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martes, 15 de enero de 2013

Un rincón de Italia en Cádiz

 He de decir que hace poco visité la población de Bornos, y aunque ya iba con la intención de ver en persona ciertos monumentos renacentistas que unos pocos me aconsejaron, lo cierto es, que no esperaba en absoluto encontrar el grado de monumentalidad y buen gusto reflejado en algunos de los rincones de la localidad. Me llevé, como siempre, dos impresiones distintas: una primera, que es la de siempre, de profunda decepción en cuanto al poco valor turístico que se le dan a semejantes monumentos. La segunda, como ya dije, es de sorpresa agradable.
 
 Bornos es un pequeño pueblo de unos 8.000 habitantes que se encuentra situado en las cercanías de Arcos de la Frontera, de la que difiere en todos los sentidos: si la última está encima de una peña, la primera está bajando una ladera, y se accede desde arriba; si Arcos es gótico, Bornos es renacentista; y las calles de la primera son tortuosas, de herencia árabe, mientras de la segunda, se hereda el ideal urbano del XVI, de calles ortogonales. Pero volviendo a Bornos, es digno de mencionar el Convento, ejemplar vetusto de arquitectura renacentista, y que hoy es un instituto de secundaria, lo que limita en exceso las visitas en los fines de semana, ya que éste se encuentra cerrado. A cambio, uno puede visitar, si se da un pequeño paseo de un cuarto de hora, más o menos, el Castillo de Fontanar, nombre que tal vez se deba a las fuentes que se encuentran en sus jardines. También se le denomina Palacio de los Ribera, por aquellos dueños que restauraron el castillo árabe para reconvertirlo en su particular mansión. De la fortaleza mahometana queda alguna que otra torre justo en frente de la iglesia principal de la localidad. El resto se reformó en un estilo plateresco que afecta desde la decoración de las fachadas y jardines, como a la propia arquitectura.
 
  En ciertos rincones, como en el patio de interios, de armas presumiblemente, de la parte más antigua del castillo, parece que se puede otear a algún espadachín del tipo Alatriste. También es de herencia hispánica la decoración plateresca de la Torre del Homenaje. Pero no obstante, fuera de la propia fortaleza, pero no de sus muros, en los jardines, domina la moda europea, italiana concretamente. Los arcos con hornacinas, pintadas de rojo, o las estatuas clásicas sirven de ejemplo. Otros rincones de los jardines nos trasladan a un rincón sevillano, como cierto muro que recuerda a los "Grutescos" del Alcázar de la capital hispalense, o una plazoleta adornada con azulejos con una fuente en el centro.
 
 La visita, aparte de gratis es rápida, salimos pronto, pues ésta joya, es hoy una especie de parque, en el que te fichan enseguida (ya digo que el pueblo no está acostumbrado al turismo). Tal que salimos encontramos la torre plateresca antes mencionada, en cuyas ventanas sin acristalar, se pueden observar el abandono de los interiores. Salvo la planta baja, que es un centro para la tercera edad. Al menos, terminamos con buen sabor, justo en frente es recomendable tomarse unas tapitas en el bar existe en esa plazoleta. No les digo el nombre, pero sabrán cual es, pues es la única. Un saludo desde el sur.

 
 
 Pd: Debajo, distintas imagenes del palacio.
 
 
 
 
 
 
 
 


 
 
 

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