Translate

domingo, 18 de marzo de 2018

El castillo de Jimena de la Frontera.

Castillo de Jimena de la Frontera.
 Casi todos los pueblos andaluces se organizan en torno a un castillo, normalmente situado en lo más alto del mismo, éstos además, concentran en distintos estratos todos los periodos históricos por los que ha pasado. Este es el caso de la fortaleza de uno de los pueblos menos conocidos y más escondidos de nuestra provincia y Andalucía. Me refiero a Jimena de la Frontera. Técnicamente, y en línea recta, si hubiera una carretera, no distaría más de veinte o treinta minutos de Alcalá de los Gazules, pero lo cierto es que por cuestiones orográficas esa vía no existe, y para ir dicho pueblo desde la capital o San Fernando, hay que coger la autovía de Jerez a Los Barrios, y de ahí enlazar por San Roque con la carretera de Castellar y Jimena, con un total de una hora y cuarenta minutos más o menos de viaje, casi tanto como a Ronda o Carmona.

Restos y alcazaba al fondo.
  En el caso de la fortaleza jimenata cumple además todos los estratos desde la época romana a la actual. De los primeros quedan interesantes restos en los laterales opuestos, tanto occidental como oriental, la puerta de la primera fortaleza o bastión, así como partes de un templo augústeo del que queda un pedestal así como unos sillares de grandes proporciones ambos. Sobre el siguiente periodo histórico, la alta Edad Media, se pueden observar las ruinas de lo que algunos expertos opinan que pudo ser una iglesia mozárabe rupestre, similar a las existentes en Bobastro, de la época de Omar Ben Hafsun, caudillo que logró un pequeño reino en las serranías rondeñas en tiempos del Califato. Aunque fuera del recinto de la fortaleza, se encuentra cercana a ésta, y desde la misma pueden verse como sus restos destacan entre la arboleda del boscaje circundante. En ella quedan una pileta, que le da el nombre de "Baño de Reina Mora" al antiguo templo, que todavía se discute si fue una pila bautismal o por el contrario un aljibe para un puesto de avanzada o una torre albarrana, la otra posibilidad que los historiadores barajan como la edificación que pudo ser. Arriba de ésta, una pared con cuatro grandes nichos, tres triangulares y uno cuadrado.

Aljibes almohades.
Torre del homenaje.
 Sin embargo, fue en la época almohade, cuando el castillo adquiere su aspecto actual, en aquellos tiempos se edifican los espectaculares aljibes, que posiblemente tuvieran origen romano en un principio, y que sirvieron para abastecer a toda la localidad. También de dimensiones respetables es la alcazaba, con un foso a la entrada, grandes muros, y sobre todo, una alta torre del homenaje circular, con una altura de trece metros, y que era el último bastión, o reducto de la fortaleza. Lo curioso de ésta es que, siendo normal en el mundo musulmán, como Siria o Irak (Samarra por ejemplo), no lo era precisamente en Al Andalus, donde eran más comunes las de tipo poligonal, al modo de la del Alcázar de Jerez o la Torre del Oro de Sevilla, por ejemplo.  La alcazaba, gracias a dicho foso y a su amurallamiento que le separaba del resto del castillo podía aislarse como una entidad independiente. Sin embargo, el emblema del conjunto, así como de la localidad, son la torre albarrana del Reloj y sus arcos de entrada, torre avanzada e imponente, donde residían el alcaide y la seguridad del castillo, fue bautizada con este nombre a principios del siglo XX, cuando se instaló en él un reloj en su parte más alta. En cuanto a las puertas, también son espectaculares, la propia de entrada en sí, es de herradura apuntada, enmarcada en un alfiz, y con dovelas de ladrillo visto, típicamente almohades; por encima, destacan los estucos de motivos geométricos formando estrellas de seis puntas en colores blanco y rojo. A ésta le precede otro arco, de mayor altura, e igualmente con dovelas de ladrillo visto, encima de ésta el paño de muralla se encuentra almenado y con saeteras.

Iglesia de la Misericordia.
 No obstante, tras la conquista de la fortaleza nazarita por parte de caballeros jerezanos, se harían aún más reformas, que si bien no afectaron esencialmente al castillo, si que lo hizo en el edificio religioso anexo, sustituyendo la antigua mezquita por la iglesia de la Misericordia, templo gótico mudéjar con elementos renacentistas, como su fachada. En el interior, quedan aún la bóveda de crucería, el arco gótico, así como algunas columnas con capiteles jónicos, que señalan el típico mudéjar del occidente andaluz. Desacralizada por ruina en 1.934, y hoy felizmente restaurada, es un pequeño museo que expone la historia del castillo y la población de Jimena de la Frontera. Pero aún así, la fortaleza tendría más usos, y como es común en muchos pueblos con castillos en nuestra tierra, ésta se emplearía en su parte superior como cementerio, cuyo uso aún sigue, al igual que sucedió por ejemplo con Torre Alhaquime. Como también sucede con el depósito de agua, aprovechando estructuras anteriores, como ocurre también en el castillo de Medina Sidonia. Y es que la historia de las localidades andaluzas pueden verse en sus monumentos principales por estratos, y esto es algo que se observa a las mil maravillas en el castillo de Jimena de la Frontera, el cual, recomiendo que visiten. Un saludo desde el sur.

Puerta y torre del Reloj.

El pueblo desde el castillo.

Puerta y restos romanos.

Silueta de la alcazaba.

Restos del templo romano.

Alcazaba y torre del homenaje.

Foso de la alcazaba.

Baños de la Reina Mora.

La iglesia mozárabe desde el castillo.

Aljibes y patio del castillo.

Restos de murallas romanas.
Silueta del castillo desde Jimena.


domingo, 11 de marzo de 2018

La dehesa ibérica.

Vaca retinta, típica de Cádiz.
  Si gran parte de Sudamérica es el territorio que conserva el mayor porcentaje mundial de bosque ecuatorial, o Rusia de estepas, y África de desierto y sabana, sin duda, en cuanto al bosque mediterráneo, Europa es la principal protagonista, no es que sea tampoco el tipo de ecosistema más abundante en un continente en el que domina especialmente la foresta caducifolia, pero sí que lo es en el sentido de que en el resto del mundo, tan solo estrechas franjas de Chile, California, Australia o Sudáfrica, tienen formaciones y climas similares. Y dentro de lo que es el Mare Nostrum, España es la nación con más territorios de ecosistemas mediterráneos. De hecho, la influencia del monte mediterráneo en nuestro país se extiende más allá de donde correspondería por el clima, pues por ejemplo, podemos encontrar encinares cantábricos en una zona de clima netamente oceánico ya, como pueda ser Cantabria o el País Vasco (Santoña y Urdaibai), o los alcornocales del Baixo Miño en Santa María de Oia en Pontevedra. En el extremo contrario, por el sur, algunos de los bosques termófilos canarios son formaciones netamente mediterráneas de acebuches y/o lentiscos, parecidos a los del norte de África, y que al igual que éstos, marcan una zona de transición entre el desierto y las zonas más húmedas.

Dehesa de alcornoques.

Buitre leonado, típico habitante de las dehesas.
  Por tanto, a España le corresponde salvaguardar el mayor porcentaje de un bosque único, con la misma responsabilidad que a Brasil con el bosque ecuatorial, por ejemplo. Pero dentro del mundo mediterráneo, si hay una formación que es típica de la península Ibérica, esa es la dehesa. Podemos decir que un paisaje adehesado es aquel en el que hay un bosque aclarado, es decir, sin matorrales ni arbustos, solo praderas o zonas de cultivo, o por el contrario, es un pastizal con arbolado disperso, según la densidad de los mismos que haya, como si de un modo de sabana se tratara. No hay que confundir la dehesa con una formación boscosa abierta, como sucede con los bosques de pinos piñoneros, donde sí que abunda el sotobosque. En la primera, es más que evidente la mano del hombre, y suelen abundar las gramíneas, teniendo además, un fin ganadero o agrícola. La dehesa es un ejemplo de convivencia entre el hombre y el medio que en pocos lugares se da, y que ha venido a enriquecer dos mundos, pues aquí pueden encontrarse especies animales o vegetales del mundo del bosque, la estepa o el medio antropizado. Aunque existe en casi todo el territorio español y sur portugués, suele abundar más en la zona suroeste de la península, tanto en el sur de Castilla y León, Madrid, occidente de La Mancha, y sobre todo, la zona occidental de Andalucía y casi toda Extremadura.

Dehesa de acebuches.
  Pero, ¿de donde viene la dehesa?, ¿cual es su origen?, como hemos explicado, se trata de una formación transformada por el ser humano, y nació en la Edad Media. Hay que retrotraerse a los tiempos de la Antigüedad Tardía, cuando el poder de Roma es más nominal que efectivo, y tras la entrada de los pueblos bárbaros se produce el abandono de los terrenos agrícolas en favor de las ciudades, protegidas por las murallas. Con ello, el bosque recupera poco a poco gran parte del terreno que había perdido y las espesuras vuelven  Hispania. Eso es así, hasta los tiempos de la reconquista, en la que los reyes de León o Castilla (según los tiempos), deciden quemar y/o eliminar el sotobosque con la intención de clarear los bosques para evitar las emboscadas o las famosas razzias de los reinos islámicos peninsulares. De ahí nace la palabra dehesa, que viene a significar defesa, en castellano antiguo. Posteriormente, se le empezó a ver lo rentable en términos económicos que era (y sigue siendo) como explotación agropecuaria, y en otros campos como el forestal, con la leña, el corcho o el carboneo entre otros. La dehesa de hecho, es uno de los factores importantes para el nacimiento de uno de los hechos claves en la historia española y europea, el fenómeno de las cañadas y la Mesta. Casi toda la península está cruzada por vías pecuarias de todo tipo, que van de norte a sur, y de las montañas al valle, buscando siempre los mejores prados y climas para el ganado. Hay que pensar, la importancia de este hecho, en el que, por ejemplo, Castilla e Inglaterra, llegaron a estar en contienda, con batallas navales ganadas por los primeros, en la Guerra de los Cien Años, y en la que no sólo se involucraron el reino anglosajón y Francia, sino que todas las monarquías de Europa occidental se vieron involucradas de uno u otro modo. Tras las victorias castellanas, la lana peninsular sería la que se comerciaría mayormente en Europa, en detrimento de la inglesa. Esto fijó las bases de Castilla como una futura potencia imperial.

Dehesa de Alcornoques.
Dehesa de Acebuches.
   Pero si hay algo por lo que destaca la dehesa es por su riqueza medioambiental, sobre todo a lo que en fauna se requiere. En cuanto a flora, suele darse el típico factor que se da en el bosque mediterráneo con una, o todo lo más dos, especies arbóreas dominantes, de las cuales, mayormente suelen ser quercíneas, es decir, encinas (las formaciones más abundantes), alcornoques, o quejigos; también en muchos lugares de Andalucía occidental, especialmente en la campiña sur de Cádiz, en el triángulo entre Chiclana de la Frontera, Alcalá de los Gazules y Tarifa, se da también la presencia de acebuchales adehesados, acompañados de lentiscos y palmitos. En Madrid, por ejemplo, hay bellas dehesas de fresnos, o también, aunque menos frecuente, se pueden dar álamos como en Doñana, o pinos piñoneros, como en algunas zonas de Castilla, con Valladolid como ejemplo. En cuanto a la fauna, se registran lugares de gran importancia como refugios de muchas especies en peligro, tales como el lince ibérico, el lobo, la cigüeña negra o el buitre negro. Ejemplos de estos santuarios de vida se dan, sobre todo en Extremadura y en Sierra Morena, con Monfragüe y la Sierra de Andújar como principales de cada comundidad. Pero la importancia de la dehesa no termina aquí, como paisaje boscoso abierto, o praderías arboladas, sirve como ecosistema de transición para muchas especies africanas que llegan como nuevas pobladoras, y escogen estas formaciones como lugares para adaptación en Europa, ya que se trata de un paisaje parecido, en el que se sustituyen las acacias por las quercíneas y los grandes herbívoros por las reses y el ganado existente. Casos concreto de éxito en este sentido son la garcilla bueyera o el elanio azul, rapaz espectacularmente bella. Pero no son los únicos, en los últimos tiempos se ha dado un salto de algunas especies como el buitre moteado o la garceta grande. Un ecosistema que define gran parte del paisaje de nuestra nación, un medio rico en especies, con gran influencia en la economía, la gastronomía española (jamón de bellota, carne de retinto...) y en la historia de Europa. La dehesa, sigue siendo un paraíso en la península, que si bien se encuentra en peligro por dos factores: una primera es la falta de regeneración de las especies arbóreas, y una segunda es por la recuperación del sotobosque debido a la despoblación de las zonas rurales. Esperemos que nunca perdamos el paisaje de la dehesa, un paisaje rico, y tal vez, es el más representativo de nuestra nación. Un saludo desde el sur. 




domingo, 4 de marzo de 2018

Plazas IV

 Continuamos ya por fin, y tras un paréntesis, con la última entrada dedicada a algunas de las plazas españolas más bellas de nuestra nación. Destacando sobre todo, las de las poblaciones de nuestra provincia gaditana por el mero hecho de que en una mínima escapada se pueda visitar. Ahí van:
  • Puerto Lápice. Plaza de la Constitución. Típica plaza manchega en la que los soportales, columnas y balcones de madera, pintados de rojo almagro, son los protagonistas. Población ligada a los recuerdos literarios de Don Quijote, nació siendo un punto donde había muchas ventas que servían de descanso a los viajeros, algo que se destaca en el mencionado libro.

  • Puerto Real. Plaza de Jesús. Magnífica plaza, rectangular, amplia y diáfana, en el centro de la ciudad histórica, y que resume lo mejor de la arquitectura del XVIII con notables palacetes y edificios de estilo neoclásico y barroco. No obstante, destaca como construcción el antiguo Ayuntamiento de la ciudad, una pequeña obra de finales del XIX, de estilo ecléctico, y formas más bien clásicas, con una coqueta torrecilla del reloj.

  • Ronda. Plaza Duquesa de Parcent. Enorme y bella plaza magníficamente ajardinada y adoquinada, donde se conservan algunos de los mejores edificios de la ciudad, entre ellos, en la imagen, la iglesia de Santa María la Mayor, antigua mezquita aljama del que queda el nicho del Mirhab, y construida en estilos gótico y renacentista. Al frente el magnífico Ayuntamiento, fue en tiempos del XVIII un cuartel de milicias. Al otro lado, el convento de las Clarisas, otra obra renacentista del XVI; justo al lado, otro convento del mismo estilo y siglo, el de la Caridad. En el otro extremo de la plaza, una moderna, de 1.951, pero bella iglesia cuya advocación a María Auxiliadora nos delata su origen salesiano. 

  • Rota. Plaza de Bartolomé Pérez. Punto neurálgico del pequeño centro histórico de la localidad roteña, es una de las plazas más bonitas de nuestra provincia. Es un espacio diáfano, adornado tan sólo con palmeras, blanco caserío y dos de los principales monumentos, la gótica renacentista iglesia de Nuestra Señora de la O, del siglo XVI, así como el famoso Castillo de Luna, originario del XIII, en estilo gótico, y que hoy es sede del Ayuntamiento local.

  • San Fernando. Plaza del Rey. Ejemplo típico de una plaza neoclásica, en el que los volúmenes y espacios juegan un papel principal, y están estudiados y trazados al milímetro. Logrando así un concepto de ágora en un urbanismo ilustrado y tirado a cordel, figurando como punto central y más importante, donde se suceden todos los actos y fiestas principales de la localidad. Aquí se permite la presencia de edificios de tres o cuatro plantas para compensar el tamaño del enorme edificio consistorial, tercero más grande de España, construido para tal fin, y el de mayor volumen de Andalucía. Una joya neoclásica, que ahora está en proceso de restauración, por ello la foto es antigua. La plaza en sí, es cuadrada, ajardinada, pero diáfana, destacando la vida de sus bares, así como la estatua y fuente del General Varela, natural de la ciudad.


  • San Roque. Plaza de la Iglesia. Bonita y ordenada plaza que se sitúa al lado de la de Armas (también digna de destacar), y en el que se puede observar la bella fachada de la iglesia mayor de Santa María de la Coronada, de estilo barroco, aunque conserva elementos anteriores la iglesia de la misma advocación de Gibraltar, y que fueron traídas aquí tras la conquista inglesa. Edificada sobre la ermita de San Roque, que dará nombre a la población, en ella se encuentra enterrado el escritor romántico, y militar, José Cadalso.

  • Sangüesa. Plaza de Santa Catalina. Plaza extraña e irregular en cuyo centro se encuentra la magnífica iglesia de Santiago el Mayor, de estilo románico, con elementos góticos, iniciada en el siglo XII, y terminada en el XIV. Es un importante templo dentro de la ruta jacobea. Y en el destaca, el enorme rosetón, la portada románica, con el típico abocinamiento, así como la magnífica torre campanario, de aspecto defensivo.

  • Sanlucar de Barrameda. Plaza de la Salle. Era muy difícil elegir una plaza en la localidad del Bajo Guadalquivir, pues tiene un rico y extenso casco histórico ligado a las Américas, y en el que hay espacios tan conocidos como la plaza del Cabildo o la de San Roque. Pero he optado por una más apartada y desconocida, pero que es una de las más bellas. Empedrada con adoquines y losas de Tarifa, tiene dos enormes araucarias, y una bella fuente de mármol en el centro, regalo del Duque de Montpesier en 1.858. El caserío circundante también merece una tranquila mirada, con evocadores recuerdos, con distintos palacetes que la rodean.

  • Setenil de las Bodegas. Plaza de Andalucía. La roqueña localidad serrana, no podía tener sino una plaza en distintos niveles, con el telón de fondo de los farallones de la montaña que hace las veces de techo en las casas cuevas de la localidad. Es una plaza irregular, adaptada al terreno, siendo, realmente, más bien una amplia curva, más que un espacio abierto. Dentro del popular y blanco caserío destaca una bonita casa con azulejos, así como restos de murallas, y el mudéjar Ayuntamiento Viejo, ambos observables en la parte superior, arriba del acantilado.

  • Sevilla. Plaza de España. Otra ciudad que me ha creado más de algún dilema a la hora de elegir, y en la que al final he tenido que recurrir de la más conocida. Pero que realmente, lo merece por su destacada belleza, de encanto absolutamente romántico. Enclavada en pleno Parque María Luisa, es una obra regionalista, con tintes neomudéjares, fue diseñada por Aníbal González como pabellón de España para la Exposición Internacional de 1.929. El ladrillo rojo, los azulejos trianeros, las arquería, torres, puentes y canales con barcas, configuran un espacio único, en el que además, se representan mediante los mencionados azulejos a todas las provincias españolas. El centro es amplio y diáfano, sin ajardinar, con una magnífica fuente de generosos chorros de agua.


  • Soria. Plaza Mayor. Ciudad que a pesar de su pequeño tamaño concentra una gran monumentalidad, sobre todo a lo que de románico se refiere, así como grandes evocaciones literarias, sobre todo de Antonio Machado y Gustavo Adolfo Bécquer, ambos, curiosamente compartidos con Sevilla. Su plaza principal, la que aquí nos ocupa es un espacio rectangular, abierto, y mayormente diáfano, sin apenas arbolado. Domina la piedra, así como las cristaleras de sus balcones, y algunos soportales, como los del Ayuntamiento o los del Palacio de la Audiencia (s. XVI), otra joya renacentista es el palacio de los Beteta y la torre de Doña Urraca, neoclásica es el palacete de la Casa del Común, y una joya que va del románico al renacimiento es la iglesia de Santa María la Mayor. Pero si hay algo que domina la plaza es la Fuente de los Leones, una maravilla barroca (en la foto) del XVIII, así como la estatua de Leonor Izquierdo, esposa que fue de Antonio Machado.

  • Tarifa. Plaza de Santa María. Exótica plaza andaluza, que rezuma ya, un aroma y un aspecto, más propio del otro lado del Estrecho, la misma fuente central, con las figuras de las típicas ranas cerámicas que existen en todas las fuentes regionalistas, tiene más aspecto marroquí que andaluza. Con los jardines del resto de la plaza pasa lo mismo, o con la Biblioteca Municipal, antiguo Colegio Cervantes, edificio neomudéjar de principios del XX; todo nos transporta completamente a Tetuan o a Xauen. Pero si hay algo islámico de verdad, es el Castillo de Guzmán el Bueno, visible desde la plaza, califal del siglo X, y del que se dice, es uno de los más antiguos de Europa. Delante el edificio del Pósito (s. XVIII), en un lateral el Ayuntamiento (s. XX), y por último, oculta, la iglesia gótico mudéjar de Santa María (s. XIV).

  • Tarragona. Plaça del Rei. Ciudad que es un auténtico muestrario de generosa historia, y por ello he elegido esta plaza como la más representativa de la misma, pues en ella se pueden observar por estratos sus distintos periodos de esplendor. Como ejemplo destacado, en la imagen se puede observar parte de la Torre del Pretorio con el Castillo del Rey, todo de origen romano, y que se conserva en gran parte, así como ampliado en la Edad Media, como residencia real. No es romano, pero lo parece, el edificio que alberga el Museo de Historia de la Ciudad, que imita a dicho Pretorio. De otros tiempos son las dos iglesias, la de Nazaret, obra del XVI, reformada en el XVIII, y la de la Santísima Trinidad.

  • Torre Alhaquime. Plaza de la Constitución. Pequeña y escalonada plaza en uno de los pueblos más pequeños de nuestra provincia. Su bello y blanco caserío parece escalar la loma sobre la que se sitúa en su punto más alto el castillo nazarita. Cerca de éste, la mencionada plaza, que asciende desde el Arco de la Villa, antigua puerta de la muralla, y finaliza en la blanca y barroca parroquia de Nuestra Señora de la Antigua, construida en el XVIII, por orden del Arzobispo de Sevilla. 

  • Tudela. Plaza de los Fueros. Una de las plazas más bonitas que uno pueda visitar en nuestro país. Un espacio limpio y amplio, con aspecto de plaza mayor castellana, fue construida en el siglo XVII, con un armonía perfecta, en la que sólo sobresalen la Casa del Reloj (s. XVII), el Hospital de Nuestra Señora de Gracia y la Iglesia de Santa María (s. XVI). En el centro, un bello templete modernista, construido en 1.921. Merece la pena observar detenidamente la azulejaría y adornos existentes en las distintas fachadas de la plaza, así como su rebosante vida.

  • Ubrique. La Plaza. Curioso y sobrio nombre para un espacio cuadrado y limpio encuadrado en un rincón privilegiado de la localidad marroquinera y serrana, y donde se pueden observar varios de sus monumentos principales, como son la Fuente de Carlos III, joya y símbolo de la localidad, construida en el XVIII, así como el neoclásico Ayuntamiento, del XIX, la parroquia de Nuestra Señora de la O, de al menos el siglo XVII, una casa solariega (en la imagen) modernista, de 1.925, y que está adornada de azulejos con motivos mitológicos. Como telón de fondo, los farallones rocosos, entre los que destaca la iglesia de San Antonio, originaria del XVI, pero reformada a lo largo de los siglos.

  • Ujué. Plaza Mayor. Bonita e irregular plaza, adornada de casas de ladrillo con multitud de plantas, flores y enredaderas que hacen del lugar un sitio único. Lo mejor de todo es el silencio del mismo, casi todo lo que rodea es peatonal, y tiene el bello telón de fondo de la parroquia de Santa María la Real, una de las joyas románicas que el Reino de Navarra ha tenido a bien dejarnos en herencia. Como curiosidad última, comentar que hace poco se descubrió una tumba medieval en la plaza. 

  • Valdepeñas. Plaza de España. Punto neurálgico de la localidad vinatera, es un espacio más o menos cuadrado, limpio, sin apenas arbolado, y sobrio en adornos. Su armónico caserío rodean la misma, con soportales más típicos de Castilla que de La Mancha; todas sus fachadas lucen un bello color azul añil. Probablemente todos estos edificios fueron construidos en el XVIII. En el centro, una bonita fuente modernista de 1.926, y en una esquina, el edificio del Ayuntamiento, frente a la magnífica iglesia de la Nuestra Señora de la Asunción, de finales del XII, pero terminada en época de los Reyes Católicos, recogiendo todos los modelos del estilo gótico, desde el primitivo al flamígero final.

  • Vejer de la Frontera. Plaza de España. Uno de los rincones más bellos de nuestra geografía, nació en el siglo XVI, a extramuros. Toma una forma irregular adaptada al terreno, al blanquísimo caserío circundante y a las murallas árabes. Adornada con esbeltas palmeras y una preciosa fuente regionalista en el centro, en el que sobresalen los azulejos y las ranitas como surtidores. Los bancos que rodean el espacio, también son del mismo estilo. Las edificaciones posteriores también merecen ser observadas, como la Puerta de la Villa, una de las entradas que aún conserva el recinto amurallado, el Ayuntamiento, la torre medieval del Mayorazgo, o la Casa del Califa, que fue tiene varios estratos, entre los siglos X, como los aljibes o algunas de sus habitaciones de época califal, o las cillas posteriores, con construcciones entre el siglo XV y XVII, como la fachada principal, barroca con columnas salomónicas. 

  • Vélez Blanco. Explanada del Convento de San Luis. No es propiamente una plaza, ya que curiosamente, la localidad carece de dicho tipo de espacios. Es una explanada que da lugar a la fachada del bello edificio religioso, obra plateresca del siglo XVII, con un curioso campanario mudéjar. No obstante, también es un excelente mirador de un blanco pueblo serrano, dominado por la omnipresente silueta de una castillo renacentista, construido para un fin más palaciego que defensivo.

  • Vélez Rubio.  Plaza de la Encarnación. Nos encontramos ante un espacio amplio y sobrio, en el que destaca la enorme y bella figura de la iglesia parroquial de Nuestra Señora de la Encarnación, magnífico templo de proporciones catedralicias, es una obra que se construye en la transición entre el barroco y neoclásico, con una impresionante fachada y torres labrada en piedra, y un resto edificado en ladrillo visto. En el resto del caserío destaca el ayuntamiento, obra neobarroca del XX. 

  • Villamartín. Plaza del Ayuntamiento. Bonita plaza cuadrada, y como no podía ser de otra manera, adornada con esbeltas palmeras, así como con bancos y una fuente central, en estilo regionalista, de ladrillo rojo y bellos azulejos sevillanos. También del mismo estilo es el mercado de abastos, situado en un lateral, blanca edificación con ribetes de ladrillos. Otros edificios interesantes son el palacete neoclásico con portada barroca, situado frente al también interesante Casino Cultural, o el propio Ayuntamiento, construcción neobarroca con fachada con soportales. o la barroca iglesia de las Angustias. No obstante, destaca el fondo de la iglesia parroquial de Santa María de las Virtudes, de aspecto sevillana, y que combina el mudéjar el inicial del siglo XIV, con el renacimiento  de su fachada de Hernán Ruiz, o el barroco de sus ultimas reformas en el XVIII. 

  • Villanueva de los Infantes. Plaza Mayor. Una localidad sorprendente porque tiene un enorme patrimonio histórico, artístico y literario, ligado sobre todo a las figuras de Quevedo o, como no podía ser de otra manera en La Mancha, de Cervantes. Como espacio principal, la mencionada plaza, típica, sobria, con soportales, y grandes balconadas de madera, y en el que destacan notables edificios, entre los que destaca el Ayuntamiento y la iglesia parroquial de San Andrés, ambos en estilo herreriano, similar al Escorial. En un lateral de la plaza, como no, unas estatuas de Sancho y el Quijote, completan el panorama.

  • Zahara de la Sierra. Plaza del Rey. Situada en lo más alto del pueblo (en lo que a caserío se refiere), y donde se obtienen las mejores vistas de la población y su entorno. En ella se pueden observar como el castillo nazarita domina el peñasco que sirve de telón de fondo de dicho espacio, o la bella iglesia parroquial de Santa María de la Mesa, obra barroca del siglo XVIII. Cerca, se encuentra un mirador desde donde se puede observar el embalse, la silueta de otros pueblos, como Olvera, o el más cercano, Jardín de los Pinsapos, toda una preciosidad de parque.

  • Zahara de los Atunes. Patio de Armas del Castillo. Realmente no es una plaza propiamente dicha, sí que lo fue de Armas de la fortaleza del siglo XVI, y que servía para alojar y proteger a las almadrabas y las diversas fábricas dedicadas al trabajo del atún, así como palacio de los Guzmanes. Pero la fortaleza también está asociada a la literatura, ya que Cervantes situó aquí el escenario de una de sus Novelas Ejemplares, la Ilustre Fregona. No obstante, aunque sólo fuera por el hecho de situarse en un entorno tan paradisíaco, como una playa, ya merece la pena su visita. 

  • Zuheros. Plaza del Castillo. Terminamos la larga lista de localidades con la bella localidad cordobesa situada en las serranías Subbéticas. Es un espacio abierto al acantilado donde se sitúa el mirador junto al Castillo, fortaleza musulmana originaria del siglo IX, pero que tiene estructura del siglo XII, con una reforma renacentista de Hernán Ruiz en el XVI, para adaptarlo a formas palaciegas. Frente al mismo, la iglesia de los Remedios, parroquia de la población, edificación renacentista del XVI. 

 Termino aquí la lista de plazas destacadas que he visitado, y que me han parecido dignas a destacar, perdonen los lugareños si en algún dato he errado, pero han sido una serie de entradas bastante densas a la hora de buscar información de los distintos lugares para resumirlos en un mínimo párrafo. Así pues finalizo como siempre: Un saludo desde el sur.