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sábado, 25 de julio de 2015

La herencia mediterránea de las torres miradores.

Pequeña torre en Barcelona.
 Ya he vuelto, tras casi un mes sin escribir, pues he pasado un tiempo de vacaciones, parte en Almería, y gran parte en Barcelona. Sobra decir que la Ciudad Condal es una urbe apasionante donde uno puede llevarse días viendo monumentos y museos sin parar (y aún así, cuando uno se va, siempre le queda algo por ver). Por muchos de nosotros es conocida la Catedral del Mar, la de Santa María, del barrio de la Ribera, famosa por la novela de Idelfonso Falcones; la visita a la misma es más que aconsejable, pues aparte de la maravilla arquitectónica gótica, uno puede pasear con guía por las azoteas de la misma. Hay que especificar que en el Barcelona medieval, el Barrio Gótico es el núcleo urbano, aristocrático y clerical, el Raval era la zona más popular, y el barrio de la Ribera, era el burgués, comercial por excelencia, en la época de esplendor de la ciudad, cuando fue la localidad más próspera y con mayores flotas, de todo el Mediterráneo, como parte de un reino, el de Aragón, que forjó un imperio que llegó hasta Atenas. Los barcos comerciales catalanes surcaban todo el mar, y llegaban al puerto de Barcelona. Los ricos comerciantes estaban pendientes desde su casa, en la Ribera, y oteaban el horizonte desde una...¡torre mirador!. Mi sorpresa fue mayúscula cuando el guía de la catedral comentaba ésto mismo, que yo había escuchado una y otra vez en Cádiz, pero con el comercio americano en vez del Mediterráneo.

Torre mirador en Barcelona.
 La sorpresa fue aún mayor, días después, cuando visitamos Tarragona, pues en la capital de la Costa Dorada también tenía varias de estas torres. Lo cual indica que las mismas no son un invento de Cádiz, sino que tiene una herencia, la mediterránea, y en la Tacita, sólo las hemos sofisticado, creando de cuatro tipos: sillón, garita, mixto y terraza. De las cuales en Cataluña, solo pude observar la última, bastante más simple y baja que las gaditanas. Todo nos indica, que Cádiz, ciudad enclavada en el Atlántico, tiene herencia directa, y carácter, típicamente mediterráneo. Desde la llegada de los fenicios, pasando por los romanos, o los árabes, toda conquista viene del Mare Nostrum. Hasta la llegada de los castellanos, que repueblan la ciudad con montañeses, no obstante, con el descubrimiento de América, a lo largo de tres siglos, la localidad se puebla de gente de todos lados, sobre todo de genoveses. Siguiendo la propia la tradición mediterránea, aunque influenciando a América, y recibiendo de la misma.  Por tanto, se puede decir, que Cádiz es la ciudad puente entre la cultura del mediterráneo y América, sobre todo el Caribe. Desde donde se heredan el tipo de fortificaciones, como la de Santa Catalina en La Caleta, de clara herencia italiana, y los merlones barrocos adornados que se pueden ver en las casas, tanto en la Bahía, como en el Caribe, entre otras cosas. 

Torre mirador en Tarragona.
Torre gaditana.
 Es curioso, como muchas veces, lejos de casa, uno puede encontrar puntos comunes entre una ciudad y otra, que en un principio no tienen nada que ver. Sin embargo, en ambas dominó la burguesía sobre la aristocracia y el clero (algo raro en la España de antaño), en ambas se produjo una notable industrialización, sobre todo en la ciudad catalana, en ambas entraban las nuevas ideas políticas, ambas fueron puerta de distintas corrientes literarias, sobre todo el romanticismo, ambas fueron pioneras en la prensa, en ambas se implantaron las primeras líneas españolas de ferrocarril (aunque la primera linea española fue en Cuba) y en ambas, hay torres miradores. Luego la suerte de una y otra han sido distantes, yendo nuestra tacita a una decadencia clara, y a una desindustrialización de difícil salida. Sin embargo, en este viaje, me quedó claro un concepto olvidado por mucho de los gaditanos, que presumen de las influencias de Ida y Vuelta con América, y que sin embargo, no recuerdan el carácter mediterráneo de una ciudad en pleno Atlántico. Un saludo desde el sur.