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domingo, 26 de abril de 2015

El parque natural como alma de San Fernando.

 Antes de empezar, he de decir que nací aquí, y además, siempre me he sentido orgulloso de mi ciudad. Siempre me ha gustado, su historia, sus monumentos, su alegría, su ambiente, etc... Cada uno escoge una ciudad a su medida, y la mía concuerda con mis gustos. Sin embargo, si tengo que escoger, para mi entender, hay algo que distingue a La Isla del resto del mundo: su paisaje, y su naturaleza, mitad salvaje, mitad transformada. Actualmente, la bahía de Cádiz, es reconocida como Parque Natural por la Junta de Andalucía, zona Ramsar y Zona de Especial Protección para las Aves (ZEPA) por los organismos internacionales como la ONU, y Lugar de Interés Comunitario dentro de la Red Natura 2.000. Tal vez, pocos espacios naturales puedan presumir de tanto curriculum en tan poco espacio, aunque también sus amenazas son notables. También, en nuestra tierra, se puede presumir de facilidad para avistar aves, sin que éstas se escondan demasiado, mostrándose, a veces en extremo, confiadas con la presencia humana.

 Puedo decir sin riesgo a caer en la exageración, ni en la nostalgia, que de no haber nacido aquí, jamás hubiera sido aficionado a la naturaleza, ni me hubiera preocupado por ella, pues aquí el que no avista un ave es porque no mira para arriba...o para el frente. Desde el mismo puente que salva el caño del molino de Zaporito, donde siempre "vive" una garceta común, en plena ciudad; o desde el paseo marítimo de Bahía Sur, donde se acercan garcetas, garzas, limícolas, e incluso flamencos. O desde el centro de la ciudad, uno puede observar, según que horas, distinta avifauna: por la mañana, recién amanecido, en invierno es posible ver volar por encima de las casas a los cormoranes; al atardecer, los que vuelan por encima son los flamencos. Dentro del mismo ecosistema urbano, no hay barrio sin cernícalos primillas, y en las zonas del Parque, o del Observatorio, si uno está atento en la noche, es posible observar la fantasmagórica y blanca impoluta figura de la lechuza, en alguna de sus cacerías nocturnas. Eso sólo sin salir de la ciudad, pero si uno coge el camino del "colesterol", y decide irse a "andar" por algunos de los senderos del parque que salen desde nuestra ciudad, podrá perder una mañana o una tarde observando fauna. Casi todos están a un cuarto de hora o veinte minutos andando, casi ninguna ciudad de nuestro entorno, o incluso, de nuestro país, puede decir eso. Y eso es lo que diferencia a San Fernando del resto, en que uno puede estar en el ruidoso y estresante ruido urbano, y bajar una calle, para encontrarse en el silencio más absoluto, sólo roto por el canto de alguna cigüeñuela, o del buitrón. Desde la lejanía, se observa la ciudad como otro mundo, sin embargo, basta dar dos pasos para volver a nuestra realidad. Pero si la avifauna no le atrae mucho, el parque natural le seguirá dando sorpresas de todo tipo, porque el patrimonio histórico y etnográfico también es digno de visitar. Nunca minusvalore las "tres piedras" o las casas abandonadas que vea en frente, pues allí seguramente se vivieron momentos históricos, decisivos para la historia de España. Y aunque vuelva a lo mismo, tal vez, escuche algún chillido extraño, o algún susurro, no se equivoque, no hay ningún alma en pena, sino aves, como las lechuzas y otras rapaces (de extraños y estridentes cantos), que habitan en estas viejas piedras abandonadas. Como una lección de que todo lo que construye el ser humano acaba tragándoselo la naturaleza. 

 Me he explayado más de lo que pensaba, pero debía contar cual es lo más importante para mí de nuestra ciudad, y es nuestro parque natural, nuestro paisaje, y su fauna, que han dibujado como un telón de fondo, visible, desde cada calle de nuestra ciudad. Y son demasiadas cosas, las que he dejado en el tintero. Me quedaron los correlimos corriendo por una de las últimas playas vírgenes de España, donde habita, además, entre sus retamas y dunas, una de las también últimas colonias de camaleones. También me quedó para otra ocasión, el mosaico multicolor de miles de aves en los esteros, el gracioso movimiento de las espátulas, el escándalo de los ánades con sus polluelos en primavera, el silencio absoluto cuando las rapaces como el milano negro o el ratonero se disponen a cazar...son muchas cosas que pueden llegar a asombrarnos. Y yo, todavía me quedo ensimismado, con la misma ilusión y curiosidad, que la de aquel primer día, en la que mi padre me llevó a las marismas de Camposoto para ir a ver aves. UN saludo desde el sur.





domingo, 19 de abril de 2015

Barrio de San Mateo de Jerez de la Frontera.

Plaza del Mercado.
 Aprovechando el Domingo de Pasión, decidimos visitar las imágenes de las distintas iglesias jerezanas. Yo ya conocía bien la localidad, es una ciudad que me gusta bastante, y en la que el tópico del caballo, los vinos y las motos, que sin estar mal ni decir mentira alguna, han eclipsado los otros tesoros de una de las ciudades más monumentales del sur de España, y ello sin exageración alguna. Que su centro histórico sea de los más desconocidos no se debe a su escasez de lugares de interés, sino que por el contrario, se debe a la dejadez municipal, o de los propios jerezanos; ésto último, sinceramente, yo no lo sé. Pero basta pasear por el barrio que ahora les recomiendo para darse cuenta de ello. El patrimonio es impresionante, sin embargo, la sensación de que una guerra acaba de pasar, de decadencia, es patente a lo largo de todo el recorrido, y en él, se pueden comprobar, para decepción propia, como bellos y enormes palacios renacentistas y barrocos se encuentran en total ruina, cuando no, simplemente conservan la fachada ( con puertas y ventanas tapiadas). 

Palacio de Riquelme.
Calles del barrio.
 No obstante, no quiero echar para atrás a nadie a que visite este rincón, para mí uno de los mejores de Jerez, sino que por el contrario, se tenga constancia de la problemática, para ver si algunas de las mil doscientas administraciones de las que "gozamos" hacen algo para mejorar el patrimonio local. Por el contrario, sí que recomiendo pasear, con cámara y sin mapa, para perderse por las callecitas más estrechas y medievales de la ciudad. Recomiendo partir desde la Catedral y terminar en San Marcos, o al revés, para saborear bien lo que se ha de ver. Aunque yo empecé subiendo por la calle Espíritu Santo, la cual, primero te permite una preciosa vista panorámica de la Catedral y parte de la ciudad, para pasar por las preciosas calles (algunas sombreadas con parras) de las bodegas de Domecq, y terminar, directamente, en la plaza del Mercado, lugar que como su nombre indica, cumplió dicha función desde la edad media hasta la época moderna. Pero antes de llegar a dicho punto observaremos varios palacios, de los que destacan tres: los dos primeros se encuentran en una pequeña plazoleta, y ambos son de enormes y señeras fachadas, me refiero a los palacios de Camporreal, de enorme fachada neoclásica e interiores renacentistas y mudéjares; y el palacio de Dávila, renacentista, y adaptado para viviendas. A medida que nos acercamos a la plaza del Mercado nos asombra otra ruina, de otro proyecto megalómano fracasado, me refiero al palacio de San Blas, un bello palacete barroco, cuyo estado de abandono es digno de resaltar, pues como en muchos casos, el caserón fue vendido para que una cadena hotelera hiciera lo que debía, pero ahí sigue años después, con las ventanas y puertas tapiadas, y amenazando caerse. Llegamos a la plaza del Mercado, centro del barrio, y donde se encuentra otros dos palacetes, uno primero, de estilo barroco donde se encuentra el Museo Arqueológico Municipal; y otro segundo, el de Riquelme, también en ruinas y tapiado, de época renacentista, y donde hay que destacar una bella fachada. En el centro, encontramos una bella fuente rodeada de palmeras, desde donde se puede observar a la iglesia de San Mateo, que da nombre al barrio. Cuesta creer que en este preciso lugar, hoy bastante tranquilo, sin apenas ruidos, y con varias terrazas de bares (buenos y baratos), tuviera lugar la ejecución de los supuestos anarquistas del grupo La Mano Negra.

Palacio de Camporreal.
 Nos acercamos a la propia plaza de San Mateo, colindante con la anterior, donde vemos la propia iglesia, una de las más antiguas de Jerez, con dos partes diferenciadas, una gótico mudéjar, y donde se pueden observar algún elemento románico, y otra mayor, de estilo gótico florido, influenciado, como muchas iglesias de la provincia, por la catedral hispalense. Prometo profundizar más sobre dicha iglesia en otra entrada, pues lo merece. Pero termino callejeando por las irregulares calles de los alrededores, desde donde se pueden observar las murallas, algunos otros palacetes, o iglesias cercanas y de enorme interés, como las de San Lucas, San Juan, Merced o Santiago, todas medievales, de estilo gótico, repartidas por callecillas estrechas, árabes y medievales. Un viaje en el tiempo, que espero, las administraciones sepan recuperar, pues hace falta, y pronto, pues muchos edificios amenazan ruina, y puede, que desaparezcan para siempre, algo que no podemos permitirnos. Un saludo desde el sur.


Espadaña de San Lucas desde la calle.

Pub aprovechando un palacete con muralla.

Fuente en el palacete.

Palacete.

Iglesia de San Lucas.



Calle del barrio.
Torre de San Juan desde una calle.


Palacio de Dávila.

Calle.

Calle y bodega de Domecq.

Calle Espíritu Santo.


Fuente de Plaza del Mercado y Museo Arqueológico.

Iglesia de San Mateo.