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domingo, 5 de junio de 2011

Propaganda electoral

Ya una vez pasada la enorme resaca de las pasadas elecciones municipales del 22 M, puedo comentar y analizar tranquilo las promesas electorales que los distintos partidos han dado a conocer. La conclusión final que pude sacar es la siguiente: que a pesar de la crisis inmobiliaria que venimos padeciendo, y que ha lastrado toda nuestra economía, y destrozado nuestras costas, los candidatos, de todo signo político, vienen exponiendo en cada programa su panacea contra el paro: hoteles y campos de golf. Puedo decir, sin ningún rubor, que estoy hasta las narices de los mismos. Todo que sea del sur y de costa, me comprenderá. Ya no hablo de términos ecológicos, con los que terminaré más tarde ésta entrada, hablo de problemas económicos. No soy una persona docta en la materia, pero hay entendidos que estarán de acuerdo con lo que voy a decir, y que a priori, parece una barbaridad, pero una vez expuesto el motivo principal de por qué opino así comprenderá lo que estoy contando. Como llevo pensando hace tiempo, de la crisis, se saldrá, más tarde o más temprano, pero del boom inmobiliario del cambio de siglo nos quedarán las huellas por mucho tiempo. Por ello, pienso, que se deberían de derribar, al menos, un 10 o un 15% de lo construido a lo largo de la última década en éste país, especialmente en la costa. Estoy seguro que, en un principio, parece contraproducente, pero a la larga, sanearía el país. Solamente hay que pensar en una máxima económica: donde se contruyen pisos y hoteles no se puede edificar nada más. Pues esos terrenos estarán condenados  siempre a ser eso, segundas residencias, ya que la expropiación puede tener precios astronómicos. Esos terrenos que antes eran agrícolas o industriales, ya no producen nada. Una fábrica abandonada siempre se puede reciclar en otra industria, un centro comercial siempre se renueva, y el terreno agrícola puede servir para otros cultivos o para suelo industrial en caso de no tener éxito económicamente. Por otro lado, los hoteles, campos de golf y la hostelería, están bien como ayuda comercial a una ciudad, pero sin que ésta centre toda la política económica de la misma, pues ocupan una extensión enorme de terreno para lo poco que producen, dando además, escasos puestos de trabajos, mal pagados y temporales, en su mayoría. También está el problema de la saturación de mercado existente en el sector turístico, pues todo el Mar Mediterráneo está asfaltado y más llena de hoteles que una casilla del Monopoly.
En términos ecológicos, no se si es mejor echarme a llorar, o seguir comentando los desastres que éste sector de la economía produce a nuestro país. El primero, y principal, es el estético, una fea costa de hormigón, que va desde Gerona a Huelva, no es motivo de orgullo, desde luego, para mí. El segundo, y del que pocos hablan, es del desastre ecológico diario: en una nación de lluvias tan irregulares como es España, no se puede permitirse el lujo de  éstos gastos y derroches contínuos de agua. Solamente hay que pensar cuanta agua consumen las miles de piscinas particulares, los ahora de moda spas, los hoteles en sí y los verdes campos de golf. No es de recibo, que haya lugares que en tiempos de sequía corten el agua a sus ciudadanos a una determinada hora, solamente por un capricho económico de cuatro gatos, que se han forrado a costa de unos terrenos. ¿Cuantas costas se han destrozado, con el lema de "Turismo ecológico, respetamos la ley de Costas" en los últimos 15 años?, se empieza con un hotel y un campo de golf, y se termina como en La Barrosa (Chiclana), donde ya no hay bosques ni viñedos, sólo asfalto. Por eso, cuando en la propaganda electoral de los candidatos venían explicando los proyectos de hoteles y campos de golf en mi ciudad, cercano a la línea de playa, y junto al Parque Natural Bahía de Cádiz, me eché a temblar. No es para menos, los del sur ya nos conocemos el percal que se mueve tras toda ésta mierda. Porque seguiremos en paro, y nuestra costa acabará destrozada. 
Un saludo desde el sur.

Imágen de La Barrosa desde satélite, donde se aprecia una costa destrozada.


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