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domingo, 15 de enero de 2017

Los olvidados pueblos de Sevilla.

Imagen de Marchena.
  Hoy toca ruta, una entrada sencilla, sin grandes profundidades, pero que sirve para dar a conocer una serie de rincones que sino se publicitan, pasan por ser unas auténticas desconocidas para muchos que amamos la carretera y cualquier rincón curioso de la geografía española, y la andaluza en concreto. Hay que decir que algunas son más conocidas, y algo más visitadas, otras como Marchena suponen toda una sorpresa incluso entre los paisanos de ciudades y pueblos cercanos. Todas las localidades tienen en común estar deslumbradas por la bella capital, centro de atención del turismo mundial por su monumentalidad, que impide que destaquen, pero también tuvieron, todas, un pasado mejor, de gran riqueza monumental e histórica, ya sea como lugar de abastecimiento pan de Sevilla, como sucedió con Alcalá de Guadaíra, o por el contrario, como Osuna, que por cuestiones señoriales, llegó a competir en importancia durante un cierto tiempo con la ciudad hispalense. Sin duda, son todas dignas de visitas, y en algunos casos, esta se puede alargar más de un día. Soy consciente de que me van a faltar muchas urbes por mencionar, pero no hay lugar para más, y tampoco, he de ser sincero, tengo material gráfico para ello.


Plaza Mayor y Colegiata.
  La primera ciudad que conocí de la provincia (sin incluir la capital, claro) fue Osuna, hará ya un buen puñado de años, allá por el año 1.995. Por aquel entonces, y con catorce años, ya me impresionó la monumentalidad palaciega de la urbe ursitana. Porque sí, la localidad tiene un nombre heredado del gran plantígrado, aunque si bien parece que el mismo procede del emblema de la legión romana que la ocupó y plantó aquí su estandarte. Como ya mencioné antes, merece la pena no correr mucho, y saborear la ciudad durante un par de días. Si algo llama la atención es la cantidad de palacios que jalonan sus calles, en especial la de San Pedro, de una densidad llamativa, y con un barroquismo en sus fachadas montadas de los mejores materiales disponibles. Todos vigilados por la omnipresente silueta de la monumental y renacentista Colegiata, donde reposan los restos de los Duques de Osuna, dentro hay joyas de José de Ribera y de Montañés, entre otros. Cerca, se encuentra la también renacentista Universidad, que alcanzó gran importancia en el XVI, y es de los pocos edificios de enseñanza superior anteriores al XVIII que se conservan en Andalucía. Hoy es un instituto de enseñanza secundaria. Al atardecer pasee por los alrededores, las maravillosas iglesias de carácter italinizante y los estrechos callejones les transportarán a tiempos de los espadachines y alabarderos. Todo éste esplendor se debe, en gran parte, a Juan Téllez Girón, auténtico mecenas del arte, que atrajo a no pocos artistas, y también a la labor continuadora de sus descendientes, aunque ya en el XIX, como casi todas España, la ciudad cayó en absoluta decadencia. No obstante, antes de visitar otra localidad, recomiendo subir aún más alto, y ver los restos romanos e íberos en la cima de un cerro cercano: se pueden ver ciertas graderías de un teatro romano y unas necrópolis, y de los íberos se conserva las canteras, de espectacular fachada, digna de una película fantástica o de aventuras. No obstante, sobre todo en los restos arqueológicos, el paisaje se puede mostrar desolador, por lo descuidado, con restos de basuras y escombros, así que al subir, hay que andarse con ojo. De hecho casi ningún lugareño le va a recomendar que suba al cerro.
Pósito Municipal.


Antigua Cilla.

Palacio del Marqués de la Gomera.

Universidad.

Monasterio de la Encarnación.

Calle e Iglesia de la Merced.

Antiguas canteras.
Iglesia de San Pedro con su Giraldilla.
  Abandonamos la ciudad ducal para ir a la otra perla sevillana, en lo que a pueblos se refiere, situada en la comarca de los Alcores encontramos a Carmona. Que al igual que la anterior goza de un amplio patrimonio monumental, no obstante, a diferencia de Osuna,  su esplendor viene de antiguo y duró bastante, pues fue una importante fortaleza tartésica. También fue una destacada urbe romana, de aquellos tiempos quedan unas imponentes necrópolis destacando las tumbas del Elefante y, sobre todo las de Servilia, excavadas en la tierra, y que impresionan por su magnitud. Asimismo, conserva, los restos un anfiteatro, aunque uno ha de conformarse con verlo desde la lejanía, así como restos del foro. En tiempos medievales llegó a competir con Sevilla en importancia, de hecho, nada más que hay que detenerse a observar sus imponentes murallas y puertas, como las del Alcázar de Abajo o Puerta de Sevilla, que da entrada al centro histórico, o la de Córdoba, con una bella reforma neoclásica. Lienzos que terminan en la zona más alta donde se encuentra el impresionante Alcázar de Arriba o de Don Pedro I, monarca castellano que pasaba temporadas en la localidad. Además hay varias casas palacios renacentistas y barrocas dignas de destacar, como el de los Aguilar, el de las Aguas, de los Domínguez o del General Chinchilla entre otros, la lista de ellos es interminable; al igual que las iglesias y conventos, uno en cada esquina, la ciudad conserva uno de los patrimonios religiosos más destacados de Andalucía. Para no nombrar todas, resalto dos, una primera en el centro histórico, la de Santa María de la Asunción, la más antigua e importante de intramuros, de estilo gótico flamígero, y que conserva el patio de los naranjo o de abluciones de la mezquita que se encontraba en su lugar. A extramuros y frente al Alcázar de Abajo, se puede ver la de San Pedro, actualmente la mayor de la ciudad, originaria del XV, pero de gran reforma barroca en el XVIII, destacando en su interior, el retablo mayor, y las filigranas en las abundantes yeserías, y en el exterior, llama poderosamente la atención, la torre campanario, apodada la Giraldilla, por sus similar aspecto con el conocido monumento sevillano. El giraldillo original se perdió, sin embargo, hoy día se sitúa encima una réplica realizada por el recientemente fallecido artista isleño Alfonso Berraquero. Volviendo a intramuros merece la pena acercarse al resto de iglesias, todo un catálogo de maravillas mudéjares en su mayoría como es el caso de de San Bartolomé o San Felipe, o renacentista como la del Divino Salvador. Y los conventos barrocos de Santa Clara (interior mudéjar), o Trinidad entre otros. No debemos irnos sin dar un tranquilo paseo por intramuros, sobre todo por la parte más alta, donde las estrechas y blancas calles encandilan por su tranquilidad, su silencio, sus adoquines y su tipismo andaluz bien conservado o sin ver la bella Plaza de Arriba. Si le sobra tiempo acérquese a ver el molino, cerca de la parte más alta. Para terminar recomiendo pasear por el bonito Paseo del Estatuto, un bonito bulevar decimonónico, donde podemos observar el Teatro Cerezo de 1,934 y el Convento de la Concepción. Al igual que la anterior localidad, su visita puede ocupar dos días.
Puerta de Sevilla.

Puerta de Sevilla.

Iglesia del Divino Salvador.

Alcázar de Arriba.
 
Casa del Marqués de Torres.

Calle Santa María de Gracia.

Puerta de Córdoba.

Tumba romana del Elefante.

Tumba romana de Servilia.


Calle Carlota Quintanilla.
Patio de los Naranjos de Santa María de la Asunción.

Puerta de Sevilla y murallas.
  La sorpresa llega por una carretera de campiña que parece no llevar a ningún lado, recta y sin atractivo aparente, nace de la anterior ciudad, y a unos kilómetros se encuentra la localidad que más me sorprendió, porque nadie me había preparado para la impresión, ni comentado nada de la monumentalidad de Marchena. Una vez llegado, conviene pasear por su avenida principal para darnos cuenta de que la ciudad se divide claramente en dos o tres núcleos en función de su esplendor. Un primer y originario sector de intramuros, de origen medieval y que fue creciendo en torno a la antigua Alcazaba. Es más que aconsejable adentrarse  por la Puerta de Sevilla, bastante bien conservada y flanqueada por dos cubos; cerca se encuentra la de Morón, que conserva un bello arco de herradura apuntado. Una vez dentro de la antigua ciudad medieval de sopetón nos encontramos con la primera iglesia mudéjar de la visita: la de San Juan, que además contiene pinturas de Zurbarán y varias esculturas de Alonso Cano. Detrás de la misma encontramos la tercera puerta de la ciudad: la del Tiro. Tras ella, un angosto y decadente callejón que va a parar a una magnífica puerta que daba lugar a la Alcazaba, y que conserva aún los frescos renacentistas, varios arcos y columnas, algunos califales. Gran parte fue destruido, y algunos otros elementos se pueden encontrar en la Casa de Pilatos de la capital hispalense. Pasada la sorpresa, nos encontramos la segunda iglesia mudéjar, la de Santa María de la Mota, justo al lado, la Hospedería de las Clarisas, de famosa repostería. Cerca, desde un mirador, se puede observar el segundo núcleo a visitar: el del XVIII, con algunas joyas neoclásicas, como algún palacete. En el centro del mismo se yergue altiva y desafiante, como una catedral, la iglesia de San Agustín, con una notable cúpula y una impresionante fachada con tres alquerías de influencia madrileña y dos esbeltas torres gemelas. Las estatuas que adornan el templo y las cigüeñas, completan la bella estampa. Justo detrás, la también neoclásica iglesia de San Miguel. No son las únicas, cerca se encuentran la de San Pedro Mártir o la de San Sebastián, entre otras joyas.
Plaza de la Constitución.

Restos de la Alcazaba.

Portada de San Agustín.

Santa María de la Mota.

Puerta de la Alcazaba.

Iglesia de San Juan.


Iglesia de San Miguel.

Panorámica de la ciudad.
  La última parada de este viaje imaginario la realizamos tras coger la salida de la A-92, y desviarnos ya cerca de Sevilla. Aquí ya hablamos de toda una ciudad, Alcalá de Guadaíra, del cinturón residencial de la urbe hispalense, no obstante, su centro aún conserva el aspecto de pueblo, en el buen sentido de la palabra, que tuvo. La localidad, fue conocida como la de los Panaderos por el hecho de que abastecía de pan a toda la zona, en especial a Sevilla. Aunque antes fue el principal bastión defensivo de la capital, de ello dan fe su poderoso castillo, del que se conserva gran parte de sus elementos, así como su recinto amurallado, en cuyo interior se encontraba la villa medieval, hoy desaparecida, aunque a cambio, podemos ver desde un magnífico mirador de la fortaleza, sus barbacanas y fosos. Así, como una de las más bonitas iglesias de la localidad: la de Nuestra Señora del Águila, que conserva todos los elementos mudéjares posibles. Incluso su torre campanario se asemeja a un alminar. No obstante, tan espectacular como es el lugar es la llegada, pues la subida a la explanada de la antigua villa se hace un por una calle escalonada, con palacetes decimonónicos, en un paisaje, que bien pudiera pertenecer a una litografía del XIX. Antes de la misma, otra iglesia, una de las más importantes de la localidad: la de Santiago, igualmente mudéjar, aunque con cierta reforma barroca, probablemente tras el terremoto de Lisboa. No es la única, hay varias más, como la de San Miguel, también de estilo mudéjar, que se encuentra justo debajo del castillo y del recinto amurallado, en el centro del meandro del río que da nombre a la ciudad.
Iglesia de Santiago.

Palacete de la subida al Castillo.

Villa de San José.

Puente de Carlos III.

Ábside de Santa María del Águila.

Castillo.

Fachada y torre de Santa María del Águila.


  Siento terminar la entrada aquí, sobre todo si hay alguien de la provincia sevillana que lea este artículo. Pero la escasez de material gráfico en este sentido me hace concluir aquí. No obstante, no me olvido de recomendar otros pueblos y ciudades igual de monumentales, como Écija, la ciudad de las cien torres, la conocida Estepa, Utrera y sus monumentales templos, Santiponce y su famosa Itálica, la marismeña y cinematográfica Isla Mayor, Lebrija y su campiña, los recuerdos japoneses de Coria y su río, o la de generosa belleza natural, Cazalla de la Sierra, entre otras poblaciones, porque Andalucía da para toda una vida de escapadas. Un saludo desde el sur.



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