Hace ya algunos años que fuí a ver a aquella ermita, ahora, su acceso es fácil, y tiene regulado un horario de invierno y de verano, con posibilidad de verla, tanto por la tarde como por la mañana, casi todos los días del año. Pero de aquella, por el año 2.007, aún costaba trabajo visitarla. Tan sólo abría una o dos veces al año, y normalmente, en fechas cercanas a las Navidades, en jornadas de puertas abiertas. El día que accedí a ver a aquella ermita, hacía una niebla muy densa, y costaba ver apenas un par de metros, así que el conducir hasta allí con un viejo Clío, que rozaba la veintena de edad, era toda una odisea para un conductor novel como yo. Sin embargo, era la ocasión perfecta, y la visita no me defraudó en absoluto. Visto desde fuera, no llama la atención de nadie, pues parece una cortijada más de las que abundan en la zona; se entra desde la carretera que une Medina Sidonia con Benalup-Casas Viejas, casi en primera, o a punta de gas, y jugándote el coche en un corto camino asfaltado que parece llevar abandonado medio siglo, una vez se llega, hay que aparcar junto al muro, en una enorme cuesta, donde recomiendo aparcar de lado, por si el freno de mano falla, y sobre todo, mucho cuidado al bajarse del coche, pues es tal la inclinación, que si posas mal el pie, aparte de jugarte el tobillo, puedes caer rodando hacia abajo. La ermita en cuestión, está a las afueras de Medina Sidonia (Cádiz), y se llama: De los Santos Mártires.
Una vez dentro, se puede observar que la vista desde fuera engaña, ahora se empieza a percibir una antigüedad bastante respetable, y aquel día de niebla venía a confirmarme aquella percepción. Algunas columnas romanas tiradas por el suelo, una cruz visigoda, y sobre todo, un torreón romano, con terminación árabe, que con la humedad saturada del aire de aquel día y los musgos, tienen más aspecto irlandés que del sur de España. Pocos saben, que la ermita en cuestión es el templo católico más antiguo de Andalucía, en plena competencia de edad, con las también visigodas, ermitas de la Tierra de Campos, calificadas entre las más antiguas de nuestro país; sólo que ésta, se encontraba en territorio árabe, y es todo un misterio que haya llegado hasta nuestros días. El templo empezó a edificarse allá por el siglo VII, cuando un patricio romano, llamado Lepero, ofrece su villa fortificada al obispado asidonense, el primero que tuvo Cádiz, siendo consagrada por el obispo Pimenio el día seis de diciembre del año 630. Existe aún, un cipo o pedestal que conmemora la fecha, y que además, tiene el nombre de los mártires romanos cuyas reliquias se conservan todavía aquí. El templo conserva la atmósfera lúgubre y oscura que caracteriza a los templos visigodos, con una planta cuadrada, y simple, existen tres naves que son divididas por columnas visigodas, a imitación de las romanas, y algunas, que son auténticas de ésta última civilización, pues los germanos solían aprovechar materiales antiguos para edificar sus edificios. Los arcos que descansan encima de éstas son de ladrillo, con arcos de medio punto peraltados. Sin embargo, también hay elementos posteriores, como un bello artesonado (techo de madera) mudéjar, probablemente construido entre los siglos XIII y XV, algunas capillas bautismales con forma de vieira, muchas cruces de Santiago, algunos azulejos, del siglo XVII, que relatan la historia de la Pasión de Jesús, y sobre todo, algunas figuras de santos que son bastantes explícitas. Sobre las cruces de Santiago, y las vieiras, me pasé años pensando que demonios hacían allí, pero el párroco de la ermita (que al cabo de los años encontré en mi ciudad) me sacó de dudas, éstos terrenos, en tiempos de la reconquista, y de las fronteras, habían pertenecido a la Orden de Santiago, teniendo su sede en el cercano castillo de Torrestrella, que da también nombre a la famosa ganadería de toros bravos que todos los años participan en San Fermín. Pero lo de las figuras que representan a los santos, es para meditarlo bien, pues sus escenas son bastantes grotescas, sobre todo la de aquel que tiene un hacha en su cabeza.
Ésta ermita, hace justicia, a un pueblo, el visigodo, que tanto se ha infravalorado en nuestros libros de historia, tratándolos de rudos bárbaros, pero en cambio, hay que decir, que gracias a ellos, conservamos nuestro idioma, y gran parte del legado romano, como sus ruinas, el derecho, etc. Pues fue siempre un pueblo admirador de Roma. Su historia se remonta en la brumosa isla de Gotland, en el Báltico, y tiene entre sus méritos, el de ser el primer pueblo que llegó a saquear Roma, a manos de Alarico. A partir del siglo III, gracias a un tratado, o foedus, con el ya decadente Imperio Romano Occidental, el pueblo Visigodo se comprometía a proteger los territorios romanos de Hispania y Galia, donde acabaron por instalarse. Por diversas guerras con el pueblo Franco (que dio origen a Francia), terminaron recluidos en nuestro suelo patrio. Siendo su capital Toledo, e imitando la arquitectura romana, que más tarde daría origen al prerrománico. Son pocas las muestras arquitectónicas visigodas que se conservan, pues no eran buenos arquitectos, y la invasión árabe hizo desaparecer gran parte de ellas, sobre todo en el sur. Hoy día se pueden ver ermitas visigodas repartidas, sobre todo en el medio rural, en varios lugares de España, destacando la Tierra de Campos. Pero, también en el sur conservamos dos, ésta de Medina Sidonia, y otra en ruinas en Barbate, la de San Ambrosio. Un saludo desde el sur.
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La ermita desde la carretera, apenas llama la atención, si uno no se fija bien |
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Patio de la ermita |
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Campanario, donde se observa la concha del peregrino |
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En la parte trasera de la ermita se pueden observar columnas romanas por el suelo |
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Cruz visigoda y torreón romano |
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Detalle del torreón romano, con almenado árabe |
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Sacristía |
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Vista interior |
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El techo tiene artesonado mudéjar |
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Nave central desde el altar |
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Uno de los Santos Mártires, en una figura del barroco |
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Azulejos barrocos del XVII |
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Detalle de una de sus columnas |
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Pila bautismal con forma de vieira |
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