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domingo, 4 de diciembre de 2011

El Puerto de las Palomas

  Ya empezó al fin el frío, y era hora, pues estamos a diciembre, y todavía no he utilizado un jersey, tenía ya complejo de jamaicano con tanto calor. De hecho, es la primera vez que he visto, que todo el mundo ha pillado el rasca (no el de Navidad) con ganas, cuando lo contrario es lo que se coja de buen agrado es el calor. Y es que éste año los osos polares todavía tienen que estar celebrando el entierro de la caballa. Ahora bien, hará unos años, por estas fechas, en el año 2.009, visité el Puerto de las Palomas, en la Sierra de Grazalema con la intención de ver la nieve, algo que es un lujo en Cádiz. Pues a pesar de la altura del macizo, que alcanza los 1.654 metros con el pico del Torreón, la nieve sólo aparece en días contados, y tiende, la mayoría de las veces a derretirse con los primeros rayos de sol. Ésto es debido al clima de la zona, relativamente cálido (de hecho el palmito se cuela en alturas superiores a los mil metros) y al altísimo índice de precipitaciones de la serranía, que son las más altas del país con una media de 2.200 litros por año, aunque a veces se llegan a alcanzar los 4.000 litros (año 1.989); todos sabemos que las lluvias derriten la nieve, por ello lo escaso de ella en éstas montañas. Sin embargo, aquel invierno, a diferencia del actual, era de verdad, fue largo y crudo en toda la península, y por aquella época, que frecuentaba viajes hacia Almería me hizo ver cosas tan curiosas como las cumbres nevadas de las montañas más altas que bordeaban al Desierto de Tabernas. Por ello, aprovechando que ha entrado el frío, propongo hacer un viaje imaginario al puerto de montaña más alto de Andalucía occidental.

  Tal vez el dato que expongo en el párrafo anterior sorprenda a más de alguno, y es que el puerto en cuestión, se sitúa a una altura de 1.189 metros, con una de las peores carreteras que he visto en mi vida (sólo superada por algunas de las de Sanabria, en Zamora). Tampoco es que sea muy relevante, pues la parte más occidental de Andalucía es una tierra esencialmente llana, y en la Sierra Morena de Sevilla y Huelva, las alturas de sus picos más altos no llegan a los mil metros; por lo que por muy bajo que fuera el puerto aún seguiría siendo alto comparado con lo que le rodea. Pero lo cierto es que el temido Puerto de la Mora, en Granada, sólo lo supera en 200 metros, con unos 1.389 de altura, y eso en la provincia con más montañas del España. Así pues, tampoco podemos minusvalorar al de las Palomas. Lo cierto es que al principio de llegar, aquel día nos llevamos una decepción, pues al acceder desde Benamahoma, todavía a alturas relativamente bajas, donde los alcornoques, encinas, pinos carrascos y laureles forman aún bosques densos, que con las frecuentes nieblas y lluvias recuerdan a los montes bolivianos, no había aún nieve. Y a pesar de que una vez pasada dicha población, tuvimos una subida importante, y la vegetación empezó a cambiar por otra más montañosa, lo cierto es que, la nieve seguía sin aparecer, sólo algún manchón, y sobre todo, de lejos, en los picos más altos. Pero como por arte de magia, en un cruce de caminos, que lleva al puerto en si, y tras pasar dos enormes farallones, la nieve empezó a hacer acto de presencia como si hubiéramos pasado de un país a otro sin comerlo ni beberlo. De todos modos, el paisaje era espectacular, y la carretera permitía ver todos los estratos de vegetación de la sierra:
     - Espeso bosque mediterráneo húmedo, con encinas, alcornoques, quejigos, laureles, etc. Más pinos carrascos procedentes de una repoblación.
      - En un segundo estrato se sitúa un bosque más montano, donde lo original sería un mayor protagonismo del quejigo, que a pesar de su abundancia, perdía protagonismo con la variada diversidad de coníferas, la mayoría de repoblación: pinos marítimos, piñoneros, cipreses de distintas clases, y lo que más me llamó la atención, cedros del atlas, muy comunes en las repoblaciones que se hicieron en las montañas béticas andaluzas, desde Cádiz a Almería. Éste bosque se mostró espectacular, pues la espesa niebla y la llovizna nos trasladaban a paisajes más norteños.
      - En un tercer estrato se situaría en sí, a alturas, ligeramente superiores al anterior, o a la misma, pero orientadas hacia el norte. Aquí, se siguen encontrando los mismos bosques de coníferas, pero además se le añade la joya del parque, algunos pies y bosquetes del abeto más amante del calor de Europa: el pinsapo. Que al parecer, y gracias a los cuidados de los gestores y trabajadores del parque, ha pasado de estar en peligro crítico, a lograr, un lento, pero efectivo aumento de su población, y vuelve a reconquistar lugares que le fueron arrebatados. Aquí la nieve fue donde se mostró en su esplendor, y es que a estas alturas, es donde, relativamente, es fácil ver nieve por éstas latitudes sin tener que irte a Sierra Nevada o la vecina de Las Nieves. Aquel día parecía que estábamos en otro paraje más nórdico, pero era sólo un espejismo, detrás de aquellos abetos, unos cuantos acebuches (olivos silvestres) nos delataban que nos encontrábamos ante una de las sierras más sureñas de Europa. En éstos parajes, es fácil de ver a otra especie, que llegó a extinguirse en éstas tierras: la cabra montés. Desaparecida a causa de la sarna, volvió repoblar éstas sierras procedentes de las montañas malagueñas, cuando su población volvió a aumentar, y todo fue en un acto de la naturaleza.

   Para terminar, recordaré lo dicho en el primer párrafo, ésta es la zona donde más llueve de España, pero a diferencia de como ocurre, por ejemplo en Galicia, lo hace sólo en invierno, de forma muy torrencial, llegando a veces a reventar caños, es decir, hacer salir el agua por los desagües de las casas. Precisamente, éste punto, el Puerto de las Palomas, es donde se registran las mayores precipitaciones, por ello la profusión de helechos y las constantes nieblas, que son nubes que pretenden atravesar la sierra, descargando de forma continuada en la zona. Aquella excursión la guardo en mi mente con muy buen recuerdo, gracias a la belleza del paisaje y de la buena compañía que tuve aquel día. Pero sobre todo, me quedo con el silencio que el bosque transmitía, un silencio nada normal para alguien que es urbano, y que todavía se conserva en un espacio natural que llegó a ser tramitado para ser parque nacional por la II República, pero que quedó en aguas de borrajas, cuando estalló la Guerra Civil. Méritos no le faltan: nada menos 136 especies de aves, 40 de mamíferos, 14 de reptiles y diez de anfibios. Además de tener la mayor concentración de buitres leonados de Europa, unas 1.000 parejas y las mayores concentraciones de murciélagos hibernantes, unos 10.000; así como una flora única, diversa, de aspecto prehistórico en ocasiones y que, a veces,  llega a tener espesuras propias de selva. Se hace de noche y volvemos, el silencio sigue en la sierra, mientras volvemos al ruido eterno de la ciudad, toda una lástima, porque, de no ser por las obligaciones, yo me hubiera quedado. Un saludo desde el sur.
Niebla y nieve en la sierra.

El Puerto de las Palomas con nieve.

Las repoblaciones pinariegas son comunes en el trayecto.

Bosque de pinos marítimos.

Los pinos se aferran a un pequeño trozo de tierra en los acantilados.

Ejemplares jóvenes de abetos pinsapos en el puerto.

Parte inferior del puerto.

Ejemplar joven de pinsapo, al fondo, un acebuche nos chiva donde estamos realmente.

Un enorme ejemplar de ciprés.

Pinos piñoneros y marítimos se mezclan en un llano.

Ejemplares de cedros del Atlas entre los pinos.

Pinos, cedros y cipreses entre la niebla.

El bosque entre la niebla.

Las copas de los cedros destacan entre las de los pinos.

Parte algo inferior a la anterior, ocupada por bosques mediterráneos, con frecuencia de quejigos.

La noche en el bosque mediterráneo.

Espeso bosque mediterráneo de alcornoques y encinas.

Otra vista del bosque mediterráneo.












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