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sábado, 29 de marzo de 2014

Algar, la promesa que vino de Méjico.

 Hoy es día de lluvia, como el que visité Algar, una pequeña población gaditana que se encuentra entre la sierra y la campiña. A una hora de carretera se encuentran dos parques naturales de renombre: Los Alcornocales y Grazalema. No obstante, parte de su terreno, pertenece al primero de los mencionados, llegando hasta el denominado Tajo del Águila, un pequeño cañón que bordea la cola del embalse más grande la provincia: el Guadalcacín. Desde donde se obtienen unas espléndidas vistas, y se pueden ver volar por encima de nuestras cabezas a una buena cantidad de buitres leonados. Pero dejaré al lago artificial para otra entrada. Fue precisamente aquí, en el tajo, donde me contaron una historia, la legendaria, al menos, que viene a explicar la fundación del pueblo. 

 Se cuenta que Algar, fue fundada en el siglo XVIII, por Domingo López de Carvajal, un rico indiano que hizo fortuna en Méjico. A su vuelta para España, con los galeones cargados de tesoros, se cruzó en el camino de un huracán que hizo la navegación, cuanto menos, peligrosa. Temiendo que los barcos pudieran hundirse, optó por encomendarse a la Virgen de Guadalupe, patrona de Méjico. Los rezos obtuvieron su resultado, y el indiano, cumpliendo su palabra, fundó una iglesia y un pueblo, cuya patrona, es la propia Virgen, del todo similar a la mejicana. De hecho, hasta 1.842, el pueblo se llamó Santa María de Guadalupe del Algar. Esa es, al menos, la leyenda fundacional, atractiva como pocas. Pero probablemente, éste hombre aprovechara el pelotazo inmobiliario de la época, y una vez enriquecido, se hiciera partícipe de la política repobladora de Carlos III, quien tuvo problemas, ya por aquel entonces, con los bandoleros que ocupaban las grandes extensiones despobladas del sur español. Una herencia de la reconquista. Así en 1.773, se funda la iglesia de Santa María de Guadalupe, y una nueva población, de corte ortogonal, puramente racionalista, con calles rectas que desafían a las empinadas cuestas. Es llamativa la Calle Sol, que directamente sortea el desnivel con escaleras.

 La pequeña plaza del pueblo tiene su ayuntamiento, simple de estilo neoclásico, al igual que su iglesia, de humilde fachada y bello interior. Donde se puede ver a la Virgen, en lo que es un pequeño trozo de Méjico en nuestras tierras. Casi a la salida del pueblo, en dirección a El Bosque, se encuentran otras dos pequeñas joyas, una plaza de toros de armónica arquitectura, y como no, una fuente, con una pequeña estatua en su centro, de un galeón, en honor al indiano que fundó uno de los primeros pueblos de colonización de Andalucía. Un saludo desde el sur.









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