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domingo, 27 de mayo de 2018

Senderos del parque natural Bahía de Cádiz.

 Este es el paisaje en el que me criado, y tal vez el que más valoro en el mundo, cierto es, que tal vez estéticamente no sea tan atractivo como los verdes bosques de nuestras serranías orientales, aunque para mí, incluso eso es discutible. Estamos en un lugar, con una apariencia que bien pudiera parecer excesivamente monótona, absolutamente llana, y sin apenas un árbol, y sin embargo, una vez más nos equivocamos, cada escalón de la marisma o de cada salina, tiene un estrato de vida, tanto vegetal como animal, y aunque son los medios dominantes, también hay enormes playas, zonas de pequeños bosques y matorral, lagunas temporales de agua dulce o marisma seca, entre otros medios. Además, precisamente, en la engañosa sencillez del ecosistema, radica precisamente toda posibilidad de vida, que se mimetiza con el medio, pues sólo hay que mirar los nidos de chorlitejos o de los charrancitos, o la coloración de muchas aves, de carácter terrizo para darnos cuenta de este punto. Sea como fuere, aquí en este parque avisté, junto a mi padre y mi cuñado, las primeras aves de mi vida, entre ellas un ratonero cazando, o un bando de tarros blancos. Por ello, como modo de devolverle el favor a esta bonita y salada tierra, me gustaría recomendar algunos de los mejores senderos del parque. Más que conocidos y disfrutados por los habitantes de las distintas ciudades de la zona, no son ni mucho menos famosos en otras localidades más lejanas, es por ello que esta entrada tiene un carácter más divulgativo para los lectores de fuera de Cádiz que para los gaditanos. Tampoco voy a poner ni los kilómetros ni la dificultad de los mismos, para ello, hay páginas más especializadas. Ahí van, como la sota de bastos: 
  • Sendero del Río Arillo: Esteros y salinas asociadas a un caño realmente (le llaman río porque sólo tiene una desembocadura), el del río Arillo, y en el que se accede frente al acuartelamiento de Camposoto terminando una de sus partes en la casas salineras abandonadas frente al molino de mareas del mismo nombre de río. Aquí es observable, según las mareas, con cierta frecuencia a especies como el flamenco común, avocetas, cigüeñelas y sobre todo, multitud de limícolas como el archibebe, chorlitejos o los correlimos entre otros. 







  • Sendero del Carrascón: Uno de los más largos del parque y que recorre casi todo el sur del término municipal de San Fernando, por una enorme "Vuelta de afuera" de las antiguas salinas existentes años ha. Empieza (o acaba, según se mire) desde la piscina de La Magdalena hasta la Titi. Aparte de la belleza paisajística en la que se ve gran parte del parque, así como de la provincia, llegando a atisbarse hasta la sierra de Grazalema, se le suma la posibilidad de observar una rica avifauna, en el que abundan los flamencos, los cernícalos, garcetas, así como las garzas reales en invierno, o los charrancitos, espátulas y anátidas en tiempos estivales. 







  • Sendero de la Punta del Boquerón: Bonito sendero en el que prima más bien la belleza paisajística que la observación de la fauna. No obstante, es frecuente ver conejos, así como chorlitejos, charrancitos, gaviotas de todo tipo, y demás aves costeras. Más complicado, debido a su mimetismo, es la observación de camaleones, que suelen esconderse en los retamares. El sendero transcurre tras las dunas de la extensa playa de Camposoto, para terminar, frente al castillo de Sancti Petri, en el sistema dunar de la Punta del Boquerón, con un par  de fortalezas semienterradas, como la de Urrutia. Historia y naturaleza en uno de los paisajes más memorables de la provincia. 







  • Sendero de la Salina de Dolores: Ruta más que recomendable entre enero y febrero, cuando los vinagrillos adornan de amarillo las salinas. Aún quedan los tajos y caños que rodean a la finca salinera, y a su casa tipo cortijo, de homónimo nombre, y una de las más bonitas y señeras del parque. De hecho, todas las entradas a las rutas del parque, tienen la fachada inspirada en la de la Salina Dolores. En una más que lamentable ruina, la casa es mejor verla desde fuera; en la misma situación se encuentra el molino más antiguo del parque, el de San José, originario del XVI, y del que queda apenas restos. Sobre la avifauna es francamente interesante, pues aquí conviven las aves de las zonas marismeñas con las marinas, como puede suceder con los somormujos, colimbos o águilas pescadoras, observables en el saco de la bahía. 







  • El Trocadero: Situado en terrenos de Puerto Real, junto al puente Carranza, es el sector más virgen del parque, y por eso está considerado además, como Reserva Natural, además del interés ecológico evidente, se le une el interés histórico de la invasión de los Cien Mil Hijos de San Luis, entre 1.820 y 1.823, con la restauración del Absolutismo, por parte de las tropas francesas que se tomaron la revancha de años antes, hoy junto a la Torre Eiffel existe una plaza de homónimo nombre conmemorando la batalla sita en este lugar, y que fue clave para la toma de Cádiz. La fauna marismeña y marina es asimismo rica, cormoranes, gallinetas, fochas o garzas reales abundan en la zona. 

  • Pinar de la Algaida: Nos encontramos ante uno de los últimos bosques de la zona, y que suponen un refugio para muchas aves de carácter más forestal en la zona. Compuesto mayormente por pinos piñoneros, también hay pinos carrascos, así como algunos acebuches, y algún que otro alcornoque y álamos. El sotobosque es el típico en este tipo de formaciones forestales, compuestos por lentiscos y palmitos mayormente, pero también con sabinas y enebros entre otros. Pero no es lo único, ya que también existe en los bordes boscosos algunas lagunas temporales, algunas de tipo hipersalinas, y otras de agua dulce. La fauna difiere respecto al resto del parque, destacando la presencia del búho chico, el camaleón, el lagarto ocelado, o la presencia esporádica de la cigüeña negra, entre otras especies forestales.







  • Los Toruños: Continuando desde el anterior sendero se llega a uno de los más famosos parajes del parque. Situado en El Puerto de Santa María, es un ecosistema mixto de pinar de tipo carrasco, con algunos piñoneros y un sotobosque de lentisco mayormente. Conforme se abandona el bosquete, nos encontramos ante un sabinar de amplia extensión, que precede a una de las últimas marismas en estado natural del parque. Un pequeño trozo de Doñana situado en una de las áreas más urbanizadas y turísticas de Andalucía. 







  • Sendero de la Salina Carboneros: Precioso sendero chiclanero que parte de la urbanización de las Mogarizas, en la carretera nueva de la Barrosa. A la entrada nos encontramos un pequeño bosquete de pinos piñoneros con lentiscos y palmitos, y donde pueden observarse algunas perdices. A partir de aquí, empieza lo que es en concreto la salina en sí, con la casa salinera casi al comenzar el sendero, al lado de ésta, se suelen encontrar algunos gansos de claro carácter doméstico, pero que sirven para embellecer el paisaje. El resto del sendero, transcurre una vez más, aprovechando la típica "Vuelta de afuera" de la salina, la fauna es abundante, destacando las colonias de gaviotas patiamarillas que concentran sus colonias en las isletas de los esteros, cigüeñuelas y avocetas son más discretas, así como los chorlitejos, también presentes por aquí. 











  • Marismas de Camposoto: Termino con los senderos establecidos por la junta rectora del parque, para entrar en mis recomendaciones personales. En estas marismas situadas frente a la playa de homónimo nombre, y que según los años y las borrascas, pueden acabar uniéndose con las aguas marinas, que se tragan literalmente la carretera, fue donde empecé yo como aficionado a la observación de la fauna. Es un pequeño sistema marismeño pero que es muy pródigo en fauna, llegando a la masificación de la misma en determinadas épocas, como el final del invierno, donde hay una verdadera explosión de vida, flamencos, espátulas, ratoneros, cormoranes, garzas reales, garcetas, cigüeñuelas, conejos, etc. Observable todo desde la carretera, recomiendo utilizar el coche de refugio en los aparcamientos de la playa, ya que incluso con la ventanilla bajada, y sin grandes movimientos bruscos, es fácil fotografiar a la fauna cercana.







  • Marismas y playa de Sancti Petri: Otro pequeño sector de marismas y salinas, que merecen la pena ver, esta vez, en el sector chiclanero del parque; sin un sendero que facilite su acceso, hemos de conformarnos con usar los aparcamientos de la playa o el paseo marítimo de la población de homónimo nombre. Desde aquí es fácil, y sin uso de prismáticos, la observación de una rica avifauna, como el flamenco, la espátula, o algunas limícolas invernantes como el zarapito, ave escandalosa por cierto, y fácil de observar. Tampoco desmerece la visita la cercana playa, con un pequeño e interesante sistema dunar. Así como el cercano acantilado, con un pequeño pinar, resto escaso de lo que se ha salvado de la especulación urbanística, aunque eso sí, dentro de los límites del parque periurbano de la Barrosa, y fuera del parque natural.







  • Marismas de La Carraca: Sector de marismas, bastante densas, cercanas al conocido arsenal militar. El sector incluye una pequeña isla, y varios bosquetes de eucaliptos, la presencia de pequeña y mediana avifauna está garantizada, como sucede con los cormoranes, garcetas y demás. Bastante observable todo desde el famoso Puente de Hierro. Además de la fauna, se junta el hecho de encontrarnos ante uno de los paisajes más bellos de la zona. 







  • Saco de la bahía y Cochineras: Cercano a la mencionada Salina Dolores, hay pequeño eucaliptal, en el límite del Saco de la bahía. Entre este punto, y la playa de La Casería, hay un interesante punto de observación de avifauna, que une la marisma con el mar, ya que a pesar de ser un territorio marino, tiene una amplia oscilación mareal, que deja al descubierto enormes extensiones de fango gris. Observables aquí, son los flamencos, cormoranes, garzas, garcetas, gaviotas, etc. 







  • Marismas cercanas al Pinar de los Franceses: El cercano pinar, prácticamente urbanizado, carece de interés ecológico alguno, pero sus marismas cercanas, una de las más desconocidas, y menos frecuentadas, pese a estar a pie de autovía, tienen una de las mayores concentraciones de garzas reales de la zona en invierno, donde es casi seguro su avistamiento si uno se acerca. Tampoco sería raro encontrarse aquí la presencia de cigüeñas negras en los pasos migratorios. Lo dicho, una joya de lugar, apenas conocida por los lugareños.

 Termino aquí este pequeño homenaje al parque que me vio nacer como aficionado a estos temas, sin duda, le debía una, porque injustamente, es de los que menos he escrito en este blog. Y es que de desagradecidos está el mundo lleno. Un saludo desde el sur. 

sábado, 18 de agosto de 2012

Molinos y casas salineras.

 Estamos en pleno agosto, y entrando en plena ola de calor, es la temporada ideal para la recogida de sal en las pocas salinas que nos quedan en la bahía de Cádiz. Una industria que en otros tiempos fue un motor económico importante en la zona, pero que hoy, prácticamente se encuentra abandonado. Aunque con la crisis actual, algunos hijos de los dueños que antaño ocuparon aquellas fincas, hoy vuelven a ponerlas en marcha con la esperanza de encontrar un futuro que el mercado laboral les niega. Un ejemplo de ello es la Salina "Los Hermanos" que fue explotada en los años setenta por los padres del actual dueño. Hasta no hace muchos años, era frecuente ver las montañas o pirámides de sal en bastantes rincones de nuestras marismas. Y es que la presencia de las salinas en nuestra tierra se remonta al periodo romano, cuando la industria del salazón tuvo su mayor apogeo. Por entonces, y hasta el siglo XX, muchos alimentos que eran transportados a larga distancia, solían ir en bodegas con sal, para así conservarlos mejor. Todo ello desapareció con la invención de las cámaras frigoríficas. En los últimos periodos del siglo pasado, la industria salinera del lugar tuvo una economía de pura subsistencia, vendiendo sal para la cocina, aunque ya en una escala mucho menor. 

 Todo éste trajín económico a lo largo de los siglos ha dejado su huella a lo largo del parque natural Bahía de Cádiz. El mismo paisaje de las salinas es heredero de muchos siglos, aunque actualmente se encuentren abandonadas. Aunque, no obstante, muchas recuperan el paisaje natural debido a la rotura de compuertas y muros. Pero lo más atractivo viene de la época moderna, entre los siglos XVI y XIX, donde se desarrolló una arquitectura popular de lo más interesante. Aún quedan repartidas por toda la geografía una cantidad importante de casas salineras y de molinos de mareas. En las primeras era donde vivían tanto dueños como empleados, y donde se almacenaban todos los enseres. De éstas hay varios tipos de arquitectura, aunque destaco dos, una primera, puramente industrial, con forma cuadrada o rectangular, y sin más adorno que algún remate de alguna ventana o columna. Y una segunda, que era una residencia con algo más de "comodidades", donde existen varios almacenes, alguno que se emplearía como cuadra, un patio interior, portada, e incluso algunos jardines exteriores; aunque hay que decir, que de éste tipo son escasas, o al menos se conservan muy pocos de ésta tipología. No obstante, hay que decir que, hay ciertas estructuras comunes entre ambas casas, como la presencia de un aljibe donde se almacenaba agua dulce de la lluvia; la presencia de azoteas, donde también se recogía el agua de las precipitaciones para almacenarla en el tanque antes mencionado. Muchas tienen, asimismo, un pórtico de entrada en el que se crea sombra para combatir el calor. Los muros tienen un grosor considerable, y están formados, mayormente, por piedra ostionera, tan común de la zona, con ello se creaba un ambiente fresco en el interior. La mezcla de madera con piedra es común en todas las casas salineras. Y evidentemente, todas estaban encaladas; siendo por lo general una arquitectura propia para combatir la torridez del estío, y de la que deberíamos aprender actualmente para economizar los recursos naturales. Sin embargo, aún con la apariencia de solidez, éstas estructuras eran débiles, pues no hay cimientos bajo suelo que sustenten dichas casas. Así pues, debe considerarse todo un milagro su conservación hasta hoy día. Como curiosidad he de decir que en algunas, sobre todo en las orientadas a Chiclana, aún existen agujeros de balas procedentes del campamento francés durante el asedio que hubo entre 1.810 y 1.812, en la Guerra de la Independencia.

 En el caso de los molinos hay más tela que cortar, aunque haré un breve resumen para evitar una entrada demasiado larga. Éstos servían para moler harina, y aprovechaban la fuerza maremotriz de las marismas para el movimiento de las ruedas que servían para la molienda. En éste caso la arquitectura es más uniforme, con una estructura, mayoritariamente rectangular, con distintos pasos para el agua que servía como motor del sistema interior. Era una arquitectura puramente industrial, sin más adornos. Pero de una belleza incontestable, gracias a la belleza del paisaje marismeño. También constaban de azoteas, en muchos casos, con los típicos remates, o almenas, tradicionales de las poblaciones de la bahía, especialmente de San Fernando. En su interior, como no, existían almacenes donde se acumulaban los sacos de harina, entre otros enseres. Es de suponer que estuvieran encaladas, pero hasta hoy día, lo que nos ha llegado es el color de la piedra natural; de claro origen ostionero. Los molinos de marea han sido elementos francamente abundantes en toda la marisma de la zona, pero sin embargo, son los elementos arquitectónicos peor conservados de la misma. Tan sólo el molino de marea del Zaporito y el del Puerto se encuentran en óptimas condiciones, el resto, o han desaparecido, o están en proceso de hacerlo.

 El rico pasado industrial de nuestra bahía es otro elemento que se encuentra en peligro de extinción, el abandono existente hacia ella desde hace bastantes años, merman nuestro patrimonio arquitectónico. Un absurdo laberinto burocrático, debido sobre todo, a la nefasta Ley de Costas española, ha limitado todas las buenas voluntades de restauración de las casas y molinos marismeños. Al encontrarse fuera de territorio municipal, en parque natural (dependiente de la Junta de Andalucía), y en terrenos de uso común (dependientes del estado), no ha habido manera alguna, de proponer ningún proyecto interesante para recuperarlos. La presencia de albergues para aquellos turistas que buscan un turismo ornitológico sería más que atrayente. Pero aquella ley de costas que permitió desastres ecológicos como en el caso de Chiclana, donde se urbanizó todo un perímetro costero, no permite restaurar, y utilizar como fin económico sostenible, las antiguas casas salineras y los molinos de mareas. Lo que en otros países como Holanda es un orgullo nacional, aquí lo tenemos en ruinas debido a la maraña administrativa que sujeta al estado español; eliminando puestos de trabajo y negocios que no son estacionales a diferencia de los grandes complejos hoteleros. Pero eso, da dinero a "cuatro hippies", no al alcalde ni al consejero de turno; por no hay interés alguno en recuperar éste rico patrimonio. Un saludo desde el sur.

PD: Para los interesados en conocer la salina antes mencionada "Los Hermanos", dejo dichas direcciones por si tiene intención de contactar.

Molino de marea del Zaporito, restaurado porque se encuentra en territorio municipal.

Imagen de la casa salinera Dolores.

Portada de la casa salinera Dolores.

Otra perspectiva, desde la que se ven los jardines exteriores de la casa.

Estructura, aún conservada, de una salina abandonada.

Casa salinera "Tres Amigos", de estructura industrial.

Molino de mareas del río Arillo, en preocupante estado de abandono.