y muros, que son de hormigón. 

  • Ceuta: Fuera de nuestra comunidad autónoma y continente, pero cerca de nuestra provincia, encontramos uno de los ejemplos más desconocidos de nuestra nación. Junto a los de Gibraltar uno de los pocos ejemplos de arquitectura merinida de la zona.  De ladrillo visto y arcos de herradura mayormente, se conserva milagrosamente gracias a una concienzuda labor de restauración de principios de este siglo. Como curiosidad destacar la presencia de letrinas, no muy cómodas como se puede adivinar. 


 Termino esta entrada disculpándome una vez más por todos aquellos ejemplos que faltan, muchos de ellos magníficos, pero la falta de material gráfico me obliga, una vez más a acortar una entrada que podría ser más larga, pero también más pesada. Un saludo desde el sur. 

sábado, 5 de mayo de 2018

La vida dentro de un castillo.

  Que Cádiz fue tierra de fronteras a lo largo de los últimos siglos medievales entre los reinos granadino y castellano, lo manifiesta la existencia de las distintas fortificaciones, cuando no fundaciones, de los pueblos de casi toda la provincia, especialmente, los serranos y los orientales, que permanecieron en el reino nazarita hasta finales del XV, bien de manera permanente, o cambiando de manos entre cristianos y musulmanes, algo muy normal en aquella frontera fluctuante. Dichas poblaciones, crecieron al amparo de un castillo, que solía estar situado en el monte más alto de una determinada zona, para dominar con ello un amplia área, y aunque no lo solemos ver hoy en día, paños de muralla solían salir de la fortaleza para rodear en casco urbano que la rodeaba. Muchas de estas han desaparecido, en muchas ocasiones con el núcleo imaginario musulmán, o bien, se ha visto fagocitado por las propias casas. No obstante, aún quedan algunos pueblos que conservan murallas, alcázar y la población dentro de éstas. Nos referimos a Castellar de la Frontera.


  Hay que decir que hay que diferenciar el Castellar viejo del nuevo; el último, es el típico pueblo de repoblación de la posguerra, moderno, con calles ordenadas y un claro carácter agrario. Uno de otro, distan varios kilómetros de distancia, y hay que superar al nuevo, para entrar en una tortuosa carretera que nos lleva al pueblo viejo, éste sí, una estampa típicamente medieval. De hecho, una vez terminado el ascenso, el vehículo debe dejarse en una explanada que hace las veces de aparcamiento; dejado éste, no cuesta nada en absoluto, imaginar como los distintos alcaides y sus caballeros entraban a caballo por la única puerta de acceso que hay a la población, puerta ésta, que hasta la construcción del pueblo nuevo, a mediados del siglo XX, se cerraba como sucedía en tiempos medievales. Hoy día, de ésta sólo queda el arco de acceso por la zona del alcázar, posteriormente palacio del Marqués de Moscoso, conjunto con una arquitectura nazarita de base, similar a las existentes en otras fortalezas del reino de Granada, pero que incorpora elementos posteriores. Aún así, las imponentes torres nos avisan de que estamos en la zona más fuerte y difícil de conquistar del conjunto. Actualmente, éste hace las veces de hotel con encanto de la cadena Tugasa, adscrita a la Diputación gaditana. El mismo palacio se une a la pequeña iglesia del siglo XVII por medio de una algorfa; el templo casi con total seguridad se trataba de la antigua mezquita local. Pero lo mejor está aún por ver, el interior de un pueblo de casas blancas con puertas y ribetes de color añil, de un urbanismo de herencia musulmana, pero con la típica arquitectura sencilla del interior rural andaluz, con las características fachadas blancas y tejados a dos aguas con tejas árabes, así como puertas y ventanas de madera. Las mismas aprovechan gran parte del conjunto amurallado, el cual se conserva completo e íntegro, y mantiene su estructura típica de entre los siglos XIII al XV, propios del nombrado reino granadino, conservándose hasta algunas barbacanas. Y aunque pequeño, el pueblo puede llevar un buen rato de visita, pues es más que recomendable perderse por sus tortuosas calles, algunas de las cuales, acaban con unas magníficas vistas a un mirador, o balcón al pantano del Guadarranque y al selvático parque natural de Los Alcornocales.


  La entrada al pueblo es en sí toda una grata experiencia, un viaje absoluto en el tiempo, en el que reina el silencio en las estrechas calles adoquinadas con chinos. En su interior están prohibido los vehículos, y sólo las papeleras nos recuerdan en el siglo que estamos. Además, de por su limpieza, el pueblo es digno de ejemplo; el mantenimiento del mismo se lleva a cabo por los habitantes locales, muchos de ellos, por gente procedente de otras latitudes europeas, aunque como es lógico, el cuidado del mismo entre dentro de los presupuestos del ayuntamiento local. Por último, subimos a un mirador, desde donde se puede observar una magnífica panorámica, donde se ven las verdes espesuras de los alrededores y el peñon de Gibraltar al fondo, así como los distintos halcones y cernícalos volando en sus labores de cacería. El silencio reina, sólo roto por el sonido de los falcónidos, y los cantos de los vencejos y chovas que pueblan estas piedras milenarias. Todo un viaje en el tiempo en el que no hace falta más que recorrer algo más de una hora de viaje, y es que nuestra tierra andaluza, sigue ofreciendo estampas únicas y desconocidas, incluso para los amantes de la carretera como yo. Un saludo desde el sur.











































  

lunes, 1 de mayo de 2017

Iznájar y su mar interior.

Iznájar.
 Si cogiéramos un mapa de Andalucía y señaláramos un centro geográfico, ese sería, sin duda, el pueblo cordobés de Iznájar. Es de Córdoba, pero podría haber caído en Granada o Málaga ya que está cerca de ambas. Justo desde lo más alto del pueblo, se pueden observar cinco de las ocho provincias de Andalucía, es decir, salvo Almería, Cádiz y Huelva, todas las demás, y así terminamos antes. También desde él se domina los valles colindantes, las serranías subbéticas, y las orillas del Genil, río que se ha embalsado formando uno de los mayores embalses de la península, recibiendo el mismo nombre del pueblo, y que rodea a la urbe, dando la sensación de que se encuentra en la orilla del mismo mar. La espectacularidad de la peña con su castillo y su iglesia renacentista en lo más alto, rodeado casi por entero por el lago, pueden quitar el hipo a cualquiera. 

Iglesia de Santiago Apostol.
 Una vez llegado a la entrada de la localidad uno puede dar fe de la auténtica dimensión de la peña, un enorme farallón que es rodeado por la carretera de subida. No podía ser menos en una fortaleza que controla el centro del territorio andaluz, y que era llave de los reinos occidentales u orientales, según fuera el bando atacante. Tanto el castillo como la iglesia dominan el pueblo y el paisaje, no obstante la fortaleza nació primera, como ocurre en casi todos los pueblos españoles, y su origen parece ser del periodo emiral, allá por el siglo IX, cuando todavía el reino islámico andalusí dependía espiritualmente del Califato Abbasí de Bagdag, pero políticamente, Abderramán I creo un reino independiente, tras lograr huir de la matanza que éstos realizaron con los Omeyas. Sea como fuere, la fortaleza parece como una puerta de entrada a la flamante capital, Córdoba, un punto de control y seguridad entre tantas facciones y revoluciones que se hicieron en un reino donde hubo grupos bereberes, yemeníes, árabes, cristianos o judíos entre otros. No obstante, la arquitectura actual recibe sobre todo herencia del último periodo musulmán, el Nazarí, como muchos pueblos que bordean las Cordilleras Béticas, típicos de frontera del Reino de Granada. Aunque también bebe de la arquitectura califal, típicamente cordobesa, del siglo X. Conserva casi todos los elementos posibles: barbacana, murallas, y alcazaba, además del patio de armas y un pósito de grano que se encuentra en su interior. También dentro se puede observar la iglesia bajo la advocación de Santiago Apóstol, y que es una de las mejores muestras del renacimiento andaluz, construida, parece ser por Hernán Ruíz, el Joven, la cual parece ser que se quedó a mitad de camino, pues pretendía ser más grande, aún así, su tamaño ya impresiona, y exteriormente, recuerda vagamente a la toscana iglesia de San Biagio de Montepulciano. Aunque esto no es algo objetivo.

Calle y torre del castillo.
 Sin embargo, aunque pequeño, las visitas al pueblo no terminan aquí, conviene callejear por sus calles andalusíes, llenas de blanco radiante, plagadas de macetas, cuestas, suelos de adoquines y adornadas en ocasiones con pinceladas añiles. Sobre todo en zonas de intramuros. Las vistas tanto exteriores como interiores son impresionantes, y debió impactar más en el pasado cuando no existía el lago artificial que rodea a la localidad, pues verdaderamente tuvo aspecto inexpugnable. Hoy un mar interior lo rodea, y todo un océano de olivares, típico de las serranías subbéticas cordobesas, donde se produce uno de los mejores aceites de oliva del mundo. Conviene, al salir de la localidad, y cruzar uno de los dos puentes, dirigirse hacia un mirador para observar el pueblo desde la otra orilla del embalse, y ver una de las mejores estampas del interior de Andalucía, eso sí, después de haber comido algo típico, en algunos de sus buenos restaurantes. Un saludo desde el sur.

Vista de uno de los farallones de la peña.


Detalle del pueblo, rodeado de olivares.

Moderna y bonita fuente.

Detalle del castillo.

Arco de entrada a la zona histórica.
Otro detalle del mismo arco.


Visión completa del mismo.

Torre en el patio de armas.

Detalle del patio de armas.

Detalle del pósito y la iglesia.

Bella plazoleta, adornada para la Navidad.