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domingo, 26 de marzo de 2017

La Huelva portuguesa que se pierde.

 La capital onubense es una de las grandes desconocidas de nuestra comunidad autónoma, y es esa ignorancia de su patrimonio es la que, precisamente, está logrando que poco a poco el alma de la ciudad esté desapareciendo lánguidamente bajo la piqueta en un país dado a las burbujas ladrilleras. La historia e influencia arquitectónicas de la misma se pueden dividir en tres patrones o influencias: 
  • La típica andaluza, sevillana especialmente, que se deja notar, sobre todo en la comarca del Condado, como si fuera una extensión más del Aljarafe.
Estación de ferrocarril.
Instituto Rábida.










  • La inglesa, sobre todo en las ciudades mineras y su capital, como muelle de salida. Y que ha marcado sobre todo en los monumentos del XIX, dándole a esta tierra una personalidad única.
Iglesia de la Milagrosa.

Casa del Barrio Obrero.










  • Y sobre todo, la gran olvidada, la portuguesa, tal vez la más denostada, y que va desapareciendo sin que nadie diga nada.
Casa número 4 de la calle Palacio.

 Incluso en el habla local se pueden encontrar, sobre todo en la zona más occidental de la provincia, muchas portuguesadas como la palabra "gañafote", que viene a significar saltamontes en castellano. Pero una vez más, en la decoración y en la arquitectura hablamos de una osmosis con el país vecino, sobre todo con el Algarve, donde en los dos lados de la frontera se comparten elementos decorativos y soluciones arquitectónicas. Eso sí, hablo de una arquitectura de carácter popular, y que en sus respectivos países adoptan su propia su propia tradición, como es lógico. En el caso de Huelva, en lo que es la arquitectura civil decimonónica, a los típicos azulejos portugueses se le une la adopción de algún arco de herradura típico cordobés. En el caso contrario pasa igual, como ocurre en la capital del Algarve, en el edificio del Banco de Portugal, típico historicista del XIX, y que adopta los mismos arcos de herradura que hay en la tradición española. 

Banco de Portugal en Faro. Y sus arcos de herradura...

  Así que en el XIX y principios del XX onubense podemos definir claramente tres modelos escogidos según la condición social del que lo construye:la arquitectura oficial, es decir la de los colegios y edificios gubernamentales entre otros, que adoptan una clara tradición andaluza, como ocurre por ejemplo con los regionalistas Instituto Rábida o la estación de ferrocarril. Mientras que la burguesa o industrial opta por la inglesa colonial, como son el caso del conocido Barrio Obrero o la iglesia de La Milagrosa. No son los únicos ejemplos en ambos casos, pero sí los más llamativos. En cambio, el pueblo opta por dos modelos: uno de típica influencia andaluza, pero de casas ribeteadas por ladrillos vistos en ventanas, puertas y bordes, algún ejemplo quedan en la calle Rábida, y en torno a Concepción, dio lástima saber que las que quedaban en la zona de la Merced o las Adoratrices han desaparecido hace un buen puñado de años ya, entre el silencio de las administraciones. Y las típicas casas, de misma estructura que las anteriores, pero con la decoración de azulejos de distintos colores. Son las más escasas y suelen quedar por la zona de Concepción y Plaza de las Monjas, se encuentran sobre todo en viviendas, de varias plantas normalmente, e incluso en un hotel modernista, el París, de la citada plaza, cubierto de azulejos azules. También corren el mismo peligro que las anteriores. Lástima de una ciudad, con influencias muy curiosas, únicas en Andalucía, y que tiende con el tiempo a ser una ciudad monocroma de bloques de pisos uniformes. La pena no es solo por lo patrimonial, sino por lo sentimental, fue mi casa durante unos años. Un saludo desde el sur.

Casa número 16 de la Calle Arquitecto Pérez Carasa.

Hotel París, en la Plaza de las Monjas.
Antigua Estación de Zafra en Huelva.

lunes, 20 de marzo de 2017

Rincones ocultos de la provincia de Cádiz.

 Ayer fue el día de San José, y en términos históricos tal día como hoy se constituyó la Constitución de Cádiz en 1.812. Y como reconocimiento a tan importante evento, se escogió tal día como nuestro día provincial. Y es que aunque todas las provincias de España son preciosas (todas las de Europa diría yo), a cada uno le tira su tierra, y la mía, suele además, tener la buena cosa de juntar paisajes, naturaleza, monumentos, restos arqueológicos, y un sol que brilla incluso en los días de lluvia. No quiero hacer un texto largo, ni nada que diga algo nuevo que a todos asombren. Esta entrada es solo un homenaje a la provincia en la que he nacido, me he criado y en la que aún vivo, por ello escojo algunos rincones, a modo personal y totalmente subjetivo, para el disfrute de algunas de las mejores postales de nuestra tierra, eso sí, casi todos son rincones poco conocidos para los foráneos. Ahí van, y un saludo desde el sur. Por anticipado.

  • Alameda Apodaca. Cádiz. Aunque conocida para los locales, no es la estampa que más se vende de la ciudad de cara al turismo, y en cambio, para mí es de las más bonitas de la capital, mucho más que otras promocionadas. Se juntan aquí murallas, baluartes, cañones, garitas, jardines decimonónicos con árboles impresionantes (algunos con metros de diámetro), azulejerías y fuentes regionalistas sevillanas, palacetes de evocaciones americanas, muchos con leyendas de fantasmas, y estatuas grandiosas, como la del Marqués de Comillas. Si a eso le añadimos un atardecer como el de la foto, la elegancia y la coquetería que siempre caracterizó a la localidad están garantizados.

  • Playa de Punta Cantera. San Fernando. Un rincón muy poco conocido, que se encuentra muy cercano al centro comercial Bahía Sur. Por lo tanto, apenas a unos pocos cientos de metros se pueden observar la mayor de las aglomeraciones y la más absoluta soledad de una de las playas más recónditas de la ciudad. Interior a la bahía, como la de la Casería, tiene al igual que ésta, carácter fangoso. Pero no obstante, la fortaleza dieciochesca, los polvorines (del XVIII al XX), el espigón, la playa y la avifauna, como los correlimos de la foto, dan lugar a una estampa desconocida y única de La Isla.

  • Tajo del Águila. Algar. No es un lago escocés, los olivos lo desmienten, es el embalse más grande de la provincia, y que abastece a la poblada zona de la bahía y Jerez. Es un regalo a medias entre el hombre y la naturaleza, el ser humano contuvo las aguas, pero éstas, desde mucho tiempo antes, crearon el desfiladero y el tajo algareño, donde se pueden alquilar casas rurales, navegar a vela en el pantano y ver sobrevolar a los buitres leonados desde una cercanía que sorprende. En la foto podemos observar lo bello de sus atardeceres, y más con tiempo revuelto como es el caso.

  • Calle Cuna. Arcos de la Frontera. Pocas veces se puede encontrar una calle de un pueblo en dos lugares muy distintos y muy distantes. Es una de las curiosidades de esta provincia. Esta misma vía fue una de las elegidas para representar a Andalucía en el Pueblo Español, en Montjuic, para la Exposición Internacional de 1.929, donde hay una réplica exacta. Hay otra escogida para la misma exposición de la localidad de Tarifa. La de aquí, es muy anterior, y fue judería en tiempos medievales, de hecho, a media altura, se conserva, en unas viviendas, los restos de una sinagoga gótica.

  • Barrio Alto Nazarí. Benaocaz. Es curioso escoger la única calle donde no vive nadie del pueblo. Sin embargo, es uno de los rincones más bellos de la pequeña localidad serrana, y el núcleo fundacional y más antiguo, de origen medieval, pues testimonia la presencia de los últimos habitantes musulmanes de la dinastía nazarita en la península. Es un sitio tranquilo, solitario, sencillo y silencioso, de casas de piedra y calles de adoquines invadidos por el verdín.

  • Palacio de los Ribera. Bornos. Toda una sorpresa en la provincia, pues salvo los paisanos del lugar, pocos conocen, incluso en la provincia, uno de los mejores palacios de la zona. Ligado en origen, a los mismos dueños del Palacio de Pilatos de Sevilla, en el cual se conservan algunas detalles que se llevaron de aquí. Es el mejor ejemplo, de largo, de renacimiento italiano en la provincia, al igual que el resto del pueblo. Llama la atención de las gárgolas de las arcadas de la foto, donde se pueden ver elementos de influencia prehispánicas de América, tales como un jaguar o un águila. En dicho patio, da la sensación de que puede salirte Alatriste o Malatesta a desafiarte. Su visita es gratuita, y en enfrente se come barato y bueno.

  • Torre del Rocadillo de Carteia. San Roque. Torre vigía típica del sur español, propia del XVI, de tiempos de Felipe II, y que servía para la vigilancia de las costas para advertir de los frecuentes ataques piratas que sufría la zona, ya fueran berberiscos o ingleses. Aparte del interés arquitectónico, tiene el paisajístico, pues desde ella se observa toda la Bahía de Algeciras. También el histórico y el arqueológico, pues se encuentra situada en el yacimiento de Carteia, con restos romanos principalmente, pero también púnicos y bizantinos entre otros. Justo al lado, se puede encontrar un búnker (bastante bien musealizado) que se preparó para una eventual entrada de España en la II Guerra Mundial, por supuesto, mirando hacia Gibraltar. Cerca, los restos de un pequeño castillo nazarita y meriní, la torre de Cartagena, siendo éste uno de los pocos ejemplos arquitectónicos de esta dinastía norteafricana en nuestro país, junto a los restos de Algeciras y las murallas ceutíes. 

  • Balcón del castillo. Castellar de la Frontera. Todo el pueblo viejo, encerrado en el castillo, es una joya, pero dentro de la belleza de sus calles, sus plantas, flores y torres nazaríes, hay una estrechísima y dificultosa calle, pues baja en muy dura cuesta, pero no se preocupe, es corta, y el premio es más que generoso, pues al terminar ésta, se abre a un balcón que da vistas a el embalse del Guadarranque y al parque natural de Los Alcornocales, una de las mayores reservas de bosque mediterráneo del mundo.

  • El bosque que se inunda. Chiclana de la Frontera. No ocurre todos los años, pero sí la mayoría de ellos. No es tampoco un sitio escondido, es en la conocida, por algo, Carretera de las Lagunas, que sirve para ir a la famosa playa de La Barrosa. Por lo tanto es un punto muy transitado por el tráfico. Pero me apuesto lo que sea, a que sólo un pequeño porcentaje se fija que este pequeño bosquete de pinos y eucaliptos, se suele inundar entre diciembre y febrero (según la generosidad de las lluvias). Y menos, que en ella habitan ardeidas como garcetas grandes y comunes, garcillas, y otras zancudas como las cigüeñas comunes. Todo se debe a la vecindad del bosque con la laguna de la Paja, endorreíca, que puede permanecer seca meses, pero se desborda en tiempos de precipitaciones.

  • Acantilados de Roche. Conil de la Frontera. Si por algo es conocida la localidad es por sus playas, pues son espectaculares, y las hay de todo tipo, playones como la de los Bateles o Castilnovo, pero también es conocida por sus pequeños y bellos acantilados areniscosos, que esconden pequeñas calitas recónditas como las de Roche, muchas de ellas de carácter nudista. La carretera que bordea los acantilados, ofrece uno de los mejores paisajes de la provincia: con sabinas, enebros, palmitos, y pinos con forma de bandera a causa del fuerte viento marino e incluso torres vigías del XVI. Las aves marinas, completan una bella estampa de un lugar con el que uno ha soñado siempre.

  • Puerto del Boyar. Grazalema. Aunque la estampa engañe, no es Alaska, es el sur de Andalucía. Y aunque el pueblo sea una belleza, he optado por la espectacularidad de la naturaleza montañosa de uno de los rincones más lluviosos de España. Donde la frondosidad de los bosques de pinos, quejigos, encinas, acebuches, cedros, y abetos pinsapos, entre las frecuentes nieblas, contrastan con los grises farallones de las rocas calizas que dominan el paisaje. 

  • Plaza del Mercado. Jerez de la Frontera. Una estampa que aún conserva pura medievalidad y renacimiento. El lugar parece anclado en el XVI, si la vista de los coches de la foto no nos chivaran tiempos actuales. Es el centro de un barrio monumental que tuvo tiempos mejores, con numerosos y ruinosos palacios del XVI al XVIII, e iglesias góticas y mudéjares, algunas, del siglo XIV. El origen medieval de la plaza ya se lo da el nombre, por tanto, sobran las explicaciones, a la izquierda, la gótica y mudéjar iglesia de San Mateo, a la derecha, el renacentista palacio de los Riquelme, también renacentista es la fuente de mármol central, procedente de la Cartuja, y aunque no se vean, dos palacetes más, uno del XVIII, donde está el museo arqueológico, y otro de origen gótico, el de San Blas, tristemente abandonado. Las palmeras, terminan de completar un paisaje muy sureño. 

  • Baños de la Reina Mora. Jimena de la Frontera. Aquí destaco el bello y verde paisaje de Los Alcornocales que se puede observar desde el castillo del pueblo (toda una joya a visitar). En el centro de la imagen, uno de los pocos ejemplos provinciales de arquitectura mozárabe rupestre que quedan en la provincia, y del que se conservan unos pocos restos ruinosos. En tiempos perteneció a la comunidad cristiana en tierras musulmanas allá por el siglo IX, y que se rebelaron contra el emirato omeya cordobés, capitaneados por el caudillo godo Omar Ben Hafsun, creando el señorío independiente y cristiano de Bobastro, que duró casi un siglo.

  • Ermita del Marqués de Larios. Los Barrios. La influencia de Gibraltar en la comarca no sólo se nota en ciertas palabras y expresiones de origen anglosajón que han quedado en la zona. También en la arquitectura, especialmente, la del XIX, donde hay claros ejemplos de intercambio cultural. Las soluciones tomadas son de estilo colonial inglés, similar al que se puede ver en otros lugares tropicales, que estuvieron bajo soberanía británica en el siglo decimonónico. Nació para servir como templo para los trabajadores que trabajaban en las fincas del Marqués de Larios. Aunque se encuentra dentro del recinto de un hotel, hoy en día, se puede visitar, e incluso se da misa para los vecinos de la zona.

  • Castillo y Alcazaba. Medina Sidonia. De la localidad se conoce mucho de su monumentalidad, bien promocionada por el ayuntamiento asidonense. Pero pocos se aventuraban hasta hace poco a subir a la fortaleza, que a juzgar por los restos excavados, es una de las mayores de la provincia, una de las que más historia ha tenido y una de las más disputadas. La razón de ello es su pura centralidad provincial, desde donde se puede observar todas las ciudades de la Bahía de Cádiz, Jerez de la Frontera, Alcalá de los Gazules, y hasta Arcos de la Frontera entre otros. Por lo que quien poseía la fortaleza tenía la llave para controlar gran parte del territorio provincial actual. Su origen es romano, como certifican sus grandes sillares, posteriormente fue alcazaba árabe, como muestran su tapial de ladrillo visto de tipo almohade, luego en la parte más baja se construyó un castillo en periodo cristiano, en la que en una de sus torres se dice que fue encerrada la reina Doña Blanca de Borbón, esposa que fue del llamado rey Don Pedro I el Cruel, tras su primera noche de matrimonio. Y por último, conserva una fortaleza francesa, de cuando el asedio a Cádiz y San Fernando en el XIX. Tanto la historia como las vistas merecen la pena, de día como de noche. 

  • Santuario de los Remedios. Olvera. La localidad serrana merece destacar por muchos motivos. Pero he decidido escoger un recóndito rincón junto a la carretera que la une a Torre Alhaquime y a Setenil. En un principio, fuera del recinto, el templo apenas llama la atención, una santuario más, junto a una venta, en lo más rural de Andalucía, sólo las vistas del pueblo coronado por su castillo nazarita y su iglesia neoclásica en la lejanía nos entretienen algo. Pero una vez dentro la cosa cambia. El interior es de una riqueza asombrosa, solo explicada por la absoluta devoción de los lugareños. El interés es arquitectónico y artístico, pues tanto la iglesia y el claustro se encuentran llenos de frescos barrocos que nos trasladan a otros países como Portugal o Italia, por su calidad plástica y horror vacui. La cantidad de macetas y plantas del mencionado claustro aporta más frescor y belleza al lugar, y en éste, una pequeña habitación, donde los devotos a la Virgen depositan fotos y recuerdos (algunos de muchos años) de aquellos por los que se piden. El sitio concentra toda la emoción e interés posible, y al ver aquellas imágenes, uno cabe preguntarse que fue de la vida de aquella gente, deseando que su suerte fuera a mejor.

  • Palacio de los Medina Sidonia. Sanlúcar de Barrameda. La ciudad del Bajo Guadalquivir, fue un puerto importante tras el descubrimiento de América, de aquí salieron las naves en las que Magallanes y Elcano dieron la primera vuelta al mundo. También fue por ello ciudad ducal, y son dos los palacios aristocráticos que compiten en la localidad en belleza e importancia (además de la infinidad de palacetes burgueses de comerciantes de las Américas): el de los Montpesier o Duques de Orleans, y el de los de Medina Sidonia. El primero es del XIX, y sirvió para poner las bases de la arquitectura neomudéjar que dominaría el cambio de siglo en Andalucía, siendo heredero directo Aníbal González. El segundo, que es el que escojo, tiene un carácter tradicional andaluz, y su antigüedad se remonta, al menos a tiempos árabes, de los que se conservan distintos arcos de herradura, algunos apuntados, además de algunas otras estancias medievales. En el resto domina la arquitectura renacentista y barroca del XVI al XVIII, destacando en la fachada una rejería manuelina portuguesa. El palacio, para completar, también tiene sus historias de fantasmas, como no podía ser de otra manera.

  • Calles de las Cuevas y río Guadalporcún. Setenil de las Bodegas. Todo un clásico de nuestra provincia, y sin embargo, no por ello menos embaucador. Aunque realmente no sea el centro histórico de la ciudad, pues éste se encuentra en torno al castillo y a la iglesia principal, las dos calles de las Cuevas de la Sombra y la del Sol, no dejan indiferente a nadie con sus casas cuevas dentro del tajo o pequeño cañón que el río Guadalporcún ha excavado. Zona muy animada de la población, llena de bares y vida. En cambio, unos kilómetros más allá, mirando hacia Torre Alháquime encontramos uno de los pequeños parajes naturales más desconocidos de la provincia: el de los Escarpes del río Trejo. Continuación del mismo Guadalporcún (ambos nombres son para el mismo río), y continuación del mismo cañón, ya en plena naturaleza.

  • Plaza del Ángel. Tarifa. La localidad más sureña de la España peninsular no podía faltar, gracias a su riqueza paisajística e histórica que la han hecho famosa. Sin embargo, no he optado por ninguno de sus monumentos más conocidos, de los cuales, algunos nos trasladan a la misma Tánger. En cambio de nuevo he preferido destacar uno de sus templos más discretos, en una recogida y coqueta plaza llena de enredaderas y flores que destacan entre sus destelleantes casas blancas. La belleza del templo (siglo XVIII) es indiscutible, no obstante, destaca la originalidad de su solución arquitectónica, en una portada que no recoge el típcio barroco gaditano, sino que por el contrario adopta fórmulas portuguesas, sin un motivo claro en concreto que se sepa.

  • Calle de la Silla Vieja. Vejer de la Frontera. Es ésta una escondida y recóndita vía, que se encuentra fuera de los circuitos tradicionales turísticos de la población, ya que realmente, no pertenece al centro histórico. No obstante, es de las más bellas de la localidad, pues se encuentra adornada por macetas y parterres llenas de flores que contrastan con el blanco de sus casas. Asimismo, ha sabido conservar su auténtico aire a pueblo. De belleza reconocida, ha ganado varios certámenes de patios andaluces, en una comunidad, donde estos, se cuidan hasta la saciedad. La calle, sin salida, desemboca en los Jardines del Califa, un hotel y restaurante de comida magrebí que se encuentra situado en una serie de edificios que van desde el siglo X al XVII.

  • Cabo de la Plata. Zahara de los Atunes. Aunque la población es una pedanía de Tarifa, y no una entidad independiente, he decidido incluirla aparte, pues ya es conocida de sobra en los circuitos turísticos nacionales. La localidad destaca por la belleza de sus playas, como la de los Alemanes o la de Atlanterra, entre ambas, se encuentra una serie de pequeños y verdes acantilados a causa de la sierra de la Plata, que viene a desembocar justo en el mar. Entre las rocas batidas por el océano, se encuentra un solitario búnker, entre los muchos construidos en la provincia, por si acaso España entraba en la II Guerra Mundial, evitar un desembarco aliado. El nombre de la playa vecina, de evocaciones germánicas, también tiene al parecer orígenes en tan aciago conflicto. Demasiado urbanizado todo en los últimos años, resultó bochornoso la demolición del hotel abandonado y toda la farándula política en los medios, para al final, haber acabado peor que en los años noventa. Aún así, quien tuvo, retuvo, y la sierra y el mar, conservan el verdor y la belleza por las que se hicieron famosas.