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sábado, 17 de junio de 2017

La importancia de los bosques islas.

Bosquetes en la campiña gaditana.
Campiña latifundista.
 Antes de empezar a profundizar sobre la importancia de dichos bosques, habría que definirlos, pues aunque la mayoría de nosotros los hayamos vistos incluso desde el automóvil cuando vamos en carretera, por ejemplo, no es un término generalizado dentro de la cultura general. Cuando los expertos en cuestiones medioambientales se refieren a los bosques islas, hablan de lo que usualmente, se denomina por la mayoría, un bosquete, es decir, un pequeño bosque, que pudiendo ocupar incluso varias hectáreas o kilómetros cuadrados, se encuentra enclavado en un territorio que es desarbolado, por ejemplo, en las típicas campiñas europeas, en las estepas, o en las sabanas africanas. Son bosques de especial importancia debido a que ofrecen por un lado un ecosistema diferente, bastante más húmedo que el que existe en el entorno, y que acoge a una fauna distinta, forestal, cuya supervivencia depende en absoluto de dicho bosque. Por otro lado, a las mismas aves, e incluso mamíferos, de la zona, les ofrece un refugio seguro en un ambiente abierto, donde es difícil ocultarse, o descansar. En otra entrada hablaré, sobre otros bosques que también tiene las mismas bendiciones, o incluso mejores, los de ribera, que bordean a un río. Pero eso será en otra entrada. 

El olivar es un bosque en sí mismo.
Subbética Cordobesa.
 Una vez aclarado los conceptos, algo más generales, hay que volverse para nuestras tierras del sur, donde las campiñas, por cuestiones históricas, suelen ser de carácter latifundista, es decir, que un solo dueño controla amplias extensiones de tierra, ya sea para ganado, agricultura o aprovechamientos forestales entre otros, aunque lo normal es que haya un uso mixto, y unas hectáreas se dediquen a una función, mientras que otras tengan distintas labores. Esto ha tenido sus ventajas y sus inconvenientes de cara a la conservación del medio, por un lado, cuando se trata de agricultura sobre todo, el trabajo de la tierra y la transformación del paisaje es bastante intensivo, aunque por otro lado, paradójicamente, en cuanto hablamos de ganadería o de aprovechamientos forestales, el latifundio ha logrado que se conserven mejor los territorios boscosos o las praderías, a diferencia de lo que ocurre con el minifundio, típico del norte español, donde la campiña se reparten en pequeños terrenos para distintos propietarios, ello ha permitido un mayor fenómeno de industrialización, y el poco rendimiento económico, de los bosques primarios, que suelen arder "casualmente", para aparecer al cabo de los años, el monte poblado de eucaliptos y pinos. Por otro lado, el latifundismo permite una mayor concentración de lugareños en grandes núcleos poblacionales, los pueblos de Andalucía occidental, que raramente bajan de los 10.000 habitantes en territorios cultivables, en el norte en cambio, proliferan pequeñas aldeas o parroquias, que dominan los alfoces o concejos de la población de mayor tamaño, dando lugar a un territorio mucho más humanizado. Ahora bien, las lindes  de los terrenos de las campiñas norteñas, son similares a las de la fachada atlántica europea, es decir, la típica campiña cantábrica o inglesa de territorios parcelados, a modo ajedrezado, y con la separación de bosques linderos. Esa es la principal desventaja del sur español, donde las grandes extensiones cultivables impiden la presencia de dichas forestas, por eso la importancia de los bosques islas. Que suponen un respiro en los resecos estíos, y un refugio en las noches, y en los fríos inviernos. Pues dentro de los mismos, el grado de humedad es mayor y temperatura tiende a una menor oscilación térmica, por lo que son más frescos en verano, y menos fríos en invierno. Aunque eso, claro está, depende de la especie dominante, edad y espesor del bosque. No es lo mismo un bosque de pinos piñoneros y eucaliptos, bastante más abiertos en su formación, que un espeso alcornocal. No obstante, cada una ofrece sus virtudes y defectos, los mismos eucaliptos, al ser especies tan altas suelen ser lugar de oteadero de aves rapaces, por ejemplo. En cuanto a los alcornoques, acebuches o encinas, típicas especies mediterráneas, ofrecen, sino se encuentran adehesadas, una formación más espesa y abigarrada, donde se ofrece otro "mundo" distinto al exterior, además de, por sus fuertes  y seguras ramas, un lugar más seguro para la nidificación, sobre todo de grandes especies, como el águila imperial, o la cigüeña negra, entre otras joyas sureñas. En un punto y aparte tenemos que considerar a las campiñas de olivares, extensas en España, especialmente en Andalucía, porque aunque sea un cultivo, cumple las labores de un bosque adehesado, por lo que da también refugio a otras aves forestales.
Pinar del Hierro.

 Ya reduciendo el panorama geográfico, cabe sorprender que nuestra provincia de Cádiz es de las menos forestales de nuestra nación, pues la imagen de las serranías orientales, con los espesores de Grazalema y los Alcornocales, que además siempre están en la clasificación de los expertos entre los diez mejores bosques españoles, nos dan lugar a la confusión. Fuera de ahí, nuestra tierra, se compone de grandes extensiones de zonas húmedas, áreas marismeñas y lagunares, desarboladas por lo común, así como de una enorme campiña, que se puede dividir en dos, una zona norte, de Chiclana hacia Jerez y de Chipiona hasta Alcalá del Valle, que tiene grandes aprovechamientos en el campo de la agricultura intensiva, sobre todo de vid, olivos en las zonas más serranas, y trigo en las áreas más secas. Se trata de una zona muy degradada ambientalmente, con escasos bosques islas, pero muy valiosos por donde se encuentran. Y la que es para mí, la campiña más valiosa, desde la misma localidad chiclanera, y hasta Alcalá de los Gazules, formando un triángulo hasta Tarifa, es un territorio muy poco cultivable, debido a lo arcilloso del terreno, muy plástico, dando lugar a un escasísimo drenaje, y fácil encharcamiento, que da lugar a las abundantes lagunas de la zona (las que aún no se han drenado), de carácter temporal, pues, una vez llegado el calor tienden a evaporarse. Es por tanto, una campiña de grandes ganaderías, sobre todo bovina, ya sea de vacas retintas o reses bravas, y que han creado un rico ecosistema en el que hombre y medio conviven. Dentro de esta misma campiña se encuentran ricos bosques islas, formadas normalmente por acebuches, aunque también hay pinos piñoneros. Sin embargo, si he destacar alguno que supone un auténtico oasis boscoso, con multitud de especies forestales, como los picos picapinos, o los cuervos, habitantes más propios de las sierras y bosques orientales, es el bosque que se encuentra entre Medina Sidonia y Chiclana de la Frontera, que ocupa zonas de Junco Real, el Cordel de los Marchantes o el Pago del Humo entre otros lugares. Aunque bastante amenazado en el término chiclanero a causa de las construcciones ilegales, aún conserva su riqueza forestal. Otro de gran valor, y cercano, es el llamado Pinar del Hierro, en Chiclana, y cerca de la Laguna de la Paja. En este caso es un espeso bosque de pino piñonero de grandes dimensiones, y que marca el límite del territorio muy humanizado con respecto al rural. Del valor del mismo, cabe destacar que tiene más endemismos en unas pocas hectáreas que varios países europeos juntos: 23 del pinar, por 5 de Reino Unido y 15 de Alemania, por ejemplo. Aunque no es el único, hay otros valiosos bosques de pinos piñoneros, muchos de carácter abierto, pues se dice que los dichos árboles pueden tener un origen tropical, de sabana, de ahí su copa aparasolada también. Por otro lado, no siempre hay que considerar a los grandes árboles como bosques islas, también los pequeños como los acebuches, los más abundantes en nuestra campiña sur, forman miniespesuras junto a los lentiscos y palmitos, también estos últimos matorrales han sido de vital importancia para la fauna, en ellas se esconden galliformes, lagomorfos, y aún queda la esperanza de que vuelva a aparecer el Torillo andaluz, ave que actualmente se da por extinguida, pero eso será otra entrada. Un saludo desde el sur. 

Pastizal gaditano, bastante rico en gramíneas anuales.
Ejemplo de bosque isla en un terreno cultivado.











Cádiz es tierra de palmitos y retintas.
Los bosques islas de acebuches son los
 más comunes en Cádiz.










Espeso alcornocal en el Cordel de los Marchantes.
Espesura dentro de un bosque isla.











Bosque isla de eucaliptos y acebuches.

Los pinos piñoneros también forman bosques islas.










El mochuelo, ave típica de estos ecosistemas.

lunes, 20 de marzo de 2017

Rincones ocultos de la provincia de Cádiz.

 Ayer fue el día de San José, y en términos históricos tal día como hoy se constituyó la Constitución de Cádiz en 1.812. Y como reconocimiento a tan importante evento, se escogió tal día como nuestro día provincial. Y es que aunque todas las provincias de España son preciosas (todas las de Europa diría yo), a cada uno le tira su tierra, y la mía, suele además, tener la buena cosa de juntar paisajes, naturaleza, monumentos, restos arqueológicos, y un sol que brilla incluso en los días de lluvia. No quiero hacer un texto largo, ni nada que diga algo nuevo que a todos asombren. Esta entrada es solo un homenaje a la provincia en la que he nacido, me he criado y en la que aún vivo, por ello escojo algunos rincones, a modo personal y totalmente subjetivo, para el disfrute de algunas de las mejores postales de nuestra tierra, eso sí, casi todos son rincones poco conocidos para los foráneos. Ahí van, y un saludo desde el sur. Por anticipado.

  • Alameda Apodaca. Cádiz. Aunque conocida para los locales, no es la estampa que más se vende de la ciudad de cara al turismo, y en cambio, para mí es de las más bonitas de la capital, mucho más que otras promocionadas. Se juntan aquí murallas, baluartes, cañones, garitas, jardines decimonónicos con árboles impresionantes (algunos con metros de diámetro), azulejerías y fuentes regionalistas sevillanas, palacetes de evocaciones americanas, muchos con leyendas de fantasmas, y estatuas grandiosas, como la del Marqués de Comillas. Si a eso le añadimos un atardecer como el de la foto, la elegancia y la coquetería que siempre caracterizó a la localidad están garantizados.

  • Playa de Punta Cantera. San Fernando. Un rincón muy poco conocido, que se encuentra muy cercano al centro comercial Bahía Sur. Por lo tanto, apenas a unos pocos cientos de metros se pueden observar la mayor de las aglomeraciones y la más absoluta soledad de una de las playas más recónditas de la ciudad. Interior a la bahía, como la de la Casería, tiene al igual que ésta, carácter fangoso. Pero no obstante, la fortaleza dieciochesca, los polvorines (del XVIII al XX), el espigón, la playa y la avifauna, como los correlimos de la foto, dan lugar a una estampa desconocida y única de La Isla.

  • Tajo del Águila. Algar. No es un lago escocés, los olivos lo desmienten, es el embalse más grande de la provincia, y que abastece a la poblada zona de la bahía y Jerez. Es un regalo a medias entre el hombre y la naturaleza, el ser humano contuvo las aguas, pero éstas, desde mucho tiempo antes, crearon el desfiladero y el tajo algareño, donde se pueden alquilar casas rurales, navegar a vela en el pantano y ver sobrevolar a los buitres leonados desde una cercanía que sorprende. En la foto podemos observar lo bello de sus atardeceres, y más con tiempo revuelto como es el caso.

  • Calle Cuna. Arcos de la Frontera. Pocas veces se puede encontrar una calle de un pueblo en dos lugares muy distintos y muy distantes. Es una de las curiosidades de esta provincia. Esta misma vía fue una de las elegidas para representar a Andalucía en el Pueblo Español, en Montjuic, para la Exposición Internacional de 1.929, donde hay una réplica exacta. Hay otra escogida para la misma exposición de la localidad de Tarifa. La de aquí, es muy anterior, y fue judería en tiempos medievales, de hecho, a media altura, se conserva, en unas viviendas, los restos de una sinagoga gótica.

  • Barrio Alto Nazarí. Benaocaz. Es curioso escoger la única calle donde no vive nadie del pueblo. Sin embargo, es uno de los rincones más bellos de la pequeña localidad serrana, y el núcleo fundacional y más antiguo, de origen medieval, pues testimonia la presencia de los últimos habitantes musulmanes de la dinastía nazarita en la península. Es un sitio tranquilo, solitario, sencillo y silencioso, de casas de piedra y calles de adoquines invadidos por el verdín.

  • Palacio de los Ribera. Bornos. Toda una sorpresa en la provincia, pues salvo los paisanos del lugar, pocos conocen, incluso en la provincia, uno de los mejores palacios de la zona. Ligado en origen, a los mismos dueños del Palacio de Pilatos de Sevilla, en el cual se conservan algunas detalles que se llevaron de aquí. Es el mejor ejemplo, de largo, de renacimiento italiano en la provincia, al igual que el resto del pueblo. Llama la atención de las gárgolas de las arcadas de la foto, donde se pueden ver elementos de influencia prehispánicas de América, tales como un jaguar o un águila. En dicho patio, da la sensación de que puede salirte Alatriste o Malatesta a desafiarte. Su visita es gratuita, y en enfrente se come barato y bueno.

  • Torre del Rocadillo de Carteia. San Roque. Torre vigía típica del sur español, propia del XVI, de tiempos de Felipe II, y que servía para la vigilancia de las costas para advertir de los frecuentes ataques piratas que sufría la zona, ya fueran berberiscos o ingleses. Aparte del interés arquitectónico, tiene el paisajístico, pues desde ella se observa toda la Bahía de Algeciras. También el histórico y el arqueológico, pues se encuentra situada en el yacimiento de Carteia, con restos romanos principalmente, pero también púnicos y bizantinos entre otros. Justo al lado, se puede encontrar un búnker (bastante bien musealizado) que se preparó para una eventual entrada de España en la II Guerra Mundial, por supuesto, mirando hacia Gibraltar. Cerca, los restos de un pequeño castillo nazarita y meriní, la torre de Cartagena, siendo éste uno de los pocos ejemplos arquitectónicos de esta dinastía norteafricana en nuestro país, junto a los restos de Algeciras y las murallas ceutíes. 

  • Balcón del castillo. Castellar de la Frontera. Todo el pueblo viejo, encerrado en el castillo, es una joya, pero dentro de la belleza de sus calles, sus plantas, flores y torres nazaríes, hay una estrechísima y dificultosa calle, pues baja en muy dura cuesta, pero no se preocupe, es corta, y el premio es más que generoso, pues al terminar ésta, se abre a un balcón que da vistas a el embalse del Guadarranque y al parque natural de Los Alcornocales, una de las mayores reservas de bosque mediterráneo del mundo.

  • El bosque que se inunda. Chiclana de la Frontera. No ocurre todos los años, pero sí la mayoría de ellos. No es tampoco un sitio escondido, es en la conocida, por algo, Carretera de las Lagunas, que sirve para ir a la famosa playa de La Barrosa. Por lo tanto es un punto muy transitado por el tráfico. Pero me apuesto lo que sea, a que sólo un pequeño porcentaje se fija que este pequeño bosquete de pinos y eucaliptos, se suele inundar entre diciembre y febrero (según la generosidad de las lluvias). Y menos, que en ella habitan ardeidas como garcetas grandes y comunes, garcillas, y otras zancudas como las cigüeñas comunes. Todo se debe a la vecindad del bosque con la laguna de la Paja, endorreíca, que puede permanecer seca meses, pero se desborda en tiempos de precipitaciones.

  • Acantilados de Roche. Conil de la Frontera. Si por algo es conocida la localidad es por sus playas, pues son espectaculares, y las hay de todo tipo, playones como la de los Bateles o Castilnovo, pero también es conocida por sus pequeños y bellos acantilados areniscosos, que esconden pequeñas calitas recónditas como las de Roche, muchas de ellas de carácter nudista. La carretera que bordea los acantilados, ofrece uno de los mejores paisajes de la provincia: con sabinas, enebros, palmitos, y pinos con forma de bandera a causa del fuerte viento marino e incluso torres vigías del XVI. Las aves marinas, completan una bella estampa de un lugar con el que uno ha soñado siempre.

  • Puerto del Boyar. Grazalema. Aunque la estampa engañe, no es Alaska, es el sur de Andalucía. Y aunque el pueblo sea una belleza, he optado por la espectacularidad de la naturaleza montañosa de uno de los rincones más lluviosos de España. Donde la frondosidad de los bosques de pinos, quejigos, encinas, acebuches, cedros, y abetos pinsapos, entre las frecuentes nieblas, contrastan con los grises farallones de las rocas calizas que dominan el paisaje. 

  • Plaza del Mercado. Jerez de la Frontera. Una estampa que aún conserva pura medievalidad y renacimiento. El lugar parece anclado en el XVI, si la vista de los coches de la foto no nos chivaran tiempos actuales. Es el centro de un barrio monumental que tuvo tiempos mejores, con numerosos y ruinosos palacios del XVI al XVIII, e iglesias góticas y mudéjares, algunas, del siglo XIV. El origen medieval de la plaza ya se lo da el nombre, por tanto, sobran las explicaciones, a la izquierda, la gótica y mudéjar iglesia de San Mateo, a la derecha, el renacentista palacio de los Riquelme, también renacentista es la fuente de mármol central, procedente de la Cartuja, y aunque no se vean, dos palacetes más, uno del XVIII, donde está el museo arqueológico, y otro de origen gótico, el de San Blas, tristemente abandonado. Las palmeras, terminan de completar un paisaje muy sureño. 

  • Baños de la Reina Mora. Jimena de la Frontera. Aquí destaco el bello y verde paisaje de Los Alcornocales que se puede observar desde el castillo del pueblo (toda una joya a visitar). En el centro de la imagen, uno de los pocos ejemplos provinciales de arquitectura mozárabe rupestre que quedan en la provincia, y del que se conservan unos pocos restos ruinosos. En tiempos perteneció a la comunidad cristiana en tierras musulmanas allá por el siglo IX, y que se rebelaron contra el emirato omeya cordobés, capitaneados por el caudillo godo Omar Ben Hafsun, creando el señorío independiente y cristiano de Bobastro, que duró casi un siglo.

  • Ermita del Marqués de Larios. Los Barrios. La influencia de Gibraltar en la comarca no sólo se nota en ciertas palabras y expresiones de origen anglosajón que han quedado en la zona. También en la arquitectura, especialmente, la del XIX, donde hay claros ejemplos de intercambio cultural. Las soluciones tomadas son de estilo colonial inglés, similar al que se puede ver en otros lugares tropicales, que estuvieron bajo soberanía británica en el siglo decimonónico. Nació para servir como templo para los trabajadores que trabajaban en las fincas del Marqués de Larios. Aunque se encuentra dentro del recinto de un hotel, hoy en día, se puede visitar, e incluso se da misa para los vecinos de la zona.

  • Castillo y Alcazaba. Medina Sidonia. De la localidad se conoce mucho de su monumentalidad, bien promocionada por el ayuntamiento asidonense. Pero pocos se aventuraban hasta hace poco a subir a la fortaleza, que a juzgar por los restos excavados, es una de las mayores de la provincia, una de las que más historia ha tenido y una de las más disputadas. La razón de ello es su pura centralidad provincial, desde donde se puede observar todas las ciudades de la Bahía de Cádiz, Jerez de la Frontera, Alcalá de los Gazules, y hasta Arcos de la Frontera entre otros. Por lo que quien poseía la fortaleza tenía la llave para controlar gran parte del territorio provincial actual. Su origen es romano, como certifican sus grandes sillares, posteriormente fue alcazaba árabe, como muestran su tapial de ladrillo visto de tipo almohade, luego en la parte más baja se construyó un castillo en periodo cristiano, en la que en una de sus torres se dice que fue encerrada la reina Doña Blanca de Borbón, esposa que fue del llamado rey Don Pedro I el Cruel, tras su primera noche de matrimonio. Y por último, conserva una fortaleza francesa, de cuando el asedio a Cádiz y San Fernando en el XIX. Tanto la historia como las vistas merecen la pena, de día como de noche. 

  • Santuario de los Remedios. Olvera. La localidad serrana merece destacar por muchos motivos. Pero he decidido escoger un recóndito rincón junto a la carretera que la une a Torre Alhaquime y a Setenil. En un principio, fuera del recinto, el templo apenas llama la atención, una santuario más, junto a una venta, en lo más rural de Andalucía, sólo las vistas del pueblo coronado por su castillo nazarita y su iglesia neoclásica en la lejanía nos entretienen algo. Pero una vez dentro la cosa cambia. El interior es de una riqueza asombrosa, solo explicada por la absoluta devoción de los lugareños. El interés es arquitectónico y artístico, pues tanto la iglesia y el claustro se encuentran llenos de frescos barrocos que nos trasladan a otros países como Portugal o Italia, por su calidad plástica y horror vacui. La cantidad de macetas y plantas del mencionado claustro aporta más frescor y belleza al lugar, y en éste, una pequeña habitación, donde los devotos a la Virgen depositan fotos y recuerdos (algunos de muchos años) de aquellos por los que se piden. El sitio concentra toda la emoción e interés posible, y al ver aquellas imágenes, uno cabe preguntarse que fue de la vida de aquella gente, deseando que su suerte fuera a mejor.

  • Palacio de los Medina Sidonia. Sanlúcar de Barrameda. La ciudad del Bajo Guadalquivir, fue un puerto importante tras el descubrimiento de América, de aquí salieron las naves en las que Magallanes y Elcano dieron la primera vuelta al mundo. También fue por ello ciudad ducal, y son dos los palacios aristocráticos que compiten en la localidad en belleza e importancia (además de la infinidad de palacetes burgueses de comerciantes de las Américas): el de los Montpesier o Duques de Orleans, y el de los de Medina Sidonia. El primero es del XIX, y sirvió para poner las bases de la arquitectura neomudéjar que dominaría el cambio de siglo en Andalucía, siendo heredero directo Aníbal González. El segundo, que es el que escojo, tiene un carácter tradicional andaluz, y su antigüedad se remonta, al menos a tiempos árabes, de los que se conservan distintos arcos de herradura, algunos apuntados, además de algunas otras estancias medievales. En el resto domina la arquitectura renacentista y barroca del XVI al XVIII, destacando en la fachada una rejería manuelina portuguesa. El palacio, para completar, también tiene sus historias de fantasmas, como no podía ser de otra manera.

  • Calles de las Cuevas y río Guadalporcún. Setenil de las Bodegas. Todo un clásico de nuestra provincia, y sin embargo, no por ello menos embaucador. Aunque realmente no sea el centro histórico de la ciudad, pues éste se encuentra en torno al castillo y a la iglesia principal, las dos calles de las Cuevas de la Sombra y la del Sol, no dejan indiferente a nadie con sus casas cuevas dentro del tajo o pequeño cañón que el río Guadalporcún ha excavado. Zona muy animada de la población, llena de bares y vida. En cambio, unos kilómetros más allá, mirando hacia Torre Alháquime encontramos uno de los pequeños parajes naturales más desconocidos de la provincia: el de los Escarpes del río Trejo. Continuación del mismo Guadalporcún (ambos nombres son para el mismo río), y continuación del mismo cañón, ya en plena naturaleza.

  • Plaza del Ángel. Tarifa. La localidad más sureña de la España peninsular no podía faltar, gracias a su riqueza paisajística e histórica que la han hecho famosa. Sin embargo, no he optado por ninguno de sus monumentos más conocidos, de los cuales, algunos nos trasladan a la misma Tánger. En cambio de nuevo he preferido destacar uno de sus templos más discretos, en una recogida y coqueta plaza llena de enredaderas y flores que destacan entre sus destelleantes casas blancas. La belleza del templo (siglo XVIII) es indiscutible, no obstante, destaca la originalidad de su solución arquitectónica, en una portada que no recoge el típcio barroco gaditano, sino que por el contrario adopta fórmulas portuguesas, sin un motivo claro en concreto que se sepa.

  • Calle de la Silla Vieja. Vejer de la Frontera. Es ésta una escondida y recóndita vía, que se encuentra fuera de los circuitos tradicionales turísticos de la población, ya que realmente, no pertenece al centro histórico. No obstante, es de las más bellas de la localidad, pues se encuentra adornada por macetas y parterres llenas de flores que contrastan con el blanco de sus casas. Asimismo, ha sabido conservar su auténtico aire a pueblo. De belleza reconocida, ha ganado varios certámenes de patios andaluces, en una comunidad, donde estos, se cuidan hasta la saciedad. La calle, sin salida, desemboca en los Jardines del Califa, un hotel y restaurante de comida magrebí que se encuentra situado en una serie de edificios que van desde el siglo X al XVII.

  • Cabo de la Plata. Zahara de los Atunes. Aunque la población es una pedanía de Tarifa, y no una entidad independiente, he decidido incluirla aparte, pues ya es conocida de sobra en los circuitos turísticos nacionales. La localidad destaca por la belleza de sus playas, como la de los Alemanes o la de Atlanterra, entre ambas, se encuentra una serie de pequeños y verdes acantilados a causa de la sierra de la Plata, que viene a desembocar justo en el mar. Entre las rocas batidas por el océano, se encuentra un solitario búnker, entre los muchos construidos en la provincia, por si acaso España entraba en la II Guerra Mundial, evitar un desembarco aliado. El nombre de la playa vecina, de evocaciones germánicas, también tiene al parecer orígenes en tan aciago conflicto. Demasiado urbanizado todo en los últimos años, resultó bochornoso la demolición del hotel abandonado y toda la farándula política en los medios, para al final, haber acabado peor que en los años noventa. Aún así, quien tuvo, retuvo, y la sierra y el mar, conservan el verdor y la belleza por las que se hicieron famosas.

domingo, 29 de septiembre de 2013

Novata en la fauna europea.

 Hace muy poco, desde el 2.010, más o menos, se viene observando en nuestra tierra, la presencia de una mariposa, de origen norteamericano, que ha venido para formar colonias en nuestros bosques. La noticia salió a la luz en 2.012, pero yo ya llevaba observando, de forma aislada, y en la bahía de Cádiz, algún que otro ejemplar. Imagino que no sería el único observador.

Foto de monarca en la bahía de Cádiz.
 Dicha mariposa, demuestra una vez más, que la historia natural es muy dinámica, y que tanto fauna como flora, tienden a cambiar de distribución, crecen de población, se dispersan, se reducen, e incluso se extinguen (eso sin que el ser humano influya). La mariposa monarca (Dannaus plexippus) es un insecto de carácter migratorio en sus tierras de origen, donde son famosas sus concentraciones en sus cuarteles de invierno en los bosques de México. Allí llegan a cubrir árboles enteros, e incluso forestas. En verano vuelven a las taigas del norte de EEUU y sur de Canadá. Tan largas migraciones se traducen en vuelos a gran altura, pues pueden llegar a unos dos mil metros. Éste es el motivo por el que existe una gran dispersión de la especie por ambos océanos que rodean a América. Por el Pacífico han llegado hasta Australia y sureste asiático. Por el Atlántico, hasta ahora, sólo las islas macaronésicas de Canarias, Azores y Madeira, tenían población. Y aunque siempre ha habido ejemplares que cayeron en Inglaterra o en el norte de España, nunca lograron sobrevivir. Cosa que sí han hecho en Cádiz (provenientes de Canarias), e imagino que en la zona sur de Andalucía. Son dos los motivos por los que sí se han quedado: un clima cálido- templado, y dos plantas básicas para su supervivencia- la adelfillas y la mata de la seda. Introducida la primera en el XVI desde América Central, y la segunda desde África en el siglo XVIII. 

Foto típica de las monarcas en México.
 Curiosamente, aquí tienen una forma de vida sedentaria, lejos del carácter migratorio de sus parientes norteamericanas. Los parques naturales del Estrecho y el de Los Alcornocales, son su hogar en nuestro país. La conjunción de bosques húmedos, secos y amplias praderas es la clave de un ecosistema ideal para estos bellos insectos. Ya hay quien quiere declararla como especie invasora, como si la fauna fuera un zoo con especies permanentes e inertes, carentes de vida y migración. Xenofobia hay hasta en el ecologismo. Un saludo desde el sur.



 

domingo, 7 de abril de 2013

Grazalema

 La primavera tan lluviosa que llevamos ha hecho que el diluvio de Noé quede como una llovizna al lado de lo que ha caído, por ejemplo, en la población con más índice de precipitaciones de España: Grazalema. La blanca población serrana ha registrado 1.000 litros sólo en el mes de marzo. Desde luego es algo que no es común, pero tampoco raro; no obstante, lo normal es una media de unos 2.200 al año, que suelen caer a lo largo del invierno, teniendo una larga sequía en verano. Lo que indica una alta torrencialidad. En algunos años las lluvias superaron los 4.000 litros, son el caso de los años 2.009 y 1.989.

 Pero Grazalema no es solo famosa por las precipitaciones, sino que con mérito expande su nombre por todo el panorama nacional. Uno de los principales (méritos) es dar nombre a una serranía, y su consiguiente parque natural, declarado en 1.989 por la Junta de Andalucía, y que además tuvo el mérito, junto con Ordesa y Monte Perdido, en ser la primera Reserva de la Biosfera que la UNESCO declaró en España. También estuvo a punto de ser parque nacional en época republicana, pero todo quedó en nada. El culto al abeto endémico, que es la joya del parque y del pueblo, queda patente en una de las plazas principales de la localidad, donde se puede observar con porte señorial, solitario, en paraje donde se pueden observar un bello ejemplar; y dos vistas interesantes: una primera desde un balcón donde se logra ver la serranía, y otra donde se ve al pueblo, junto a su montaña, y sus bosques. También la urbe destacó por ser zona de bandoleros famosos, al igual que cualquier serranía andaluza. Aquí destacó el Tempranillo, quien se movía por la zona rondeña amargando la vida a muchos de aquellos que se internaban por estas tierras. Ciertamente, el tiempo le hizo convertirse en mito.


  Todo no son lluvias, bosques y bandoleros. Y aunque centrado en la vecina población de Villaluenga, Grazalema también participa activamente en la producción de unos quesos que han ganado merecida fama en los últimos tiempos: el Payoyo. Variedad sacada de la leche de oveja payoya, endémica de éstas montañas. Pero es otro producto el que se lleva el estrellato: sus famosas mantas y ponchos. De calidad suprema, y que sirven para abrigarse en tan frías tierras montanas.


 También goza la localidad de un urbanismo de origen andalusí perfectamente conservado. Siendo una de los pueblos blancos más conocidos de la famosa ruta sureña. El encalado roza, en muchas ocasiones, la exageración, pero nos traslada a una suerte de Belén navideño. Recomendaría terminar viendo uno de los principales monumentos de Grazalema: la iglesia de la Aurora. De piedra vista, y que se mimetiza con el fondo montañoso. Con el sol, la plaza que sirve de antesala a la iglesia, se llena de terrazas de bares y bullicio. Con la lluvia, al atardecer, sólo se oye el golpeo de la lluvia contra el suelo. El silencio domina todo, la plaza, y las estrechas calles que la circundan. Un saludo desde el sur.








domingo, 17 de marzo de 2013

Sendero del Talco


 Las tierras andaluzas siempre sorprenden por un paisaje que puede variar tanto climatologicamente, como en vegetación, en población y urbanismo, en un corto espacio de terreno. La palma en este sentido se la llevan las dos provincias más orientales de nuestra comunidad autónoma: Almería y Granada. En ambas se puede pasar del desierto a la montaña, y al bosque, cambiando solamente de ladera. Es el misterio que sorprendió al propio Washington Irving, quien llegó a afirmar que no se explicaba la riqueza, esplendor y exotismo de los jardines plantados por el hombre, que contrastaban con los montes pelados circundantes donde no crecía nada. Tal vez desconociera el ilustre escritor que en realidad, aquellos montes tuvieron bosques, que evidentemente, fueron arrasados.


 Pero no es a Granada a donde vamos, sino al noroeste de Almería. En otra tierra de montes "pelados", encontramos un antiguo camino minero que unían las poblaciones de Lúcar y Somontín con las minas del Talco. El paisaje es digno de conocer, y de fotografiar, pues parece un lugar exótico, y cualquier instantánea puede llegar a engañarnos y a hacednos pensar que estamos en el Atlas marroquí, en lugar de un rincón de las sierras Béticas, por otro lado muy parecidas a las anteriores. Las zonas bajas de las montañas del sendero transcurren, como es común en Almería, entre una gran aridez; pero la presencia de numerosas ramblas con agua a poca profundidad de la superficie, permiten el crecimiento de un curioso bosque de ribera, a pesar de que no hay río. Álamos y tarajes comparte espacio con las cañas y algún que otro matorral adaptado a los cambios súbitos de humedad. En otoño el amarillo de las hojas de ambas especies vienen a embellecer el panorama. En el siguiente estrato de paisaje, a mayor altura, empiezan los bosques de pinos carrascos o de Alepo, a ocupar amplios espacios de la montaña. Siendo raquíticos cuanto más cercanos a la base del monte, o si está en plena solana. En cambio en la umbría el bosque adquiere mayor entidad. Otras especies vegetales acompañan en el lugar, probablemente, las originarias, como acebuches, y algún chaparro que lucha por agarrarse a un terreno escaso en suelo, y generoso en pendientes. No obstante los pinos también son originarios de la zona, aunque su población se ha expandido de forma artificial. 

 La zona goza, además de cierta riqueza faunística, en un paseo pudimos observar una culebra de escalera, aquí fotografiada. Y según me comentaron, en las zonas más altas, donde la nieve hace acto de presencia, al menos, un par de ocasiones al año, se detecta la presencia de la cabra montés, con generosas poblaciones. En estas mismas cumbres, en sus cercanías, se observan también bosques de cedros del Atlas, sin duda, procedentes de alguna repoblación. Curiosamente, la zona no tiene protección alguna, y solamente la Diputación de Almería, ofrece información sobre un sendero habilitado por ellos, y organiza excursiones con el fin de fomentar la zona. Pero se queda escaso, un paisaje tan exótico, donde se puede observar tres tonos de colores: marrón, verde y blanco. Del desierto en la base, los bosques en las laderas, y la nieve en las cumbres; merece cuanto menos, tener algún grado de protección, aunque sea en el escalafón más bajo. Un saludo desde el sur.