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viernes, 23 de septiembre de 2016

Acebuchales de la campiña sur de Cádiz.

Dehesa de acebuches en Medina Sidonia.
 Ahora que se acerca el otoño comienza la vuelta de muchos al turismo rural, de interior, que para multitud de pueblos es un auténtico empujón a su economía. Las asfixiantes temperaturas veraniegas atraen turistas hacia la costa, el frío en cambio, ofrece oportunidades de conocer rincones de nuestra provincia que no tenga destinos playeros como objetivo (y aún así es importante el número de parques y rutas costeras en nuestra tierra). La gran masa de senderistas se decidirán por alguno de los seis parques naturales o las distintas reservas o parajes de los que gozamos. Sin embargo, desde hace una serie de años, hay otras modalidades distintas de protección que aún están madurando y que pueden ser atractivas para los tiempos venideros. Me refiero a la Red Natura 2.000, que aunque propuestos por las administraciones autonómicas y regionales de la UE, tienen un carácter supranacional. Nuestra provincia no es ajena a ello, y aparte de los ya clásicos parques, parajes y reservas naturales, que también forman parte de la red, hay otros espacios que empiezan a abrirse camino en el acervo cultural del mundillo medioambiental, como los conocidos LIC (lugares de importancia comunitaria) y que posteriormente pasarán a ser ZEC (zonas de especial conservación). En el caso de Cádiz, esta ampliación implica el 48% de protección de su territorio, una cifra que habla de lo privilegiado de nuestra tierra, aunque eso sí, desgraciadamente, han quedado fuera algunos sectores de gran riqueza ecológica como es el caso de la Laguna de la Janda o la serranía del Retín. Entre los nombrados se encuentran algunos parajes famosos en nuestra tierra: los fondos marinos de la Bahía de Cádiz, los pinares de Roche, el río Guadalete, la punta de Trafalgar o el bajo Guadalquivir, entre otros muchos.


Pastizal gaditano en invierno.
 Sin embargo, para mí, uno de los de que mayor interés me despierta es, precisamente, el que mayor extensión de terreno ocupa, y que viene a acaparar gran parte de la campiña sur de nuestra provincia, teniendo una superficie de 26.491 hectáreas, en plena Ruta del Toro, de territorios municipales de Alcalá de los Gazules, Barbate, Benalup- Casas Viejas, Chiclana de la Frontera, Conil de la Frontera, Medina Sidonia, Paterna de la Rivera, San José del Valle y Vejer de la Frontera. No es casualidad la riqueza de esta región, pues es un territorio escasamente cultivable debido a su naturaleza arcillosa, tendente al encharcamiento, por lo que la mayor parte del mismo se ha dedicado para la ganadería de reses bravas o retintas, y que le confieren un carácter especial a la zona. La interacción de los bóvidos con el medio es de lo más beneficioso tanto para el ser humano, como para el medio que le rodea, en una economía absolutamente sostenible y respetable con el medio ambiente. Los toros (junto al hombre)  han creado un ecosistema abierto, tipo pastizal, donde dominan las gramíneas, o bien un paisaje adehesado de praderas con arbolado disperso, mayoritariamente acebuches, y de gran riqueza, donde abundan las especies de tréboles y especies vegetales adaptadas al terreno inundable. Además, la formación de acebuches con algunas especies herbáceas que comparte con el África subsahariana, demuestra la relación biogeográfica que alguna vez tuvieron ambas tierras antes de la desecación del Sahara. Asimismo, el mundo de las aves del continente vecino han escogido estos territorios como puente de futuras colonizaciones de la Península Ibérica, como ha ocurrido con el caso del Elanio Azul, o la Garcilla Bueyera (que ha sustituido a los búfalos por los toros), que ocuparon en un principio las dehesas y pastizales gaditanos para después expandirse por el occidente peninsular. Asimismo hay especies africanas que solo habitan aquí, y que ya vienen descrita en el siglo XIX por los naturalistas ingleses que recorrieron el área, como ocurre con el Busardo Moro, el Halcón Borní o la Lechuza Mora. Otros están por llegar, y parece afincarse poco a poco en nuestras tierras, bien por medios naturales, como el Buitre Moteado o de Rupell, el Bulbul Naranjero, o bien con ayuda humana, como el Ibis Eremita, que vuelve por sus antiguos territorios en un programa de recuperación de la especies, y que vive entre los acebuchales de la campiña y el parque natural de la Breña y Marismas del Barbate.
Los alcornoques también se encuentran presentes en la zona.

 Evidentemente, aunque los acebuches dominan el panorama, no son los únicos, ya que, como es lógico, hay variedad de ecosistemas en una región de dicho tamaño. Como especies arbóreas, los alcornoques ocupan el mayor porcentaje del terreno con un 25%, y que forman ricos bosques islas, no sólo en las zonas más cercanas al parque natural de Los Alcornocales, sino que también, en sitios tan cercanos a zonas urbanas y costeras, como la loma del Junco Real, en terrenos de Chiclana de la Frontera (bosque del que ya hablaré en otra entrada), además de extensiones adehesadas interesantes, como en las cercanías de San José del Valle. Le siguen, por supuesto, los acebuches, con casi un 13%, que no forma masas densas, ya que su formación corresponde a un medio adehesado. Luego los pinos piñoneros con el 1,%. Le sigue en impotancia los tarajes, con apenas un 0,32%, ya que su ocupación se limita a los riachuelos y lagunas de la zona. Posteriormente podemos encontrar álamos, alisos, fresnos, olmos y quejigos en las zonas más húmedas y umbrías. Tampoco falta los típicos arbustos y matorrales mediterráneos, como las adelfas, aulagas, tomillos, coscoja, retamas, distintos tipos de brezos o tojos, entre otros, con un 28% en total. Las gramíneas son las dominantes, pues los distintos tipos pastizales y herbazales ocupan casi un 30%. También hay especies de sistemas húmedos, en las distintas lagunas y encharcamientos, así como en arroyos y riachuelos.

Los sistemas fluviales aportan más riqueza faunística.
 En cuanto a la fauna, tampoco desmerece su importancia, a los ya nombrados, podemos encontrar multitud de aves, al ser un punto clave y descansadero en la migraciones. A las típicas de campiña, como las perdices, codornices, cigüeñas, cernícalos, cárabo, lechuza común, sisones, grajillas, águila culebrera, milano negro o los aguiluchos (lagunero, cenizo y pálido), destacando por su importancia a la avutarda; se les suma aves costeras en las zonas más cercanas al mar, como las distintas clases de gaviotas, que se internan en periodos de temporales, o por el contrario, especies netamente forestales en sus cercanías a Los Alcornocales, como el agateador común, el chotacabras  pardo, el búho real, el cuervo, el herrerillo, el carbonero, el petirrojo, el pito real, el picogordo o el pinzón entre otros. Asimismo, los buitres leonados y los alimoches, salen a la búsqueda de espacios abiertos para avistar reses muertas. Como el territorio es inundable, también hay especies de zonas húmedas, como la focha común, el calamón, la espátula, la garceta común, y distintas clases de ánades entre otros. En el apartado de especies lagunares, merecen especial mención la población invernante de grullas, que en tiempos nidificaban en la cercana laguna de La Janda, siendo la última población del sur de Europa en hacerlo, hasta la desecación de la misma. También destaco la presencia africana de dos paseriformes: el vencejo culiblanco cafre y la golondrina daúrica, asociada una a la otra, ya que la primera parasita los nidos de la segunda. Por último, en este apartado, destacar la presencia de faisanes, introducidos por los cazadores de la zona.

Hay también extensos palmitares.
 En cuanto a la fauna terrestre, hay poblaciones de ciervos y corzos en las áreas cercanas a la serranía, además de los típicos conejos, liebres, jabalíes, gato montes, tejones, turones destacando la mangosta o meloncillo. Destacando la gran población de murciélagos, algo muy común en la provincia. En cuanto a reptiles, distintas especies de culebras, como la bastarda, de escalera o la de herradura, la víbora hocicuda, la culebrilla ciega, lagarto ocelado, lagartija ibérica o el galápago leproso entre otros. Los anfibios están representados por el gallipato, la salamandra común, el tritón pigmeo, la rana común, la ranita meridional, el sapo de espuelas y el corredor. Entre los invertebrados destaca la presencia de la caracola acostillada del  Guadalquivir, asociada a los ambientes fluviales, al igual que los peces como el barbo andaluz y el salinete, una especie de fartet endémico de la zona.

El denso pinar del Hierro, en Chiclana de la Frontera.
 Todo un paraíso ecológico a apenas veinte minutos o media hora (en el peor de los casos), de nuestras casas. Desconocidos por muchos, es un medio tranquilo de visitantes en el que el avistamiento de la fauna puede ser más fácil que en las sierras del interior, ya que literalmente, los árboles no dejan ver el bosque, debido a la densidad de nuestras forestas serranas. Así como por la masificación de senderistas que acuden a Grazalema o Los Alcornocales (a veces parecen centros comerciales). Eso sí, hay que tener en cuenta dos factores: el primero es la de evitar los periodos de veda o caza, por seguridad propia. La segunda es la cantidad de fincas privadas existentes, y que se encuentran valladas para evitar la fuga de las reses bravas, así como dificultar la entrada a los coto de cazas privados. Pero ello no es óbice para que se pueda echar un día agradable en uno de los rincones más conocidos, a priori, pero que guarda una riqueza ecológica que pocos imaginan. Un saludo desde el sur.

Formación de acebuches.

El aspecto y, en parte la flora, recuerdan a la sabana africana.

Bosquetes de eucaliptos se sitúan en el centro de la imagen, demostrando que en el paisaje está antropizado.


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